Mi gusto es.. (o la otra mirada). Por: Miguel Ángel Avilés
Para algunos “La música es el eco de la amistad“. Para otros, “Un amigo es como una nota musical que le da ritmo a tu vida” y “La amistad es como una canción que resuena en el corazón“.
Para mi entrañable amigo Mario Arturo Ramos Muñoz no sé qué sería la música y si alguna vez me lo dijo, en el mercado municipal de Hermosillo, en una cafetería, en mi oficina, en Culiacán, en Mocorito, aquí en casa, en la ciudad de México no recuerdo pero lo cierto es que si yo le hubiera citado esas frases mencionadas al inicio muy probablemente se ríe primero de mi o conmigo, no sin decirme que no fuera mamón y enseguida, poniéndose muy serio, porque, aunque no lo crean, a veces se ponía, me hubiera dicho mil cosas al respecto, entreverado con una ocurrencia y de nueva cuenta yo hubiera agradecido a Dios haberlo tenido como amigo y estar ahí, conversando de tantas cosas, de las muchas que le aprendí.
De tantas cosas hablábamos, efectivamente, como la política, la comida, los viajes, las viejas, el café malo y el buen café, los amigos, la industria musical, su familia, los recuerdos, su memoria, la ocurrencia, su salud, el eterno litigio con Cantoral, la mentira, la verdad, sus recorridos, el barrio de La Cruz, la asesoría en cuestiones autorales, la central camionera, tus visitas a la capilla del Carmen para saludar al Alonso Vidal ya en ese nicho, las mañanas que llegarías, tus llamadas de domingo, el hotel Montecarlo, Alberto Ángel el Cuervo, Eduardo Magallanes, Los Hermanos Castro, Manuella Torres, José Jose, esos mas que interpretaron tus canciones, y tantas historias y tantos amigos de quienes pude saber por medio de ti y de los cuales, frente a lo que fuese, siempre le refrendaste tu lealtad
De tantas cosas pero si un hilo conductor había ahí, era la música.
Y si acaso miento, hasta que vuelvas detengo el tiempo, que nadie pise tu recuerdo y acá te espero, de nuevo, como tantas ocasiones, primero en ese hotel que te digo, que de viejo pudo caerte encima pero terco así como lo fuiste, ahí querías llegar, pero renovaste tu padrón de amigos, algunos desaparecieron, otros murieron, dos tres estaban a punto de hacerlo y los más recientes entramos al quite para que alguien de tu estatura intelectual, musical, y humana dejara de andar del tingo al tango por más que batallamos para que te dejaras querer.
Creo que fue esa tarde de fin de semana, en Sanborns cuando, quizá sin darnos cuenta, afianzamos nuestro pacto de amigos o a lo mejor no fue sino el resultado de tu estrategia para engancharnos, así como los testigos de jehová, persuaden a sus fieles y de pronto ya figurábamos como alcahuetes, fanáticos, cómplices, apasionados o súbditos de ti que encabezabas el desentierro de La Voz del Norte y, de ahí en adelante, continuamos fortaleciendo una amistad gracias a un montón de razones pero en medio de todo eso, tú como un experto o un genio, yo como un ignorante, estaba la música.
Les comparto algo de lo que di a llamar “Los Tratados de Sanborns:
“..Irá el “Cheyk” me dijo Mario Arturo, supongo que para convencerme, y cuando llegué, ahí estaban ya los dos.
Mario Arturo ya nos había adelantado algo de eso-nos hablaría del proyecto de La Voz del Norte-y uno, que es medio acomedido, se hizo presente poquito después de la hora programada.
¿Quieres unos molletes?, me preguntó luego luego el “Cheyk”, yo le dije que sí con un movimiento de cabeza y cuando alzaba mi mano para llamar a la mesera, el “Cheyk” me arrimó los que él se estaba comiendo porque ya se había llenado.
Con esa generosidad dio inicio la charla y Mario Arturo, mientras nos entregaba una pequeña réplica de la edición, nos rafagueó con toda la historia-en su primera y segunda época-de esta publicación que ahora usted tiene en sus manos.
Yo me apresuré a pedir un café antes del que el “Cheyk” me quisiera compartir de la cerveza que se estaba tomando y, con toda la convicción que uno puede ser capaz, le aseguramos a Mario Arturo que, por supuesto que sí, que le entrabamos a esta interesante apuesta cultural y que perdiera cuidado pues cada semana, puntualmente, le estaríamos entregando nuestra colaboración.
No conforme con eso, Mario Arturo también nos amarró para distribuirlo y nos informó que cada siete días nos llegaría a nuestros respectivos domicilios un paquete “con unos cuantos ejemplares “para que los repartiéramos.
Uno ya debería saber que cuando nos dicen “unos cuantos”-tal como los rancheros responden “poconas”,”poconas”, enseguidita de que uno les pregunta que tantas de cabeza de ganado tienen-es que son un chingo y un poco más.
Y en efecto, así fue: a los días una reconocida firma de mensajería, al no encontrarme en mi casa por razones de trabajo, empezó a dejar con los vecinos el tosco envío prometido por Mario Arturo, conteniendo “unos cuantos” ejemplares de “La Voz del Norte”.
Los vecinos, por supuesto, no sabían de “Los Tratados de Sanborns” firmados unos días antes entre Mario Arturo, “El Cheyk” y yo, así es que al enterarse nomás del lugar de origen pero no del contenido, por un tiempo los comió el morbo y se dejaron llevar por el estigma, de tal suerte que cuando me veían llegar a mi casa desde la suya, gritaban con un dejo de cizaña: “le llegó un paquete de Sinaloa!!” y me entregaban el misterioso cargamento con las debidas precauciones que su prejuicio les dictaba.
A partir de entonces, fiel al proyecto y desde luego al Gato, es decir a Mario Arturo, me he dedicado en cuerpo y alma a distribuir, como dios me da a entender, la mayor parte de los ejemplares que me llegan”.
“Lo que a ti te gusta es la música rural” calificaste, como si fueras un orientador vocacional y no me quedó otra más que aceptarlo, luego de recordarme, asociándolo, que mis preferencias eran la música norteña mexicana sobre todo de antaño, la chicana, la Tex-mex, la country, el vallenato y los creddence.
Me acuerdo que estábamos sentados tomándonos un café en no recuerdo que parte y hablamos de lo que te dé la gana, tú a veces en un monólogo y yo queriendo aprenderte más, te hacia preguntas de esto o aquello de algún dato, de un intérprete, de un autor, de una canción de fama, de algún género o de lo que nos viniera en gana, al fin y al cabo, ya éramos compas y nos dábamos cuenta que éramos muy parecidos.
Si fue verdad o fue mentira esta amistad, ya me lo dirás cuando te encuentre.
Si mucho o poco de lo que me contabas eran inventos o fantasías, no importa, si al fin de cuentas la vida también es así y que más daría yo para que lo que tú hijo Dante nos comunicó esta semana, fuera una broma a tu estilo pero no era así, y resulta que había llegado ese momento que pudiste advertirnos a cada rato o podía suscitarse inevitablemente, más sin embargo, me fue imposible digerirlo con la paz y la resignación que a lo mejor nos pedirías o con la calma que tuviste ese mediodía cuando llegó el final y no pude evitar una gran tristeza y un dolor y algunas lágrimas frente a lo ocurrido, sin que dar más que vivir esa emoción que solo he vivido con familiares muy cercanos o amigos verdaderos que les ha dado por morirse justo cuando más los quería uno y de eso nos damos cuenta tres segundos después de que ya no están y lo que sigue en el tiempo.
Es aquí cuando uno no puede responder que es lo que pasa con algunas ausencias pues se puede tener muchos amigos o eso cree uno y sabemos que los queremos pero hay casos especiales que duelen mucho pero mucho más y puede que se deba a lo significativo que fueron para ti.
La neta no sé qué hubieras hecho tú si yo te gano y me muero antes. Me haré a la idea que, mínimo, me escribes un corrido o una canción o un pregón o ya de perdida una esquela en Facebook.
Me haré a la idea, nada más pero créeme que no me hubiera gustado que eso pasara, ni tu muerte ni la mía querido Gato, así como tampoco quiero que ocurra la de otros grandes amigos que aún tengo y que no quiero que se vayan nunca o si me apuras , de pronto hubiera deseado que no lo fueran para no dolerme tanto cuando ya no están como pasó con El Yepiz, El Chava, El Gelasio, El Julio, El Armando, El Vejar y ahora tú Pueden ser los maravillosos años de amistad, es probable, y no obstante, nada asi siento con dos tres que parten y no los lloro ni los extraño a cada rato. Entonces puede que ese ramalazo por su ausencia o porque de un de repente les da por irse, se deba a los momentos gratos y de gratitud que tuvimos con esa persona.
En fin, para sentir un poco de paz, me imaginaré que ya lo tenías agendado y si me apuras puede que algo haya de cierto porque eras tan terco que eras capaz de quererte comer unos chicharrones dejando vivo al cochi.
Es más: hoy quiero reírme por tu ausencia. No quiero que me duelas tanto como hace tres días, que supe de repente lo sucedido. Hoy quiero pero no es fácil y tú lo sabes bien, tú lo sabes. Quiero saberte vivo aquí donde tengo este vacío. Saberte aquí, presente, como la primera ocasión que platicamos esa noche, me vendiste en esos meses controversial libro de Cien Corridos, Alma de la canción mexicana y luego anduvimos las calles y las luces de esta ciudad, para llevarme a casa, en tanto no dejabas de hablar de autores y de música y de chistes viejos que hube de oír durante todos años cuando, desde 2002 por poner un año, hacías escala aquí, antes de seguir al norte, ese otro lugar tan tuyo, ese lugar tan nuestro del que nos dabas detalles de efeméride y de amigos y de proyectos, siempre uno en marcha, cual si registraras en cada éxodo, o una nueva batalla que vencías.
Era un peregrinar festivo desde la plaza de Querétaro o desde la enorme ciudad de México por donde me trajiste andando de un café a otro con repostería de por medio. Esa ciudad que conocias al dedilllo, y que de seguro bailaste al son del tequila y de su valentía, con tu compadre Guadalupe Trigo, para después agarrar con destino al estado de occidente, y desde Sinaloa, de tanta añoranza e inspiración, no sin llamarme para avisarme que vendrías y jalabas otra bocanada de aire para echar tus tiliches al hombro, viajero inagotable y andar una odisea que únicamente usted, compita mío, padre adoptivo de la música y de la generosidad del buen amigo, sabia cómo y cuándo y de qué modo y a qué horas de una mañana de diciembre, el mes de tu cumpleaños que esperabas, habría de terminar, sin aviso previo como te dio la gana.
Para darle paso
A una canción escrita
Sobre el aire del retorno
Y el agua que rumora
La armonía de una voz
Y el libre graznido
De una gaviota
Como diciendo en su mirada
Algo de ti.
Cuánta tristeza ha provocado tu muerte , como apenas tiempo atrás te dejó a ti por la misma razón el galán de galanes Alberto Angel El Cuervo y no obstante, hoy quiero reírme por tu ausencia.