La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
En 1943 en los campos italianos se encontraban bombas sin estallar, para familias empobrecidas por la guerra estos hallazgos eran la oportunidad para vender sus componentes y conseguir algo de dinero.
En casa, el padre comienza a manipularla, la explosión mató a casi todos los integrantes de aquella familia, únicamente un sobreviviente, Salvatore Riina, conocido posteriormente como Toto Riina.
En 1939 muy cerca de Palermo nació Giuseppe Falcone, fiscal que daría una lucha frontal contra la mafia italiana, como muchos sicilianos conocía el poder destructivo de la entidad criminal.
Después de una carrera llena de sacrificios profesionales y personales, junto a un equipo de arriesgados abogados consigue un Maxi-Proceso, cientos de mafiosos acabaron en la cárcel gracias al valiente juez.
La organización no era una invención producto de leyendas como muchos afirmaban, era una realidad con estructura de mando, jerarquías y código de silencio, por primera vez se demostraba la vocación criminal y la maldad con escalafón de aquella sociedad delincuencial.
Entre febrero de 1986 y diciembre de 1987 desfilaron ante un juez cientos de delincuentes; sus testimonios horrorizaron, las sentencias condenatorias fueron llegando, por primera vez había resultados ante una corporación delictiva.
La negación era casi general hasta que Falcone le abrió los sentidos a una nación omisa, se evidenciaron crímenes atroces, así como el contubernio vergonzoso de autoridades, celebridades y políticos.
Falcone pasó a ser un personaje admirado por su arrojo y verticalidad, sin embargo, eso no era compartido por integrantes del Gobierno italiano, de la intelectualidad y del aparato judicial. Se le fueron negando posiciones, la clase política lo veía con recelo, el reconocido escritor italiano Leonardo Sciascia escribió un editorial criticándolo.
Ocupó posiciones sin relevancia, los atentados e intentos de asesinarlo se multiplicaron, la escolta que lo protegía era limitada, nadie quería hacerse responsable de su protección. Estaba condenado por la mafia.
El 23 de mayo de 1992 cerca del aeropuerto de Palermo, la carretera por donde transitaba Falcone fue dinamitada, la explosión fue de tal magnitud que un sismógrafo a casi 100 kilómetros la detectó.
Falcone, su esposa y tres miembros de su escolta murieron, la carrera de aquel atrevido abogado quedó sepultada entre fierros retorcidos y trozos de pavimento, Italia se conmocionó, el asesinato fue la rúbrica fatal del crimen, aunado a la apatía de las autoridades y la sociedad.
El 2024 dejó de existir el México que conocimos, con equilibrios democráticos y garantista, hoy se ha institucionalizado un autoritarismo que se propuso arrasar con el Poder Judicial junto a instituciones independientes incluyendo el máximo órgano electoral.
Son muchas las voces y las revelaciones que señalan el contubernio del poder político y las organizaciones criminales, la defensa reciente en torno al fentanilo, su producción y tráfico lo hace evidente.
En el futuro inmediato necesitaremos de mucho valor para enfrentar lo que viene: Un Gobierno con legiones de atacantes a sueldo, sin contrapesos y adueñado del Ejército y las instancias de protección ciudadana; una ciudadanía sin posibilidad de derecho de amparo con prisión preventiva oficiosa.
Está demostrado que no existen autoritarismos buenos, todos ahogan cualquier expresión ciudadana que vaya en contra de sus objetivos, tenerlo todo y dominarlo todo. Los mexicanos estamos solos al igual que aquel legendario juez en su lucha contra la mafia, asesinado alevosamente por quien encabezaba la poderosa organización criminal, el niño que sobrevivió a la explosión en 1943, Toto Riina.
(*) El título de esta columna, así como el relato sobre Giuseppe Falcone esta tomado del libro de Roberto Saviano: Los valientes están solos.
Joaquín Robles Linares es expresidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.