Mi gusto es… (o la otra mirada) Por: Miguel Ángel Avilés
Recuerdo cuando llegaban al barrio los álbumes de estampitas y casi nadie los podíamos llenar porque te faltaba la difícil, y, si acaso por fin lo lograbas, lo canjeabas por un balón de plástico o una pistola de dardos de hule o una máscara corriente de luchador o un juego de azar.
Qué más daba, si ése era el chiste: triunfar sobre el otro que aún no podía llenarlo, porque no le salía la difícil.
Lo traje a la memoria porque hace unos días, una ecuánime amiga señalaba a cierta comunidad intelectual de los posgrados universitarios o centros de educación superior de renombre local, que sin comprender bien a bien , cual es realmente el impacto y el beneficio para la comunidad que tiene el producto final de su trabajo , no hacen otra cosa sino investigar , supondré con sumo rigor científico, todo fenómeno social posible e ir y venir a tal o cual simposio, congreso, taller , curso ,seminario , porque eso ,en la mayoría de los casos , significa otra muesca más a su currículo y la suma de estas constancias alcanzan, a la postre, el llenado de su álbum de estampitas y lo podrán cambiar por un nuevo premio, es decir ,otra beca o el ascenso a una nueva categoría y de ese modo, pasársela jugando hasta que llegue la jubilación para extrañar , con frenesí , solo los días inhábiles
Por más que nos llenara de orgullo frente a los demás, todo esto era, sin duda alguna, una estafa comercial bien arreglada, que hacía su agosto junto con el dueño del changarro donde las vendieran.
Me refiero a los álbumes que llenábamos cuando formábamos parte de ese batallón infantil, no vayan a creer que me refiero a la oferta educativa o el modus vivendi de algún centro pues hasta la fecha no me consta que se pasen años estudiando una maestría o un doctorado a costillas del erario y no se les sancione o que siendo ya emérito o asociado A, B, C DE o Z , de pronto , den muestras de que dos tres de estos, deberían estar no allí, sino pidiendo información de como alfabetizarse en el INEA.
De esos, más de uno era de poca valía o muy corrientes. Los ponías a prueba y nomás no, te dabas cuenta que nunca en ellos hubo control de calidad ni fue la exigencia el factor prevaleciente para que ese producto final que salía al mercado, pudiera reconocerse como lo mejor logrado en ese lugar. Si no cumplían con lo prometido nada pasaba y si alguien denunciaba el fraude, se hacían de la vista gorda y no había consecuencias. Podían pasarse años y años con un mismo tema y era el cuento de nunca acabar.
Hablo de los objetos que serían los premios o los regalos que veíamos colgados en un mecatito cuando íbamos a comprar más estampitas pero nada que salía la difícil por más que volvíamos y volvíamos a comprar sobres nuevos en donde venían tres y creíamos que , por fin , nos saldría la buena .
Hagan de cuenta que buscabas a ese amigo o amiga que lo conoces de siempre, toda la vida o fuiste su compa en su generación al estudiar esa ingeniería o una licenciatura, fueron roomies o comían lo mismo en cada receso y años después ,ya egresados , por razones que evitaré detallarles, de pronto es beneficiado por esa herramienta noruega para elegir a sus servidores públicos, la tómbola y lo designan colaborador eventual del auxiliar del asistente del ayudante del asesor del secretario particular del secretario y desde ese momento no te recibe llamadas ni te contesta mensajes ni te da una cita ni la secretaria te puede decir que día te podrá atender.
Eso sí: de pasársela en los inclementes rayos del sol harán apenas unos años, ahora trae una sombrilla porque teme desmayarse. Tiró la raída cartera que mostraba en las borracheras para constatar que no trai ya para la coperacha y hoy luce debajo de su ombligo, una cangurera que le regaló su tercera esposa. Se llevó a su pueblo la colección de discos de la onda grupera y en su oficina nada más escucha muy bajito acordes de guitarra clásica. Detesta el olor del mercado –aunque viene cada tres o seis años – “aborreció los hot dog de la plaza en donde se comía tres con doble salchicha y ahora es vegano y del caguamon bien helado, pasó a la copa llena de vino aunque le pegue nomas dos tragos y ya no aguante el martillar de su cabeza
Que difíciles.
Tanto como lo es un inalcanzable título para la cruz azul o que el Canelo tenga un rival de peligro o que te contesten de inmediato en megacable. Tanto como esperar que las tortillitas Tía Rosa por fin estén dignas de probarse o las salsas de las pizzerías sepan buenas y no como te dieran una cucharada de epamín
Así de difícil.
Como la difícil.
Por esa razón los niños, las niñas casi no, traían las bolsas del pantalón llenas de estampitas, que apenas cabían porque estaban compre y compre. A lo mucho, con las que comprabas llenabas algunas páginas, pero ese era plan con maña, porque te ilusionaban pensando que estaba cerca el acompletamiento de todas las páginas, y a los días te dabas cuenta del engaño vil.
Cuando ya sabes eso o los pones a pruebas, te das cuenta del engaño pero para entonces ya transcurrieron algunos ayeres de aquí para allá pasándotela Muy agusto, al cabo tú no eres el que gasta ,ni tienes la necesidad de rendir cuentas sino que son otros quienes cubren todo para que te la pases cachetonamente , sin ninguna responsabilidad , haciendo poco o nada más eso, porque si te exigen o te ponen un hasta aquí para que cumplas con alguna regla , no faltaría quien acuse a los que mandan que se están pasando de la raya , que estás siendo acosado o que se está atentando contra la libre educación . Para acabarla de amolar, tu único deber es estar en ese cuarto bien aseado y pulcro, sacarle jugo a esos libros que están en la pared , clavarte en el estudio , y ser el mejor en lo que haces y nomás no , ya que ni siquiera un horario te imponen y puedes cumplir o no cumplir .
Lo dije en presente, ignoro la razón pero me estaba refiriendo al sermón o al discurso que algunos padres de familia o vecino se echaban al ver que eran más los derechos que se nos otorgaban y pocas las obligaciones, según su apreciación y cuando de pronto, se nos jalaba las orejas o corríamos el riesgo de perder esos privilegios, nos tirábamos al piso como buenos negativistas desafiantes y , volteando los papeles, jugábamos a ser las víctimas a pesar de ser los desafiantes .
De plano, que difíciles. ¡Qué difíciles!
Te quedabas con las ganas de canjear tu álbum por algo, así fuera de mala calidad; pero, mientras eso pasaba, ahí andabas con los demás concursantes intercambiando estampitas o jugando a ver quién le quitaba más al otro, nomás que no te fueran a hacer matatuza; eso era lo peor y lo que más te enfurecía: si tú tenías el montón en la mano, otro podía llegar, arrebatártelas al grito de ¡matatuza! y correr lo más lejos posible, dejándote perplejo y encabronadísimo por la afrenta que te acababa de hacer, aunque al día siguiente ya anduvieran como hermanitos, pero disputándose con uñas y dientes la difícil.
No sé si me entendieron eso de la matatuza pero digamos que es algo como si te obsesionaran en juntar todas las constancias académicas habidas y por haber , sean chicas o sean grandes ,publicar un artículos en una revista arbitradaa o no, reconocidas o tampoco , con el afán de ir por el engrudo, tomar el álbum y pegar y pegarle estampitas hasta que , ya sintiéndose que lo llenaron , sin difícil o no, irla a cambiar por uno de esos premios que cuelgan de la nómina , del reglamento interno, de estatuto o de un contrato colectivo de trabajo al que se considera por algunos como violación clausular porque se les está pidiendo nada más que dejen de ausentarse y vayan a clases.
Que difícil. Por Dios, o por Marx, pero que difícil hasta que de pronto, esas estampitas dejaban de salir, y ahí tienes que te quedabas chiflando en la loma con el álbum a medio llenar; pero no escarmentabas, porque a los pocos días empezaba a circular uno nuevo, y, de inmediato, a comprar tu ejemplar.
Lo que te sobraba lo comprabas de estampitas.
En tu casa te advertían que era la última vez que te daban para comprar esos mentados álbumes, que eran un robo descarado, que no tenía fin ni saliéndote la difícil.
Pero hasta ahí, a lo mucho una buena llamada de atención, pero nunca pasaba de eso.
Creo que nos debieron de poner límites, amarrarnos las manos de chiquitos, no más álbumes ni estampitas ni la difícil, ni que nada. ¡Póngase a trabajar y haga su tarea, de lo contrario no va a salir a la calle ni podrá ver la tele, ni jugar.
Pero era una difícil decisión, muy difícil.
Al respecto, alguien tendrá que hacer algún día una interesante investigación.
Que abarque desde las postrimerías del siglo XV al siglo XVI, por ejemplo.