Se acabó. Mañana martes Claudia Sheinbaum estará ciñéndose la banda presidencial al pecho y López Obrador despidiéndose de un sexenio que comenzó y terminó de manera trepidante en todos los órdenes.
Por ser la primera mujer presidenta de México, y la que ha llegado con l mayor legitimidad, con el mayor número de votos en la historia -seis millones más que AMLO- se esperaría que el protocolo de toma de protesta fuera un derroche de civilidad, formalidades y cortesías políticas.
En el recinto legislativo de San Lázaro, sin embargo, comenzaron a levantarse vallas metálicas desde el sábado antepasado, en previsión de protestas de grupos opositores que advirtieron con manifestaciones para impedir que Claudia Sheinbaum tomara posesión. Para venir de una oposición política, social y moralmente derrotada, la advertencia tuvo una reacción desmesurada y la movilización de cuerpos de seguridad de todos los niveles, incluyendo al Ejército, la Marina y la Guardia Nacional.
Parecería exagerado, pero no tanto si se considera que López Obrador siempre tuvo una manera muy peculiar de ‘cuidar su investidura’, como acaba de dejar constancia la semana pasada al amurallar con tres hileras de vallas metálicas Palacio Nacional, en previsión de la manifestación por el X aniversario de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa que, quien lo diría, en seis años pasaron a ser una de sus bases de apoyo, a formar filas en la reaccionaria derecha conservadora, según la versión oficial.
Forzando mucho el símil, lo del martes podría parecerse a lo ocurrido en 2006 cuando los morenistas, entonces militando en el PRD y organizaciones afines intentaron impedir la toma de protesta de Felipe Calderón. Hay, desde luego un mar de diferencias, comenzando por el resultado electoral cerradísimo y siempre manchado por la sombra del fraude, que favoreció al michoacano.
En el caso de Claudia Sheinbaum, el resultado en su favor fue arrollador respecto al de su competidora más cercana, Xóchitl Gálvez y eso permite que dentro y fuera de San Lázaro la mayoría morenista no se compare con la composición de aquella entrante legislatura de 2006.
Pero, reminiscencias aparte, es claro que actualmente hay un choque frontal bastante ruidoso mediáticamente entre aquellos que no solamente no reconocen una sola cosa que haya hecho bien el presidente, y los que asumen como dogma de fe, que no hay una sola cosa que haya hecho mal.
El debate pasa, desde luego por lo cuantitativo. Si uno se asoma a las papeletas electorales verá que estos últimos son los más. Aquí caben desde los sesudos analistas e intelectuales orgánicos del obradorismo, pasando por súbitos poetas desgarrados; obreros y campesinos que se postran y besan la mano del presidente con sincero agradecimiento, hasta los más abyectos oportunistas que ayer lo hubieran apuñalado por la espalda si se les hubiese presentado la oportunidad, y hoy tienen episodios orgásmicos si consiguen que el mismo les firma su más reciente libro.
Si en cambio, usted se asoma a ciertos medios corporativos y a buena parte de las redes sociales, señaladamente Twitter (X), se encontrará con una legión de cuentas opositoras de todo tipo: algunas delirantes y reales como las de Pedro Ferriz de Con o Lilly Téllez; el primero perdido en un soliloquio en el que jura y perjura tener las pruebas de que quien ganó la elección presidencial fue Xóchitl Gálvez; la otra difundiendo un video en el que asegura que será a ella a quien le ceñirán la banda presidencial.
Cito solo las dos más esquizofrénicas porque tienen a figuras públicas tras de sí, pero como esas hay miles. Como miles hay que, desde el anonimato, sistemáticamente transitan el escabroso sendero de la incitación a la violencia, y con sumo desparpajo (e irresponsabilidad, diríase) asumen que la única manera de impedir la continuidad de ‘los comunistas’ y que México se convierta en Cuba, Venezuela o Nicaragua, es el asesinato.
La verdad, nunca, ni siquiera durante la campaña electoral había visto un ecosistema tan tóxico en X. El ambiente está súper crispado y deja la sensación de que en cualquier momento puede incendiarse la pradera. Lo peor es que no se ve, ni por un lado ni por otro la prevalencia de voces que llamen a la mesura; al contrario, no son pocos los y las dirigentes políticas, funcionari@s o gente con algún tipo de liderazgo, que le soplan con singular vehemencia a las brasas de la discordia.
La realidad da para mucho en ambos planos. Lo que ocurre en Culiacán o Guerrero; la descomposición del tema Ayotzinapa o el zipizape diplomático con la corona y el gobierno español son yesca seca para el incendio verbal; del otro lado la realidad es que AMLO termina su sexenio con los niveles de popularidad más altos que cualquier otro presidente en el ocaso de su mandato y eso lo dicen las encuestas y las urnas.
Finalmente AMLO ya se va (pero se queda) y lo que sigue es esperar las primeras decisiones que comience a tomar Sheinbaum ya como presidenta. El anuncio de que su primer acto será apersonarse en Acapulco para atender personalmente la tragedia por el huracán John, es un vientecillo, ligero, de esperanza.
II
En este contexto en el que se han citado los desaciertos presidenciales, es imposible no aludir a los saldos positivos de la última visita del presidente a Sonora; la última también de Claudia Sheinbaum como presidenta electa, porque resumen de alguna manera la idea de la continuidad que esta última ha venido manejando como parte de su discurso.
Junto al gobernador Alfonso Durazo, los presidentes entregaron el acueducto yaqui y el Distrito de Riego 018 que potencialmente abriría al cultivo unas 40 mil hectáreas en territorio de la etnia.
Asimismo, inauguraron el hospital IMSS-Bienestar de Vícam Switch, que ya comenzó a operar y que atenderá a la población de los ocho pueblos yaquis, hasta entonces atendidos en clínicas precarias e insuficientes, obligados a viajar a Guaymas o Ciudad Obregón para atender sus problemas de salud.
Por cierto, ayer se hizo el anuncio de que a raíz de esta gira, el presidente dio a conocer el decreto mediante el cual se institucionaliza la entrega de una pensión vitalicia a padres y madres de las víctimas del incendio en la Guardería ABC, de Hermosillo, el 5 de junio de 2009.
El decreto incluye también a niños y niñas que resultaron heridos de forma permanente en aquella fatídica conflagración; a ellos se les otorgarán becas para continuar sus estudios, lo que fue reconocido por el gobernador de Sonora.
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