Un par de días antes de finalizar el año 2023, murió María del Rosario Mendoza Chávez, la nayarita por nacimiento y sonorense por adopción.
Puede que dicho nombre no le diga mucho porque ella fue más conocida como Rossy Mendoza.
Supongo que ahora sí les dijo mucho.
Un mes y medio después, fallece Aleksandra A?imovi? Popovi?, es decir Sasha Montenegro, la actriz y vedette italomexicana.
En el medio artístico y del espectáculo se vivió el luto pero también en la cultura popular, en especial en el sector masculino y para quienes fueron púberes, jóvenes o pubertos en los años setenta, se vivió un duelo que de repente pudo convertirse en íntimo recuerdo, maridaje nostálgico entre lo público y lo privado, entre lo autorizado y lo prohibido, entre la tentación al pecado y las ansias de pecar.
Era la línea irrumpida entre una letra y la otra, A, B o C, una clasificación impuesta, de las cuales dependía sentirte un posinfante aun, o añorar la sombra de ese adulto que ya queríamos ser, para cruzar las cortinas y encontrar ,en penumbras, esa gran pantalla y ver a esas mujeres con un cuerpo en donde todo era grande.
Rosy y Sasha eran vedetes, bellísimas vedettes en una época en donde ellas y, tantas y tantas encontraron la veta y la bonanza durante más de veinte años, en la pantalla grande y chica, a lado del batallón masculino a quienes no pienso mencionar ahora.
Primera, por que no los ocupo para esta entrega y, segundo, por envidia, ya que los aludidos eran los galanes, amantes, esposos o libidinosos espectadores, en un cabaret de todas estas mujeres a las que uno sólo veía aplastado en una butaca, mientras aquellos, por más actuación que fueran, se pegaban muy buenos escarceos con las mencionadas o con otras por el estilo como Angélica Chaín, Wanda Seux, Olga Breeskin, Lyn May,
Princesa Yamal, Gloriella Grace Renat , Jacaranda Alfaro, Thelma Tixou, Jaqueline Voltaire, Rebeca Silva y ya, como ejemplo basta, porque esto se está poniendo muy candente.
Unas antes, otras después, pero era consideradas las vedettes más famosas de México y destacadas protagonistas en el llamado cine de ficheras, algunas de las cuales verdad o mentira, fueron relaciones con personajes poderosos en el país de ese entonces, mismos que formaban parte de una clase política rancia y de un par de sexenios de los que aún quedan secuelas y recuerdos pestilentes.
En una definición genérica las vedettes eran las bailarinas o actrices principales de un espectáculo de variedades o teatro de revista:
La palabra es de origen francés y en la actualidad se usa para nombrar a la artista femenina de un cabaret y todo lo que pueda ofrecer: revista musical, variedades, music hall, comparsas o burlesque.
Según me han dicho, porque nunca me he parado en un lugar así, el propósito de una vedette en el espectáculo de cabaret o centro nocturno es la de entretener al público.
Pero no sólo eso, aparte tiene que saber cantar, bailar y actuar en un escenario y dependiendo de la calidad de su espectáculo, trayectoria o dominio de uno o más talentos escénicos o virtudes artísticas, se le considera entonces una súper vedette o primera vedette, como tantas mujeres en este país lo han sido.
Guste o no, una vedette tiene que ser una mujer con un físico o una personalidad y carisma sobresaliente, hábiles para captar la atención del público y persuadir todos sus sentidos para que vuelva.
Los que han ido a esos inmorales sitios, en donde las mesas son redondas, se está a media luz y ofrecen alcohol sin límite, aseguran que además del canto, baile y actuación, las vedettes incluyen en sus shows a destacados cuadros de bailarines, vestuario muy llamativo, e incluso, algún mago, un par de comediantes, o animales exóticos que puede mostrarse alrededor de su cuello o en donde les venga en gana.
Por si fuera poco y aunque entiendo que para, muchos de ustedes es secundario, algunas vedettes realizan desnudos y números de estriptis en el escenario.
Estos espectáculos, repito, alcanzaron mucho éxito en los cabarets, teatros y centros nocturnos de Hispanoamérica, incluyendo por supuesto a México y si quiere saber más al respecto o traer a su memoria aquellos pasajes, esos nombres o una escena, les recomiendo el libro del reconocido periodista y escritor José Luis Martínez que se llama El día que cambió la noche: Memorias de un noctámbulo en la Ciudad de México.
Pero si esto incita a presenciarse, a reservar lugares, a llegar temprano y pedir la primer copa, cerveza, ron o lo que los ponga alegre, lo que no resulta atrayente es que así como en la historia del bullicio hay auténticas vedettes, también exista el vedetismo.
Sí, vedetismo o esa inclinación desmesurada a destacar y ser centro de atención, para lo cual se intenta todo lo que esté a su alcance, no importa que signifique el ridículo, el protagonismo en exceso, la pérdida de dignidad, si de conseguir reflectores se trata, no le hace que sea para mal, pero intentan esto , eso y todo, ambicionando la designación o el triunfo para algún puesto, para un cargo, para un equipo y tan sólo por querer ofertarse como la divina garza envuelta en huevo aunque no sea ni la mínima parte de lo aparenta.
Esto del vedetismo sucede en el deporte, y en los espacios estudiantiles; en los centros de investigación, en tal o cual oficio y en otros, entre artistas y no se diga entre las profesiones, en donde, siendo la nada, o siendo una eminencia, al fin y al cabo para el caso esto no importa, de pronto levitan sobre el espacio de su narcisista superioridad.
Es un comportamiento que nos debe preocupar a todos como sociedad. No quisiera imaginarme cuando esas actitudes contagien a la distinguida clase política que tenemos, pues sería lamentable verlos escenificar estos actos según ellos muy decorosos, pero que frente a los ojos de los demás, se ven patéticos.
Uno allá, bailando como gorila, otro en aquel lado visitando a las familias de una colonia popular, comer chiles güeritos como si fuese un gesto patriótico y horas más adelante, pernoctar en una casa humilde o de interés social, durmiendo en un catre, aunque a los días siguientes resultes positivo al dengue nomás por creer que el número de zancudos que le picaban, sería proporcional al resultado electoral que lograría.
No, por favor, eso no. Que nada de esto pase, porque sería lo último y ahora sí nos estuviéramos acercando a la perdición sin más remedio.