La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
El miedo está instalado en nuestra vida cotidiana, los hechos son cada vez más escalofriantes y los índices de violencia son aterradores, esto ha ido creciendo con los años, sin embargo, el ascenso y los actos de sevicia se intensificaron con la desafortunada y repetitiva consigna de “abrazos no balazos”.
Hay que puntualizar que este incremento de las masacres tiene un responsable: Andrés Manuel López Obrador, nutridos son los testimonios de la cercanía de su administración con los criminales, pero también de las órdenes que se trasmitían desde lo más alto de la pirámide presidencial para dejar hacer y dejar pasar, justificando esta aberrante conducta argumentando que los asesinos “eran pueblo”.
El crimen organizado ha extendido su influencia por la connivencia del poder, los dichos y hechos de seis años de incoherencias lo demuestran, embriagado de omnipotencia y con un aparato de seguridad rendido a sus caprichos, sin contradecirlo o dudar de su estrategia, la nación fue víctima de un personaje tortuoso y mediocre.
Esta condición es casi una constante en algunos individuos que por distintas causas llegan al poder encabezando un movimiento, revolución o cambio de régimen, los patrones son similares, al tomar el poder y desplegarlo descargan todas sus frustraciones en sus adversarios, destruyen todo aparato institucional y el equilibrio de poderes desaparece apropiándose de las instituciones judiciales, convirtiéndolas en su fuerza de intimidación y castigo.
Los argumentos son siempre los mismos, la corrupción y la búsqueda de la purificación social, el terror se apodera de la Nación dejando en el olvido la esperanza que habían despertado, siempre buscan pasar a la historia ensayando conductas fratricidas. Un ejemplo fue el Jemer Rojo en 1975 en Camboya, país devastado por la guerra y víctima de una monarquía corrupta, el ascenso se consuma y su líder Pol-Pot extiende su dominio, la lectura aberrante que hace del presente es brutal y despiadada, vacía las ciudades y a los habitantes los recluye en el campo.
Como muchos tiranos, su idea de depuración social pasa por el asesinato en masa convirtiendo al país en un campo de exterminio, una tercera parte de la población fue asesinada en pos de regresar a una sociedad agraria, producto de una perversa interpretación de la historia. Al igual que el régimen de López Obrador, Pol Pot idealizaba el pasado asegurando que había que retornar a esos tiempos, condenando el presente como una era de ambiciones.
Lo que hermana a estos individuos es la mediocridad, el cinismo y la impunidad, en 1997 Pol Pot es entrevistado, hace alarde de su temple y justifica sus actos responsabilizando a otros, disculpándose por la falta de experiencia, el cinismo es monstruoso: “Mírenme! ¿Parezco malvado? ¿Parezco violento? ¡Para nada! Tengo la conciencia tranquila, eso, lo tengo muy claro”. (La Infancia de los Dictadores, Véronique Chalmet, Gedisa, 2019).
Al igual que López Obrador, la desvergüenza es su blindaje y la impunidad su manto, el homicida camboyano murió de viejo y sin castigo, escondido en la selva y protegido por sus adeptos, México pasa por una situación similar, los campos de exterminio son noticia mientras el régimen intenta ocultarlos y desacreditarlos.
La negación del horror se consuma y la culpabilidad del responsable se exime desde la máxima tribuna presidencial suplicando que lo “dejen en paz”, intentando edificar la plataforma política para entronizar a Andrés II, el hijo designado por el patriarca para que lo secunde. La era que se acerca para nuestro México a partir de junio de 2025 es aterradora, el régimen encabezado por estos personajes será fiscal, juez y verdugo, una trinidad escalofriante.
Joaquín Robles Linares es expresidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Exfuncionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.