Mi gusto es.. (o la otra mirada). Por: Lic. Miguel Ángel Avilés
Al respecto ya contamos con muchos estudios que desmienten, con irrefutables ejemplos de por medio, esa idea de que la mayoría siempre tienen la razón.
No obstante, hay quienes están casados con esto último y sacarlos de ahí, es imposible.
Su postura es válida si consideramos que ese ejercicio decisorio es lo menos falible al momento de escoger entre tal o cual hombre o mujer que nos representará frente a la cosa pública y en cualquier actividad en donde se recurra a este método.
Pero de ser válida a considerarse como lo incontrovertible y el paso a dar para que se justifique o aplauda toda acción que se haga a nombre de esto, hay muchos asegunes.
Muchos no lo aceptan y cualquier intento para hacerlos cambiar de opinión es en vano porque, de inmediato, como la cruz frente al demonio, estos te encañonan con su dogma y piden que se vote.
A mi este aferre ideológico un poquito de miedo pues en caso de que mi espíritu democrático se sumara a ella nomas para que no me acusarán de conservador o apátrida o fascista o apóstata o fundamentalista o profano, nada tendría que objetar yo si voy por la calle, distraído cual siempre y de una esquina, sea de noche o de día, me salen cinco tipos con fisonomía irrefutablemente lombrosiana y luego de una advertencia de que no me pase de lanza o de lo contrario me puede llevar el rancho en donde ahora vive el ex presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, me allano a su pedimento, flojito y cooperando, me quitan la cartera, mis zapatos sin cordones que apenas tenían una puesta, la mochila que cargaba en la espalda, un termo regalado por un buen amigo y echan la carrera hasta perderse de mi vista.
Dije que eran cinco y frente a mí, hasta Jordi Rosado o el honorable Licenciado Peña, saben que son mayoría, por tanto no me queda más que hacer de tripas, corazón y en lugar de ir a la fiscalía para interponer mi denuncia, tendría que publicar un desplegado o salir a dar la cara frente a los medios y sin cartera, sin zapatos, sin mochila y sin termo, reconocer esta derrota frente a tan democrático asalto.
Ni hablar, ante esa creencia, la mayoría es como la flor imperial en la baraja y ni una mano con el cirio pascual incluido, la mata y si me demuestran lo contrario, se someta a votación o no, me pinto el cabello como la Marie Gouze de nuestro país, es decir, como la prodigiosa Rosario Piedra Ibarra.
Si mis recursos didácticos no son aún bastantes para convencerlos a ustedes que minoritariamente me están leyendo, podemos ubicarnos ahora en un juego de futbol y observar, sin inmutarme, como el árbitro tiránico sin contrapesos, frivoliza su papel en el terreno de juego y expulsa así nomás a cuatro de un equipo, mientras deja a los once del otro quienes son los que se llevan la victoria con aplastante marcador.
Al resultar ganadores estos últimos nos tendremos que quedar en silencio y ante todo orgullosos, porque la que triunfó fue la mayoría, sea como haya sido, que caray.
Mientras digieren mi exposición y les cae el veinte de que eso que hasta la fecha nos han vendido como el más equitativo escrutinio popular, tiene sus peros y sus cuestionamientos, déjenme les cuento de unos discípulos arrepentidos en las charla que di al respecto en Atenas y semanas después en Azcapotzalco, Álvaro Obregón Tlalpan y de regreso en la Piedra Bola, quien no daban crédito a su ingenuidad por haber tenido como infalible ese catecismo que les vendieron y en el cual le decían que la mayoría siempre de los siempre tenía la razón.
Algunos quemaron cuanto panfleto encontraron en su mochila, y se tiraban al piso, no sin antes escupir a casa santo que en esas páginas y no se calmaron sino hasta que les pegué con saliva un detente del lado izquierdo de su corazón.
La culpa, sin embargo, les decía que su arrepentimiento no era sincero y que había que flagelarse con más dureza, con mayor brote de sangre a través de latigazos más fuertes y ni modo, tuve que quitarme el cinto y con tal de que ya se quedaran en paz, le cruce dos o tres cuerazos en todo lo ancho de su lomo.
Salvo la mejor opinión de ustedes, estos ejemplos son elocuentes para entender que la mayoría, perse no es la garante de los más atinado y también yerra.
Uno de los pasajes más citados, para que nos quede duda de esto, es el referendo de Poncio Pilato en el que la mayoría de la población exigió la liberación de Barrabás y no la de Jesús.
Exacto: no por ser mayoría, estaban en lo correcto.
De igual forma se puede hablar del gran respaldo popular a don Fito Hitler y lo que todos sabemos al respecto en torno al tema.
Al final, si es que tenemos memoria ,quien las mandaba tocar y decía a qué horas se acababa la música, no era esa muchedumbre que eligió, sino exclusivamente el único que fue elegido y no obstante se les hará creer lo contrario.
Entonces, pues ¿es la mayoría la que gobierna o no?
Yo creo que no y lo que es peor, ávidos de seguir jugando el papel de súbditos, disfrutamos la existencia de las jerarquías y nuestra función obediente o servil, aun piensa que hay razas superiores y, por tanto, con el derecho a someter, esclavizar y hasta eliminar a las inferiores.
Aguas: en nombre de esta creencia se sometió a la población negra y a los pueblos originarios de América.
Por eso la mayoría no siempre tiene la razón, insisto. En otras, indiscutiblemente, sí, pero no es el bálsamo, el elixir, el infalible colirio que nos ponga frente a nosotros como sociedad, la decisión más correcta y justa.
Aclaro que la figura de la mayoría no es un término por sí erróneo o digno de echarse a la basura, el problema radica cuando, en su nombre, más de un engaña masas se aprovecha y ensucia la buena fe de la bondad popular auto declarándose como sus supremos salvadores y protectores, sin reparar en su arrogancia y demagogia.
Cierto es que este mecanismo supuestamente, como un mecanismo de empoderamiento ciudadano para que no se aprovecharan de su voluntad pero
lleva consigo la manipulación psicológica del colectivo social y se aprovecha de circunstancias generales de un mal común como la pobreza y sus derivaciones.
Lo dijo Tocqueville: “una mayoría de iguales, al igual que un gobernante único y todopoderoso, podía abusar de su poder .
En una democracia, este abuso se convierte en la “tiranía de la mayoría”
No obstante cada uno de los que la componen, la defenderan frente a cualquiera que la señale como un riesgo.
Tal vez porque así se lastiman menos, haciéndose a la idea o creyendo, regocijantes, que verdaderamente, tienen el poder.