La orfandad lo acompañó toda su vida, quizá por eso el sufrimiento nunca lo dejó indiferente. Plutarco Elías Calles (1877-1945) fue huérfano de madre desde los 4 años, aunado a esta fatalidad se sumaría la figura del padre ausente. Criado por el matrimonio formado por la hermana de su madre y Juan Bautista Calles, quien se convertiría en su padrastro y de quien tomaría el apellido.
Desde joven mostraría una notable resequedad en el trato contribuyendo su personalidad inalterable, condición que aprovecharía para su beneficio en aquel México convulso del que le tocó ser protagonista.
Al momento de asumir la comandancia militar y la gubernatura de Sonora en 1915, después de un largo viaje de soledades y ausencias, dará salida a estas desventuras con la promulgación del decreto número 12, en unas cuantas líneas de aquel documento legal, se refleja su profunda impresión al haber sido testigo como la Revolución había dejado innumerables huérfanos.
Con este decreto el general Elías Calles anuncia la edificación de la escuela e internado Coronel J. Cruz Gálvez, cumpliendo así una promesa a su compañero de armas caído en combate, en auxilio de aquella infancia abandonada. Esta institución albergaría a niños víctimas de carencias y abandonos, tratando de llenar aquel vacío filial que la guerra había provocado, el Gobierno cumplía con la encomienda de darles techo, educación y alimento, al revolucionario no le era ajena la adversidad.
En el México actual va evidenciándose el mal manejo de la pandemia por Covid que trágicamente nos dejó con cerca de 250 mil niños huérfanos -según estudio realizado el año 2021 por la investigadora Carla Angélica Gómez McFarland del Instituto Belisario Domínguez-, cifra devastadora integrada por aquellos infantes que sufrieron la desaparición de alguno de los padres o de los dos, sumándose cuidadores o abuelos. Seguramente las cifras han aumentado, las defunciones continuaron.
Si a esta lamentable suma le adicionamos los huérfanos de la espiral de violencia, de los desaparecidos y de aquellos que fallecieron por la ausencia de tratamientos contra el cáncer u otras fatalidades, la cantidad resultante sería pavorosa.
Padecemos un régimen que presume sensibilidad social y que paradójicamente despareció el programa de guarderías infantiles, que demolió el aparato de Salud y que considera a los niños con enfermedades terminales golpistas y a sus padres saboteadores.
Hoy vivimos ensombrecidos por la demagogia y las nulas acciones de un Gobierno que nunca ha asumido su responsabilidad, que nunca entendió su papel y nos hereda como uno de sus logros un país de huérfanos.
La obra del revolucionario y militar permanece dando salida a las carencias de infantes desamparados, después de un siglo en funciones el objetivo de aquel decreto e intención de aquellos revolucionarios permanece.
El 1 julio de 1935, Plutarco Elías Calles le escribe una carta al escritor y diplomático Alfonso Reyes (1889-1959) las líneas son afectuosas y de reconocida admiración hacia el regiomontano.
Al final le da el pésame por el fallecimiento de la madre de Reyes y desliza su reflexión de huérfano: “Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer a usted presente mi sincera condolencia por la muerte de su señora madre; pues, aunque yo no pude tener conciencia de lo que este dolor significa, porque la mía la perdí cuando sólo tenía cuatro años de edad, comprendo que debe ser el más grande de todos los dolores; porque en esa muerte se van todas las abnegaciones, todas las heroicidades y todas las purezas. Reciba usted el afecto de su amigo. General Plutarco Elías Calles.