“Solo por si acaso, y pensando que tal vez haya quienes aún no distinguen quiénes son y representan cada una de las dos mujeres que hoy tienen la oportunidad histórica de llegar a la presidencia de la República Mexicana, me permitiré hacer este relativamente breve ejercicio.
Ya de por sí, el hecho de que sean mujeres es algo inédito, pero no por ese solo hecho vamos a dar por sentado que cualquiera de ellas debe gobernar este país. Por lo tanto, tenemos que hacer la identificación y distinción de ambas para poder elegir con algún grado de conciencia a quién votar.
Empecemos por sus características físicas y personalidad… Una está pasada de tamales y la otra parece estar anémica. Ninguna ganaría un concurso de belleza, pero una de ellas ganaría el de simpatía, y la otra ganaría fácilmente el programa del Derbez del que aguante más la risa, conocido como LOL.
Una de ellas es fifiona y la otra bien pudiera decirse que es súper chaira, pero resulta que la primera es la candidata del discurso furibundo que desprecia a los acomodados, a los conservadores y aspiracionistas, aunque tiene a un hijo estudiando en Londres en una costosa escuela privada, a la vez que aborrece con toda su alma enferma a la que mejor lo representaría en su farsa clasista. Sin embargo, no les diré quién es quién para que cada uno de ustedes tenga que deducirlo.
Ahora sí, vámonos al Kilo por kilo, pretendiendo conocerlas y distinguirlas. ¡Hay tiro, mi champ!
Ambas tienen 60 años en este momento, aunque Claudia es unos meses mayor. Sheinbaum es hija de una familia europea inmigrante de origen lituano y búlgaro, nacida en México y criada en la CDMX. Xóchitl es más mexicana que los nopales: su padre es indígena otomí y su madre es mestiza con raíces también otomíes, criada en un pueblito hidalguense de nombre Tepatepec.
Los padres de Claudia, ambos químicos, estaban dedicados al comercio de joyería. Los padres de Xóchitl, un maestro normalista bilingüe (español-otomí) y su madre ama de casa.
Claudia tuvo una infancia privilegiada sin dificultades económicas ni necesidades apremiantes. Estudió la licenciatura en física en la UNAM, hizo posgrado ahí mismo y en Berkeley, California, becada por el CONACYT.
A Xóchitl le tocó una familia disfuncional, en medio de violencia familiar y alcoholismo de su padre, por lo que desde temprana edad tuvo que trabajar para contribuir con el sostenimiento familiar mientras cursaba la primaria y secundaria en un pueblo cercano, al que se trasladaba diariamente. Costeó sus estudios de ingeniería en sistemas en la UNAM trabajando como telefonista y se especializó en robótica.
En materia profesional, Claudia se ha dedicado a la política partidista, ocupando cargos burocráticos y posteriormente de elección, primero como jefa delegacional en Tlalpan y posteriormente como jefa de gobierno de la CDMX.
Xóchitl trabajó como programadora y ocupó cargos como directora en la iniciativa privada e institucional. En 1992 fundó su empresa en tecnología inteligente y fue reconocida en 1994 como empresaria del año, además de recibir varios reconocimientos por su compromiso social con comunidades indígenas y marginadas.
En 1999, fue reconocida como una de las 100 líderes mundiales por sus programas financiados por ella misma para ayudar a la niñez indígena en nutrición, acceso al agua, entre otras causas.
Ingresó al servicio público invitada por los headhunters o cazadores de talentos de Vicente Fox como comisionada de los pueblos indígenas, desde donde potenció a nivel nacional su apoyo a los pueblos indígenas, sin afiliarse a partido político alguno. Buscó la gubernatura de Hidalgo con muy buenos resultados, a pesar de que el partido que la postuló, el PAN, le dio la espalda por su independencia. En 2015 ganó la elección de la delegación Miguel Hidalgo y en 2018 el senado.
En su labor de gobierno como delegada, Claudia se distingue por la tragedia del colegio Rebsamen, donde murieron 19 niños y 7 adultos, y como jefa de gobierno por el colapso de la línea 12 del metro, donde murieron 26 personas.
Como delegada de Miguel Hidalgo, a Xóchitl se le distingue por haber eficientado la estructura de gobierno, por tecnologizar la administración, aplicar nuevas tecnologías, impulsar el deporte, ordenar los temas de propiedades, entre otros logros.
Como Senadora, enfrentó iniciativas del gobierno federal lesivas a derechos de la ciudadanía y apoyó otras que consideró justas, como los programas sociales.
Hoy ambas son candidatas a la presidencia de México.
Claudia fue designada por López Obrador en un proceso plagado de irregularidades y atropellos denunciados y visibilizados por Marcelo Ebrard.
Xóchitl se impuso a contracorriente a los candidatos de los partidos del PRI, del PAN y del PRD en una histórica elección primaria, donde la ciudadanía se desbordó por ella con más de un millón de firmas, mientras su más cercana contrincante, con el respaldo del PRI, logró un poco más de 400,000.
Claudia Sheinbaum representa, como candidata de la coalición ‘Sigamos Haciendo Historia’, un intento de continuidad del desmantelamiento institucional de México, que distorsionó la seguridad, precarizó aún más el sistema de salud, debilitó al sistema educativo nacional, eliminó programas asistenciales como estancias infantiles, escuelas de tiempo completo, albergues para mujeres violentadas, y que tiene en la mira someter al Poder Judicial, seguir fortaleciendo al poder militar, mantener una política omisa en el combate a la delincuencia llamada ‘abrazos no balazos’, y basar su política energética en energías contaminantes, y principalmente brindar impunidad a quienes también atracaron a México en este sexenio.
Xóchitl Gálvez representa la posibilidad de la reconstrucción del andamiaje institucional derribado por la actual administración, de ampliar y mejorar los programas sociales con una mayor focalización en aquellos más necesitados, revertir la estrategia de seguridad privilegiando el derecho de la ciudadanía por encima de los delincuentes, de devolverle a los mexicanos un sistema de salud funcional y asistencial, mejorar el sistema educativo con equipamiento y habilidades tecnológicas, desarrollar la infraestructura y devolverle a los estados y municipios los presupuestos que les han sido escatimados para garantizar seguridad y desarrollo, y lo más importante, para garantizar que el sistema político mexicano siga siendo una democracia perfectible en lugar de una dictadura consolidada.
Claudia representa a los partidos Morena, del Trabajo y Verde, todos ellos una calamidad para el país que hoy por hoy le cuestan miles de millones de pesos al presupuesto público. Ella es militante fundadora de Morena.
Xóchitl, siglada por el PAN, el PRI y el PRD, partidos que representan más o menos lo mismo que las otras lacras que acompañan a Claudia, con la diferencia de que la hidalguense no milita en ninguno de ellos y que su candidatura responde a una coyuntura donde los partidos que la acompañan estaban destinados a la extinción o a aceptar los términos con los que Xóchitl participó en la elección interna.
No hay que ir muy lejos para distinguir la calidad humana de cada una de ellas. Mientras una se ha dedicado a lo largo de su trayectoria profesional y pública a apoyar y mejorar la vida de los que menos tienen, la otra se ha dedicado a la burocracia y al individualismo, ese que critica López Obrador en aquellos que solo piensan en sí mismos.
Mientras una es accesible y barrio, la otra vive en una burbuja donde ni una entrevista periodística respetuosa y realista puede soportar.
Si Claudia gana la elección, México seguirá en una ruta directa al autoritarismo consolidado, con el riesgo de aterrizar en la dictadura como está descrito en la Constitución que se puede consultar en la su página oficial, con la que, de ganar también la mayoría legistlativva, tal como informó hace unos días Rafael Cano, la propiedad privada se convertiría en una concesión y se le cambiaría el nombre a México, entre otros regalitos que acompañan la visión malentendida del socialismo comunista.
Si Xóchitl gana la elección, México tiene la oportunidad de retomar el rumbo después de un régimen plagado de todo aquello que se dijo querer combatir por López.
Tendría una oposición, por lo menos, fuerte los primeros 3 años y una alianza muy complicada con los partidos que en este momento la acompañan, pero que una vez empoderados pueden hasta darle la espalda. Por lo tanto, el reto estará en hacer política con todas las fuerzas, incluida la eventual oposición encabezada por Morena, pero debilitada por la diáspora que suele acompañar el cambio de manos del poder.
Entendamos que esto no se trata de una telenovela como la de Marimar, donde vamos a votar con el hígado, pensando que la rica es la mala y la pobre es la buena.
Este breve ejercicio busca que distingas las cualidades que tiene cada una de ellas para dirigir el país por su liderazgo, por su capacidad de resiliencia o, mejor dicho, de aguantar los golpes, por su compromiso con las causas correctas y por el menor grado de compromiso con la partidocracia carroñera que pulula en ambos lados de la cancha.
A Máynez no vale la pena mencionarlo, salvo para ratificar su condición de esquirol, cuya única misión es restarle votos a la actual oposición y seguir al servicio de López Obrador.
Es tiempo de definiciones, y lo primero que tienes que definir es a quién le vas a encargar el país.
Ya hablaremos de los otros elegibles para contribuir en tu decisión de en quién confiar y a quién mandar a la chingada para hacerle compañía al próximo expresidente.”