La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
En los años veinte del siglo pasado, los sonorenses en el poder advirtieron que la Ciudad de México estaba integrada por una constelación de municipios que vivían elecciones cada dos años, y la efervescencia electoral nunca terminaba.
Repararon que hacer obra y tutelar aquella profusión de entidades se tornaba imposible, la dispersión de intereses provocó problemas materiales, administrativos, fiscales, políticos, sociales y de salud pública.
La capital era un problema para la postrevolución, urgía contar con otra administración en la capital del país -asiento de los poderes federales-, esta debía constituir una ventaja antes que un enjambre de alcaldes provenientes de facciones políticas incontrolables.
La reforma la instrumentó Plutarco Elías Calles el 31 de diciembre de 1928 y esta dio origen al Departamento del Distrito Federal. La facultad de nombrar un jefe del DDF quedó bajo atribución del Presidente de la República.
Esta figura política y administrativa se mantuvo hasta 1994, y otra reforma modificó la anterior y llevó al triunfo electoral a Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno de la Ciudad de México en 1997. Este grupo político se hizo de la capital del País.
La creación del DDF quedó en el imaginario como una figura antidemocrática, anulaba los derechos políticos de los ciudadanos al no poder elegir a sus autoridades. Existía representación en la legislatura federal, pero se consideró insuficiente.
La obra e inversión en la Ciudad de México desde 1929 hasta 1997 es impresionante. Aquel amasijo de municipios se transformó en un referente mundial como metrópoli, rivalizando con las grandes urbes y protagonizando una olimpiada y dos mundiales de futbol.
En 1969 se inaugura la primera línea del Metro, un avance modernizador junto a avenidas, parques y una catarata de obras a lo largo y ancho de la ciudad. Veintiocho años después, la ciudad contaba con once líneas de trenes, un sistema colectivo de transporte en buen estado, una estructurada red de ejes viales, un drenaje profundo entre otros resultados edificados en este periodo, es evidente que existían problemas, aun así, muchos quedaron resueltos.
El año 2000 arriba a la jefatura López Obrador, comienza su fábula y su estilo, electoralismo y farsa, después de 27 años de gobiernos provenientes del mismo grupo los problemas han empeorado, en 30 años únicamente han construido una línea de Metro y esta colapsó, actualmente el sistema colectivo de transporte se cae a pedazos, el segundo piso se hizo en la opacidad y fue insuficiente, el que construyó Ebrard pertenece a particulares.
Han fabricado un cuento: “La ciudad es progresista”, argumento pobre; la seguridad fracasó, los carteles del narcotráfico abundan, las inundaciones son una constante, la escasez y contaminación de agua en la capital es alarmante, destruyeron un aeropuerto en construcción, la corrupción, nepotismo y autoritarismo hacen palidecer al pasado, administran un alud de problemas que nunca solucionan.
Los populistas mantienen la movilización, disparan las emociones y dividen a la población en buenos y malos; en contraparte, acumulan poder. La capital tiene una Constitución redactada por ellos, un Congreso local sometido, todos los poderes de la ciudad los han colonizado, aunado a una heterogénea constelación de alcaldías, la mayoría en su poder.
La demagogia es la respuesta a los conflictos mientras dinamitan entidades independientes, intentan distraer de su debacle con desplantes patrioteros y procuran desesperadamente resucitar el fantasma de Díaz Ordaz.
Esto ha sido su gobierno en la capital de la República, y hoy lo padecemos en el País. De la administración hacen un botín, y del ejercicio del poder un circo, destruyen las instituciones y saquean el erario. Sin democracia vienen tiempos negros.