
El Zancudo. Por: Arturo Soto Munguía
La del agua en Hermosillo ha sido una historia larga de yerros, omisiones, corruptelas, enriquecimientos explicables, derroches y muy pocos aciertos que hoy tienen a la ciudad en una verdadera encrucijada para administrar eficientemente la escasez del recurso, que amenaza la viabilidad misma de la capital.
No siempre fue así. Por allá en los años 70 el espejo de agua de la presa Abelardo L. Rodríguez se veía inmenso desde las ventanillas del tren donde pasábamos rumbo al norte. Hay una anécdota por ahí de un par de hermanos chilangos que iban rumbo a Nogales por primera vez y al ver aquel descomunal campo de agua, uno le dice al otro: “¿Ves, mano?, te dije que Hermosillo era puerto…”.
En 1983, las torrenciales lluvias obligaron a desfogar esa presa y el inmenso caudal dividió la ciudad por varios días y la única forma de cruzar rumbo a Villa de Seris en el sur o de allá hacia el norte era en pangas. El agua se llevó el bulevar Vildósola ahí donde obligó a construir la primera versión de lo que hoy es el puente El Trébol.
En los 90 se repitió la historia. El gobierno de Manlio Fabio Beltrones comenzaba a urbanizar la zona del Vado del Río construyendo un canal de concreto para desfogar excedentes de la presa. De nuevo hubo lluvias abundantes en 1994 y se tuvieron que desfogar millones de metros cúbicos, en parte para evitar un derrame descontrolado, en parte para cuidar las obras de urbanización.
Como si de una maldición se hubiese tratado, los años subsecuentes fueron de ‘secas’. No volvieron a repetirse lluvias como las de antaño y la presa se fue secando.
En la administración estatal de Armando López Nogales (1997-2003) se proyectó la construcción de una planta desaladora, a la que se opuso el alcalde panista Francisco Búrquez Valenzuela, argumentando que Hermosillo estaba literalmente asentado en abundantes mantos acuíferos y que la desalación era muy cara. La obra se canceló, pero de haberse construido, Hermosillo estuviera hoy consumiendo agua desalada para uso doméstico y administrando ese recurso, pues la concesión de dicha planta era por 20 años.
Para el año 2005 la entonces alcaldesa María Dolores del Río se vio obligada a racionar el agua para uso doméstico, en aquel episodio que muchos recuerdan con amargura, conocido como ‘los tandeos’, que algunos ubican como la causa para que el PAN perdiera la capital al año siguiente, cuando ganó el candidato del PRI, Ernesto Gándara.
“El Borrego” gestionó recursos para la construcción del acueducto “El Molinito”, que viene de la presa que tiene ese nombre, una batería de pozos en la zona rural oriente y la planta tratadora de aguas negras, con lo que se palió el problema del desabasto y se eliminaron los tandeos.
Para 2009 llegó a la gubernatura Guillermo Padrés y su propuesta de construir un acueducto que trajera el agua desde la presa El Novillo hasta la capital. El proyecto presentaba de entrada un problema, porque esa presa está ubicada en la cuenca del Río Yaqui y la ley prohíbe transvasar agua de una cuenca a otra. Pero ese era el menor de los problemas: en el sur del estado, particularmente en Cajeme surgió un gran movimiento opositor a ese proyecto, que partió al estado en dos.
De cualquier forma el proyecto se llevó a cabo y no sobra decir que además del conflicto social, el acueducto propició un escandaloso manoteo sobre los miles de millones de pesos que costó y que se tradujeron en una comalada de nuevos ricos en aquel sexenio que hizo de la corrupción un dogma de fe y le costó al PAN esa crisis de la que no ha podido recuperarse.
El Acueducto Independencia sí resolvió temporal y parcialmente el problema del desabasto en Hermosillo, pero hizo buenos los pronósticos de quienes vaticinaban que mientras no se generaran nuevas fuentes de agua, llegaría el momento en que la presa El Novillo no alcanzaría ni para Obregón ni para Hermosillo. Es lo que está pasando.
Sirva este apretado resumen para volver la mirada a la forma en que el alcalde Antonio Astiazarán está enfrentando el serio problema del abasto de agua en la capital, atendiendo el problema desde la coordinación con los gobiernos estatal y federal para tomar cartas en el asunto.
De entrada, la ciudad pasó de 80 a 115 pozos, rehabilitados y modernizados para inyectar agua a la red, misma que también está siendo atendida con un sistema de telemetría que reduce las fugas. Entre otras medidas emergentes, se ha apoyado a 5 mil 200 familias con entrega de tinacos, regaderas ecológicas y detectores de fugas que fortalecen el cuidado de agua desde los hogares.
El gobierno municipal ha implementado desde el pasado 10 de febrero el programa CUIDA, que incluye la construcción de una planta que permita a la industria utilizar agua tratada, incrementando el volumen de agua potable para uso doméstico.
El alcalde está abordando bien esta crisis acentuada por la sequía no solo en Hermosillo, sino en prácticamente todo el estado, pero claramente el problema es de dimensiones mayúsculas y se requiere de la intervención estatal y federal para trabajar en proyectos de largo plazo, no solo para administrar mejor el escaso recurso, sino para trabajar en proyectos de producción de agua potable a partir de la desalación, pues ya llegamos a ese momento en el que no podemos estar a expensas de los caprichos de la naturaleza, que tiene muchos años mostrándose ‘pichicata’ con las lluvias.
II
Después del susto y la zozobra que cundieron en el gremio ganadero del estado por la suspensión de exportaciones ordenada por el gobierno norteamericano ante el descubrimiento de ganado infectado por gusano barrenador, las autoridades mexicanas se movieron rápido y desde febrero que se reabrieron las fronteras, han cruzado más de 54 mil 500 cabezas procedentes de Sonora.
El gobernador Alfonso Durazo encabezó esas gestiones y sigue trabajando para incrementar el número de cabezas diarias exportadas por los puertos fronterizos sonorenses (Nogales y Agua Prieta), pues las autoridades norteamericanas solo permitían el cruce de 500 becerros diarios; luego la cifra creció a mil y la expectativa es que suba a mil 500.
No fue una negociación sencilla pues tuvo que darse en dos frentes: ante el secretario de Agricultura en México, Julio Berdegué, y ante el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Esto viene a sumarse a otras gestiones en favor de la actividad ganadera, tales como el programa de apoyos a pequeños productores, la inauguración del laboratorio de nutrición animal y el programa de rastreo sanitario.
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