Cuando se asiente el polvo de la batalla, habrá necesidad de tomar un respiro para analizar con calma y desapasionadamente el fenómeno político social que es Andrés Manuel López Obrador, el presidente que en la recta final de su mandato protagoniza una gira que es al mismo tiempo la validación de los programas y obras que apuntalan su legitimidad, y un ceremonial itinerante de transmisión del poder de cara al pueblo.
Para ello se hace acompañar de quien lo sucederá en el mando del país y a quien convierte en depositaria de todos los reconocimientos habidos y por haber, entre otros el de haber superado su marca como el presidente más votado con casi 31 millones de votos, mientras Claudia Sheinbaum obtuvo 36 millones el pasado dos de junio: “como dicen en el beisbol, me cepilló”, dice divertido, allá en el rancho “El Coyote”, enclavado en el inhóspito desierto sonorense, mientras la comunidad Comca’ac le interrumpe a cada rato con aplausos y uno que otro grito pidiéndole que no se vaya.
Para llegar a ese lugar, desde Hermosillo hay que viajar por la carretera a Bahía Kino, donde se toma un camino de accidentada terracería que hay que transitar a paso lento por espacio de tres horas entre el tornasol azulado de las aguas del Mar de Cortés y los agrestes parajes llenos de sahuaros, matorros y piedras quemadas por el sol en los cerros pelones. En el último tramo, el camino avanza paralelo a la Isla Tiburón, la más grande de México, territorio sagrado Comca’ac y donde la etnia se refugió para no ser exterminada por el gobierno porfirista.
Cuando la persecución amainó, regresaron al macizo continental y se establecieron en las comunidades de Punta Chueca y El Desemboque, donde han vivido en condiciones de precariedad a veces extrema y donde el agua potable ha sido desde siempre la principal carencia.
II
Los presidentes llegaron desde Puerto Peñasco, más al norte, donde acompañados del gobernador Alfonso Durazo, el secretario de Marina Rafael Ojeda y otros funcionarios federales supervisaron avances en la planta fotovoltaica que está llamada a ser la más grande de Latinoamérica y que es emblema del Plan Sonora de Energía Sostenible, un ambicioso conjunto de obras que apuntan a posicionar esta entidad en el liderazgo de la transición energética en el país.
Pero en el México de contrastes la transición energética no significa nada para los seris que no tienen agua ni para beber. Bueno, no tenían, porque desde hace más de 10 años se construyó la primera planta desalinizadora (hoy hay dos, que a veces funcionan y a veces no), pero los seris quieren agua dulce y así se lo hicieron saber al presidente desde su primera visita hace más de cuatro años. El presidente bajó la instrucción al gobernador Durazo y este, coordinado con la Marina y la CNA se dieron a la tarea de buscar una fuente de abasto.
La encontraron en el rancho “El Coyote”, debajo de la tierra, a 150 metros de profundidad. Adquirieron el predio, perforaron el pozo, lo equiparon y paralelamente comenzaron a abrir una zanja de 78 kilómetros desde allí hasta El Desemboque y luego hasta Punta Chueca. A lo largo del camino de terracería se pueden ver los tubos que conducirán el agua dulce hasta esas comunidades que, cuatro años y 178 millones de pesos después de aquella primera visita presidencial, contarán por primera vez en siglos, con agua dulce para su consumo.
Esta tipo de cosas se resumen en una sola palabra: justicia. Justicia para los más pobres, algo que en un país mayoritariamente poblado de pobres aparece en los documentos básicos de todos los partidos políticos y de todos los gobiernos, pero los milenarios seris están allí ese sábado 6 de julio de 2024 para documentar que una cosa son las palabras y los documentos, y otra, muy otra, las acciones.
III
Y están allí, bajo una lona que apenas filtra el fuego solar pero no detiene el viento candente que arrastra el polvo y lo adhiere pegajosamente a las pieles sudorosas, muy democráticamente porque eso sí es para todos y todas. Hasta la virtual presidenta electa apechuga los 40 grados del desierto sonorense y traga el polvo que inopinadamente ‘empaniza’ a la concurrencia.
Cuando hablo del fenómeno político-social que es López Obrador me refiero a eso. No parecen las mejores condiciones para extender los discursos, pero el presidente trae un mensaje. Tiene que ver con el hecho de que por primera vez una mujer será presidenta de México. Y, fiel a su vocación de historiador empírico, cita los 200 años del México independiente que nunca tuvo una mujer gobernante; se va más atrás, hasta la época de la colonia y habla de los virreyes y de los conquistadores europeos que eran solo varones en este país. Ya emocionado se va hasta la época prehispánica y dice que allí sí hay vestigios de que gobernaron mujeres, por ejemplo en Campeche o en Palenque, donde la Reina Roja gobernó por allá en los años 600 antes de Cristo…
Y allí están todos en el rancho “El Coyote” escuchando la disertación del presidente que remata con lo que les decía al principio: la transmisión del mando a una mujer sobre la que se deshace en elogios y vuelve sobre lo que parece una fijación. Es una mujer muy preparada académicamente, “es doctora en ingeniería, ¡‘magínensen’!”, dice, y acota: pero eso no es lo primordial, lo más importante es que ella no se dedicaba a otra cosa, a otras actividades, que son dignas y respetables, como ser empresaria, no. Ella desde niña estaba luchando por los más pobres, es parte del movimiento, es fundadora de Morena…
Un viento caliente pasa por debajo de la carpa y llena de polvo a todos, pero el presidente no se arredra en su discurso. Reitera que Claudia hizo la licenciatura, la maestría y el doctorado “que es un posgrado”, abunda con orgullo. Y vuelve sobre lo mismo: “pero lo más importante es que no es una advenediza que se dedicaba a otra cosa y de repente le dio por la política; siempre ha luchado por el pueblo, desde niña”.
La formación académica, sostiene, no es tan importante porque los mejores presidentes que ha tenido México no la tenían. El mejor presidente, que ha sido Lázaro Cárdenas, llego hasta tercero de primaria. Benito Juárez apenas terminó la licenciatura. Y en mi caso, yo terminé la licenciatura de milagro, dice.
Y hay aplausos y ‘vivas’ y porras y una señora indígena que lo interrumpe a gritos que, desde el área de prensa fueron inaudibles, pero asumo que lo baño de melcocha porque el propio presidente le cortó el rollo y le dijo que ya era demasiada miel y la llamó a la confianza porque él ya no será presidente, pero Claudia “será mi presidenta y la de todos los mexicanos”.
Luego comenzaron a irse todos. Los presidentes y el gobernador en las Suburban blindadas y escoltadas por marinos y soldados, los demás en los carros en que llegaron. En un paraje cercano, un helicóptero estaba listo por si cualquier cosa y militares de élite cuidando todo el perímetro.
Esto fue el sábado. El domingo se repitió el capítulo pero con la tribu yaqui, donde también estuvo Claudia Sheinbaum comprometiéndose con la continuidad del ‘humanismo mexicano’ que le restituyó otras 13 mil hectáreas a la etnia para sumar más de 45 mil para demostrar que la lucha contra el racismo y el clasismo es una realidad desde que llegó el presidente López Obrador.
Para despejar dudas -si es que aún las había- la virtual presidenta electa se comprometió, tanto con los seris como con los yaquis, a dar continuidad a los programas del gobierno del presidente en funciones.
Por cierto, en Vícam el presidente se comprometió a regresar a Sonora antes de que termine su mandato. Y dijo que lo haría a condición de que lo acompañara Claudia Sheinbaum. Después, ya que termine esa gira, Sheinbaum hará una gira de agradecimiento por todos los estados, ya sin el presidente en funciones.
Esto va para largo…
IV
Del otro lado las cosas no pintan bien. Es más, parece que pintan mal. La Asamblea Nacional del PRI aprobó la reforma a los estatutos que entre otras cosas permiten la reelección de Alito Moreno por dos ocasiones más. La delegación de Sonora votó en contra y eso pinta un escenario interesante entre los tricolores del estado, donde el jefe de jefes sigue siendo Manlio Fabio Beltrones, hoy en disputa con Alito Moreno por ver quién es menos neoliberal y qué fichas tienen para negociar con la hegemonía del poder en turno.
Luego volvemos sobre este tema que está ardiendo.
V
Punto y se acabó. El muelle de Kino Pueblo quedó chingón. Ese lo construyó el alcalde (2006-2009) Ernesto Gándara y en su momento fue una fiesta porque “El Borrego” lo hizo en esa lógica hoy tan en boga de invertir en opciones que se traduzcan en beneficios para pueblos históricamente marginados.
Al muelle le pasó un huracán y lo hizo trizas. Luego lo reconstruyeron pero con materiales que no volvieron a resistir la furia de la naturaleza.
Tuvo que venir el Toño Astiazarán para reconstruir de fondo ese paseo turístico con innovaciones arquitectónicas, materiales más resistentes y un concepto basado en lo que es el fuerte del alcalde: la sustentabilidad.
Lo que sea de cada quién, el muelle quedó chingón después de invertirle 39 millones de pesos (de recursos municipales, esto es importante) en un proyecto que pidió la ciudadanía a través del programa CRECES, que involucra a la gente en las decisiones sobre lo que se tiene que hacer en materia de obra pública.
El único pedillo de este buen intento por dotar a Kino Pueblo de un espacio que genere visitas y derrama de dinero en la localidad, es esa pequeña turba de gente que, sin intenciones políticas, simplemente con su pendejismo a cuestas, suponen que su vida está vacía si no pasan a chingar proyectos bien intencionados.
Con un agregado: también soy de la idea de que el muelle debería tener un área de ‘clavados’, pero eso implicaría blindar toda la zona con rescatistas y lo que sea necesario para salvar la vida de la gente intrépida que quiere demostrarle al mundo no sé qué cosa, o hacer un ‘tik-tok’ viral, aunque en el intento se desnuquen tratando de subir a las pérgolas.
Tampoco me extraña mucho lo que sucede, porque estamos en Hermosillo, donde hay pura finísima persona…
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