La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
La desaparición forzada es uno de los actos más monstruosos que se puedan cometer, es arrojar a las profundidades del espanto a un ser humano, llevar la vida diaria al terreno pantanoso de la incertidumbre, cuando el tiempo otorga una interminable angustia motivada por la ausencia impuesta.
El Gobierno de México es el ejemplo de la sinrazón y la simulación, negando lo evidente e ignorando las demandas de los dolientes, el desprecio oficial hacia la tragedia ajena se suma a la indefensión ante los criminales embravecidos por autoridades incompetentes. Eluden su responsabilidad al no reconocer la crisis estimulando el deterioro social que rompe la paz que obligadamente deben proveer, un Gobierno que construyó su protagonismo político lucrando con el atroz asesinato y posterior desaparición de estudiantes normalistas.
La desaparición forzada tiene efectos brutales para quien la sufre, el desamparo ante la fuerza descomunal del secuestrador que terminará en el asesinato de la víctima para después desaparecerla; para la sociedad que la soporta tiene consecuencias devastadoras, el miedo y la desconfianza se apodera de ella y los conflictos quedan latentes, el terror se convierte en la patria común.
El régimen cae en una espiral de negación, la titular de Gobernación y anteriormente encargada de la Secretaría de Seguridad tiene un antecedente ignominioso, en su administración el número de desapariciones aumentó escandalosamente, hoy intenta minimizar el hecho, admitirlo sería una aceptación tácita de su fracaso y de su falta de calidad como mediadora.
El tema no es nuevo ni del todo atribuible a esta administración federal, el fenómeno viene de lejos, sin embargo, en el sexenio pasado México se convirtió en un enorme foso de ausencias, tragedias y evasivas oficiales. En América Latina la experiencia ha sido cruel y desgarradora, se han hecho intentos para dejar atrás estas amargas experiencias.
En Perú, la Comisión de Derechos Humanos junto al Gobierno de Holanda ensayó una ruta, se hurgó en la memoria y las experiencias de una sociedad castigada por esta anormalidad motivada por una guerra sorda entre el Estado peruano y la guerrilla.
Las violaciones de los Derechos Humanos fueron una constante, este encuentro protagonizado por un Gobierno extranjero y la Comisión de Derechos Humanos del Perú lo evidenció, la experiencia arrojó un texto lleno de testimonios, comparaciones y reconocimientos que expone con claridad lo salvaje y cruel de esta deformación: Memoria para los Ausentes, desaparecidos en el Perú, (1982-1991).
En 1981 en el Primer Coloquio Sobre Desapariciones Forzadas el escritor argentino Julio Cortázar pronunció estas palabras: “Sin duda vivimos en una época en la que referirse al diablo aparece cada vez más como ingenuo o de locura y, sin embargo, es imposible enfrentar la realidad de las desapariciones sin que algo en nuestro interior deje de percibir la presencia de un elemento infrahumano, de una fuerza que parece venir de las profundidades de los abismos donde inevitablemente terminan por quedar ubicados todos aquellos que han desaparecido”.
Nuestro País se encuentra en el abismo, se intenta desdeñar el espanto, la Comisión de Derechos Humanos en México es un organismo indolente ante la tragedia, colonizado por la ideología partidista que no tiene más objetivo que justificar al régimen.
En desoladoras palabras del poeta mexicano Fausto Salcedo, autor del poemario: Las Ausencias, quien recoge una estrujante frase escuchada de la madre de un desaparecido: “Que los ojos de los desaparecidos nos persigan para siempre, y que los llantos de las madres nunca nos dejen dormir”. Entre Gobernación y CNDH la reparación está lejos, lo infrahumano se magnifica ante el encubrimiento, el contubernio y la omisión.
Joaquín Robles Linares es ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.