La Pequeña Dosis de Historia Por: Dr. Joaquín Robles Linares
La democracia ha sido el tema central en los últimos tiempos, importantes naciones edificaron sistemas con regímenes democráticos a diferencia de otras que se anquilosaron en los sistemas de partido único, presididas por personalidades concentradoras de todas las fuerzas y medios.
Los resultados están a la vista, unas con sociedades prósperas y libres a diferencia de quienes después de muchas décadas buscaron afanosamente una sociedad justa y acabaron convertidas en tiranías sanguinarias.
Nuestro País atestiguó en los últimos sexenios una transición pacífica, experimentamos un ejercicio imperfecto, pero democrático, hubo un juicio constante y tenaz a sus actores, quienes representaron este cambio de régimen entendieron el valor de la pluralidad, palabra que encierra un significado enorme y contiene todo un método.
La democracia mexicana empezó a desarrollarse gracias a que se multiplicaron las voces, los espacios y las ideas, se encontraron los acuerdos para que se descubrieran los consensos, el concierto como uno de los principales valores de cualquier régimen que intente la inclusión.
El actual Gobierno llegó por la perseverante actividad de todos aquellos personajes que no dieron tregua y que privilegiaron la buscada añoranza de vivir en un régimen democrático e incluyente, ya no como un anhelo sino como una realidad.
En nuestro sistema político la izquierda fue una referencia indispensable que había construido credibilidad, sin embargo, este régimen dinamitó la idea de la izquierda dialogante y de talante progresista, arrasó con el esfuerzo de una infinidad de personalidades que entregaron sus vidas en la construcción de un país de instituciones.
Se propuso perversamente dividir en buenos y malos a la ciudadanía, resucitó el viejo nacionalismo revolucionario y estigmatizó a todo aquel que no comulgara con sus ideas, desde el abusivo uso del poder y con el consentimiento de una izquierda subyugada por el caudillo y su verborrea rebosante de rencores.
La división social es profunda, regresar a espacios de concordia y sensatez será una labor más complicada que reordenar las finanzas públicas, ahí estará la verdadera labor del próximo Gobierno, sepultar para siempre ese tajo social provocado por la filosa virulencia verbal de un mandatario, cruel, irresponsable y violento.
Este régimen nunca entendió la realidad mexicana, no comprendió que habitamos una nación con una enorme diversidad de formas de pensar, contrastantes y divergentes, en donde cada mexicano es un mercado y cada uno es dueño de su propia ideología. Un país en el que todo habitante está convertido en un caudal de esfuerzos para progresar, una nación vibrante culturalmente e inconforme políticamente como cualquier país libre.
Los afines al régimen justificaron las más atroces arbitrariedades, consintieron y alabaron las derivas autoritarias, nunca cuestionaron la escandalosa violencia ni la monumental incompetencia para resolver los problemas de un Gobierno notoriamente ineficaz, permanecieron cautivos, complacientes y temerosos, vergonzosamente cumplieron el triste papel de arrodillarse ante quien piensa por ellos.
Hoy es un día clave en nuestra historia, se nos propone la disyuntiva de continuar con un régimen fallido el cual se puede resumir en tres palabras: Muerte, mentira y corrupción. En continuar con una administración rebosante de mediocres ideologizados que no ven más allá de sus intereses.
Estamos ante la última oportunidad de tener un país donde se reconozca a quien disiente, de lograr los equilibrios que reclama toda democracia, ante la eventualidad de saltar al futuro en un ambiente de igualdad y de recuperar las instituciones colonizadas por los abyectos.
De sepultar para siempre el ominoso populismo, aquel que corrompe lo que toca y termina siempre en un desalmado despotismo.