Mi gusto es…(o la otra mirada). Por: Miguel Ángel Avilés
En algún lugar de mi pueblo, de cuyo nombre al rato debo acordarme, hace mucho tiempo, poco más de treinta y siete años, vivía un hidalgo que se creía de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
El personaje de marras, en realidad era un payaso que se había pasado algunos lustros desempleado por voluntad propia, y su única actividad consistía en pasearse a lo largo y ancho de su país de origen, diciendo que todos los de su mismo oficio que a la fecha habían pisado el escenario para ofrecer su espectáculo no servían para nada y que aparte de fracasar en su intento de ganarse al público, al final de la función, aquel lugar quedaba temblando porque sus colegas en turno, se habían llevado todo.
A este nuevo albardan no le faltaba razón. Gracias a los Clowns en turno quienes habían desfilado por largas primaveras, el circo, aparte de lo paupérrimo que estaba, todo él era un asco.
El público lo sabía y parte de él lo señalaba, reacción que, según el payaso en la antesala de su debut, era una postura heroica, muy digna de quien alza la voz porque está cansado de que le den gato por liebre, después de estar ahí, aplaudiendo como un changuito de cuerda, a cambio de nada o de puras ilusiones.
Llegó el momento en que ambos hicieron clic pues uno estaba harto e inconforme y el otro juraba que, si él brincara a la tarima pública, todo sería diferente y aparte, esos que ya no entretenían ni eran soportados, habrían de ir a las mazmorras en cuanto él saltara y pusiera en práctica su inédita forma de hacer comedia.
Para no sacar a patadas a los de siempre, alguien tuvo la gran ocurrencia de poner tres carpas, y una sola taquilla, para que luego no dijeran que se regalaban las entradas y de esta forma le permitieron al pueblo bueno y sabio que fuese él quien decidiera qué boleto comprar.
Fueron los años de terquedad o algo que la metafísica lo tiene guardado para revelarlo en otra ocasión, pero el nobel payaso, llenó el foro y no hubo forma de regatearle el triunfo, ese tan buscado y que, gracias a la voluntad, por fin había llegado.
Ni hablar, los otros se fueron con el sol cuando moría la tarde, unos a su casa, otros al extranjero, y el nuevo rey de los payasos, en contraste, aparecía por primera vez, muy de mañana, prometiendo que a esa hora, diariamente estaría brindando su función para todo mundo y, además de sus propias rutinas, haría acrobacia, equilibrio, escapismo, malabarismo, pantomima, Ilusionismo sobre todo y maromas desde lo más amplio del trapecio.
También se contaría con arlequines, bufones, forzudos, hombres bala, mimos, y otros por el estilo, dispuestos a no perder su trabajo y por tanto ,estarían resignados a festejarle lo que fuera.
En su debut, algunos se quedaron con un sabor agridulce ,ya que si bien esa forma de payasear tan de madrugada era inédita, eso de que el actor principal hablara y hablara y hablara, sin dar oportunidad de que nadie lo interpelara, no era la mejor forma de presentarse y decir, “mírenme, por fin estoy aquí”.
El problema estuvo cuando lo dulce se fue derritiendo y solo se quedó lo agrio, es decir, lo que hizo el primer día, lo repitió al siguiente y así, a diario, repitió y repitió y repitió, como el borracho que reclama toda la noche sobre un mismo tema, como si nadie lo hubiera escuchado y lo dijera por primera vez.
Los espectadores le dieron el beneficio de la duda aguantándolo algunos meses, pero cuando la cochi torció el rabo fue cuando los asistentes vieron que se contaban los mismos chistes o algunos peores, sin que nadie más pudiera decir nada, solo él y así se le iban las horas, acusando al pasado y justificando los pocos logros del presente.
Los niñas y niñas que pudieron asistir, veían la función del payaso, con los ojos más abiertos y sincerándose con sus papás, les dijeron que el protagonista en turno los cansaba pues estaba haciendo y diciendo lo mismo que realizaban los otros, por más que afirmara que era diferente.
Según la chiquillada pues, el que se la pasó arremetiendo contra los demás payasos acusándolo de su mala comedia y lo olvidada que tenían la plaza que les daba mucho a ganar, eran igualito a estos y se los estaba cuenteando pero los grandes no solamente no le hicieron caso, sino que trataron a sus hijos de ignorantes y guardar algún rencor en su contra, ya que solo así podían decir en eso respecto a lo que a ellos, les parecía que no se había realizado nunca.
Como no se trataba de que entre las familias hubiera conflictos ni pleitos innecesarios, padres e hijos acordaron ir juntos todos los días a la función de este juglar y ponerlo a prueba sobre nuevos chistes o nuevos trucos o algo que vinieran a transformar de verdad la historia de cómo ganarse al público con algo que significara un antes y un después tratándose de esta labor circense.
Al ver el foro hasta las lámparas, el payaso sonrió considerando que la tenía entusiasmados al contar de nuevo el chiste o la anécdota que cincuenta veces antes ya se las había contado hasta la saciedad y únicamente él se reía.
Fue entonces que los niños y las niñas empezaron a preguntarle sobre lo que les había prometido cuando todavía no lo dejaban subirse al tablado, en el sentido de castigar a los sus antecesores por el cochinero que le dejaron y de que su actuación sería la panacea de todos los males que esa comarca sufría los cuales pronto quedarían en el olvido.
El destinatario de los cuestionamientos, al principio se hacía el desentendido o cuando daba una respuesta tardaba casi media hora en hacerlo, contestando todo, todo, todo, menos lo que le habían preguntado. Los infantes en vez de reír, se mostraron aburridos y le volvieron a recordar sobre todo lo que haría, sin que a esas casi de las últimas funciones, reconociera que había sido tan igual como los demás o en un descuido peorcito y él, con una risita nada oportuna, lejos de darles la razón, se ponía a culpar al payaso fulano o al payaso mengano o al payaso que no lo dejó actuar antes que este turno o, sin recato, encaraba al niño o niña que le preguntaban cosas que lo ponían rojito como la bola que traían en la cara para lucir y se la agarraba para que no se le cayera ahí.
De eso se percató un niño y le dijo algo aprendido como de memoria : “no importa si usas o no usas nariz… lo importante es si hay verdad en lo que haces”
Todos se quedaron muy serios cuando escucharon esa frase que ahora que consulto, me entero que es de un señor de Catalunya, España, que se llama Alex Navarro y que seguramente ha de ser de esos que no nos quiere pedir perdón
Sabrá dios, o cualquiera que se crea dios , o rey o amo de todos nosotros , pero lo cierto que a otro niño le siguió la vasca en eso de dar en el clavo y frente a tantas evasivas y excusas del hombre que tenían enfrente , no aguantó más y espetó :
“Usted si es un payaso …si lo es, pero es un payaso de rodeos, eso es lo que es “
Y se fue de ahí, dándole la espalda, al igual que el resto de la infantería que los acompaño al llegar, también caminaba atrás de él , mientras en el sonido local , parecía escucharse una cancioncita de Caballo Dorado o vaya usted a saber…