Desde el siglo XIX nuestro País se conocía más allá de nuestras fronteras por los altos índices de violencia, esto contribuía a que aquellos gobiernos identificaran como una de las grandes debilidades institucionales la falta de seguridad. En función de esas corrientes de opinión se empezaron a crear cuerpos militarizados para combatir el fenómeno.
El Cuerpo de Defensas Rurales fue uno de estos intentos, en Hermosillo el Cuartel del 14 fue su sede y aquel imponente edificio fue inaugurado en 1908 en las postrimerías del porfiriato para alojar al Cuerpo de Defensa Rural que tenía acción permanente en los territorios aledaños a la capital. Esta corporación nació en 1861 bajo el Gobierno de Benito Juárez, a consecuencia de la inestabilidad política y social que estalló por toda la Nación. Los caminos y pueblos de todo el País fueron asolados por la criminalidad y la creación de este organismo contribuyó al combate de aquella rampante delincuencia. El Cuerpo de Rurales dependía de la Secretaría de Gobernación y fue creado imitando a la Guardia Civil Española, como un ejemplo de Policía civil eficiente y profesional.
La violencia siguió castigando al País y a la llegada del porfiriato se atacó de forma contundente los primeros años de aquella larga dictadura, Porfirio Díaz continúo por esta ruta fortaleciendo a las policías y cuerpos militarizados, pero a diferencia del pasado sumó a su administración otro aspecto sancionador, la creación de cárceles.
Durante el siglo XX tuvimos distintas formas de ataque a la criminalidad, algunas con éxito y otras con notorios fracasos, sin embargo, desde hace algunas décadas los estudiosos del fenómeno llegaron a la conclusión que el problema de nuestro alto índice de violencia se debía a otro factor, el modelo económico. Casi de forma religiosa se ha insistido en este argumento, se ha vuelto una letanía traer la palabra neoliberal como el germen de uno de los más graves infortunios que ha castigado la convivencia y la paz social en México y Sonora.
La realidad es que ese razonamiento, como muchos otros repetidos por décadas, se empieza a desmoronar. A casi seis de haber inaugurado otra etapa en la vida política de México, donde la palabra y modelo han sido proscritos, en el cual se han ensayado nuevas formas de abatir el fenómeno, de haber inaugurado una etapa de copiosos estímulos económicos como: Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida y un considerable número de programas sociales que han desparramado miles de millones de pesos, aunado al aumento del salario mínimo, la violencia no ha dejado de crecer.
El argumento baladí es que la violencia viene de lejos y la exacerbó Calderón, las excusas se construyen con premisas endebles. Por primera vez en nuestra historia se alardea que se aplicaron otras estrategias y se han otorgado incontables apoyos, se creó otro organismo para combatir la criminalidad y se otorgó independencia a las fiscalías.
Los resultados son peores y las consecuencias han sido funestas, al analizar las cifras esto se hace evidente. Las imágenes recientes donde criminales se jactan de su poder y autoridad son pavorosas, a diferencia de otros momentos en la vida de México, es la primera vez que la delincuencia presume de su fuerza golpeando ciudadanos y haciendo alarde de impunidad advirtiendo gráficamente que ellos son los que mandan. Llegamos a un momento único en la historia reciente del País, cambiamos de modelo económico y seguimos las recetas que por décadas recomendaron y lo más importante, se proscribió al neoliberalismo. No funcionó, la violencia aumentó, tendrán que buscar otro pretexto.