No puedo evitar que llame mi atención la situación político-humana en mi país. Acaban de pasar las elecciones y sigue la negación de tan siquiera tener empatía del porqué unos piensan y sienten como lo hacen. No intento analizar el evento político como tal, sino explorar la parte humano-espiritual. Tal vez es fácil darnos cuenta de lo humano o por lo menos lo creemos, pero, ¿Qué tiene de espiritual? Podrás preguntarte, pues ya lo mencioné, la empatía. Percibo tres grandes grupos, quienes estaban “cómodos” con como se venía haciendo las cosas en el país, ya que, aunque se quejaban de los malos gobiernos, tenían relativa comodidad con el sistema y querían cambios si, pero solo aquello que les molestaba o perjudicaba. Y aunque sentían lástima por las personas con más carencias, pues pobrecitas, pero no se sentían responsables de lo que los otros estuviesen viviendo, con la pena, pero, no era su problema.
Por otro lado, están los menos agraciados, los desprotegidos del sistema, el combustible del mismo. Que ya estaban viviendo en la desesperación, y estos, percibían el mundo completamente cruel, injusto y en contra. Ya no tenían opción. Los sexenios iban y venían y la situación parecía peor y peor en cada nuevo sexenio lleno de esperanzas al iniciar y después solo la decepción transformada en desesperación, venía a desmoronar dichas esperanzas. Una y otra vez lo mismo y empeorando… Sin salida aparente.
Y el tercer grupo, los que componen el sistema y sus instituciones. Estos usan a ambos y al primer grupo le convencieron que pueden aspirar a ser parte del sistema o que incluso pertenecen al mismo con grandes posibilidades de disfrutar de sus ventajas, comodidades y glamour. Mientras que al segundo grupo se les vendía la idea de que papá gobierno, si se portan bien, es decir, sumisos, en cuanto la situación económica mundial se componga, los va a ayudar y casi mantener. Como si la cuestión económica dependiese de tener buena suerte y que otros poderes extra nacionales se apiadasen y nos tendiesen su piadosa mano de ayuda.
Para este tercer grupo, su principal herramienta de control social es el miedo y lo utiliza de manera diferente con los dos grupos anteriores, al primero le convence fácilmente de que lo poco que ha logrado con tanto sacrificio y esfuerzo, lo va perder si no sigue sus reglas del juego, mientras que al segundo grupo le dice que el país se va a hundir por hacer caso a la nueva forma de pensar y será su culpa por no ser patriotas y seguir apechugando con sus sacrificios de vivir en la miseria.
Llegó el momento en que el segundo grupo y el más numeroso, se hartó de ser el que más y peores sacrificios tenía que soportar, al grado de aceptar lo que sea que fuese diferente a lo que venían soportando. La desesperación los llevó a perder el miedo y multitudinariamente hicieron ese último ejercicio de libre albedrío y a pesar de que no sabían si perderían lo último que tenían, dieron ese salto de fe y escogieron lo diferente.
El tercer grupo, como no sabe otra estrategia, incrementó sus estrategias del temor, para llevarlas al pánico. Y le funcionaron fuertemente con el primer grupo que “tiene más que perder”, pensando que la presión social de éste, forzaría al grupo disidente y mayoritario a entrar en “razón”… Pero solo logró la división social. Aunque dividir a la sociedad es una vieja estrategia de control, aquí no funcionó, el segundo grupo es abrumadoramente mayoritario y aparte no se quebró, al contrario, se unión más.
No voy a entrar en si el gobierno que termina su sexenio fue efectivo, mediocre o malo, por que como dije, no quiero entrar en el debate político, sino en la experiencia humana. La cuestión es que acaban de pasar las elecciones y el segundo grupo ratifica el ejercicio de dicho gobierno saliente y lo premia dándole más poder al que llega, con una participación histórica y brindándole la mayoría calificada en el congreso y hasta el momento en que escribo esto, la mayoría simple, creo, en el senado.
Y en estos resultados, es donde entro a analizar el tema humano-espiritual de los eventos que como país hemos venido viviendo desde hace 7 años, aunque como proceso histórico viene de mucho más atrás, pero para enfocarme en lo más reciente. El primer grupo, el que tenía más miedo y creía que perdería sus bienes, estatus, nivel social, etc. A pesar de que no los perdió, expresa la consternación de que “el país se fue a la mierda”. Incluso, a pesar de que los indicadores generales económicos del país subieron a niveles positivos récord y reconocidos por wall Street y organismos internacionales, situándo al México como uno de los principales destinos para inversión extranjera y que esta se materializó, aún así, expresan su angustia de ver como “al país se lo cargó la chingada”. Entonces el fenómeno que estamos viendo en México con este sector de la población, es que entró en negación absoluta al grado de culpar al segundo grupo poblacional de tonto e ignorante por haber metido a ese gobierno populista y comunistóide a gobernar “tiránicamente” a México a pesar de que en ningún momento se reprimió a nadie y libremente siempre expusieron la mayoría de los medios de “comunicación” una serie de problemas, abusos y corrupción de los que nunca mostraron pruebas. Entonces absoluta falta de empatía con el sufrimiento de la población en general, negación ante los hechos y apego, mucho apego a lo material, aunque nunca perdieron nada.
Por otro lado, el segundo grupo se llenó de más odio hacia el grupo que quería un cambio chiquito y “seguro” por su incomprensión (falta de empatía) sobre lo que ellos estaban sufriendo y soportando. Durante todo este sexenio he sido… Hemos sido testigos de fuertes encontronazos entre amistades, familiares y conocidos, insultándose, odiándose… Separándose.
El miedo cegó, irracionalizó y deshumanizó a un sector importante de la población, lo que prueba que los sistemas de programación mental que los medios de comunicación, pusieron a trabajar por décadas funcionaron de manera ejemplar, pero la situación de la mayoría de la gente en México, llegó al punto de quiebre y el sistema, simplemente colapsó.
Nunca me fijé ni seguí que decían las encuestas, sé que la mayoría están manejadas, pero sabía cuales serían los resultados. No pensé que fueran a ser más rotundos que la anterior elección presidencial, pero sabía que se darían en su mayoría como se dieron. Eludí escribir del tema y menos “platicar” de este con amistades o familia ya que siempre termina eso en pleito. Nadie podía ver las escalas de grises, o era blanco o era negro, por lo que invariablemente terminaba siendo atacado tanto por los de un lado, como los de otro. Mucha irracionalidad, pasión y rencor. Por lo que me alejé de las pláticas sobre la política nacional hasta donde pude.
Ahora pasamos a otra etapa que al parecer va a ser más de lo mismo, cero empatía, encono, negación, irracionalidad, ceguera. Según yo, ser demócrata implica aceptar y respetar los resultados de las elecciones, pero no se respeta y todo mundo sigue peleando. La democracia podrá ser un sistema que debería ser excelente, pero para eso se requiere tener mucha integridad y madurez. Y por lo que he visto de los últimos comicios en los países que presumen de ser los más democráticos del mundo, resulta que, en todos lados, las democracias funcionan solo si ganan los míos y me convino. Si no, hubo fraude. Y muchas veces, si hubo fraude. Necesitamos como sociedad a ser más empáticos, no podemos permitir que otros sufran para que nosotros estemos bien y que no nos importe, necesitamos más congruencia… Necesitamos reconectarnos con nuestra humanidad y espíritu. Gobiernos van y gobiernos vienen, pero la gente, siempre estamos, no peleemos por ellos. 1CP