
Cafeceando. Por Octaviano Rojas G.
Mientras el Congreso del Estado abría un foro plural sobre la jornada laboral de 40 horas, con legisladores de Movimiento Ciudadano, PT, sindicatos y sociedad civil debatiendo con altura de miras, el gobernador Alfonso Durazo refuerza una apuesta política y simbólica de otro calibre: la transformación profunda del centro histórico de Hermosillo. Y aunque a primera vista parezcan temas ajenos, ambos reflejan una disputa por el tipo de futuro que se quiere construir desde Sonora —uno desde la calle y la memoria, y otro desde las condiciones del trabajo y el tiempo.
Empecemos por el gobernador. Durazo ha comprendido, con pragmatismo político y vocación patrimonial, que la historia no solo se conserva: se invierte en ella. La modernización del Mercado Municipal No. 1, la restauración de la Catedral Metropolitana, la Cineteca Sonora y la Biblioteca Gerardo Cornejo Murrieta no son gestos decorativos: son apuestas estratégicas para seguir revitalizando y cambiando el corazón de Hermosillo, atraer turismo, generar empleo indirecto y fomentar una identidad cultural arraigada.
Con más de 120 millones de pesos solo en el mercado —donde 70 locatarios verán no solo mejoradas sus condiciones, sino dignificada su labor cotidiana—, el proyecto rebasa lo simbólico. La rehabilitación de 14 vialidades, el rescate de la Biblioteca del Colegio de Sonora y la intervención en la Catedral consolidan una idea clara: el centro como núcleo urbano, pero también como núcleo político y cultural.
Mientras tanto, en el Congreso, la reducción de la jornada laboral fue objeto de un foro que también habla de transformación. La diputada federal Patricia Mercado, junto con legisladores como Juan Ignacio Zavala y los locales Gabriela Félix, Manuel Scott y Óscar Ortiz Arvayo, impulsaron un espacio de diálogo abierto, algo que ya se está haciendo costumbre -y qué bueno- en la política actual. La reducción de 48 a 40 horas semanales no es un mero ajuste técnico; es una reconfiguración del pacto laboral mexicano. Por eso se agradece que se escuchen voces sindicales, académicas, ciudadanas. La discusión sobre productividad, salud mental, dignidad y competitividad es compleja y requiere justamente eso: diálogo y escucha.
Y aquí es donde podríamos considerar que ambos temas que tocamos en este despacho se entrelazan: el desarrollo urbano sin visión social corre el riesgo de volverse maquillaje; una reforma laboral sin políticas que acompañen el desarrollo regional corre el riesgo de ser letra muerta. Durazo, al concentrarse en el centro de Hermosillo, manda un mensaje: que el desarrollo empieza por lo común, lo cotidiano, lo históricamente relegado. Los legisladores, al abrir el debate sobre el tiempo del trabajo, cuestionan una de las estructuras más rígidas de nuestra economía que durante muchos años fue tema intocable, debido principalmente al estricto control que ejercían sobre los trabajadores, tanto la parte patronal como sindical
El rescate de la historia y el avance hacia nuevos derechos laborales son dos formas de gobernar, con los pies bien puestos sobre presente, pero con visión de futuro. Uno rescata espacios que nos definen; el otro discute cuánto de nuestras vidas deben estar entregadas al trabajo.
Por eso, más allá de partidos y coyunturas, vale reconocer cuando desde lo local se hacen preguntas de fondo. ¿Queremos ciudades con historia viva o escaparates sin alma? ¿Queremos jornadas dignas o seguir normalizando el agotamiento?
Durazo parece tener claro que el patrimonio no es solo piedra vieja, sino plataforma para una ciudad más vivible, una estrategia válida para todos los municipios de nuestra entidad. Y desde el Congreso, hay quienes empiezan a entender que el bienestar no se mide solo en PIB o colgándose medallitas con anuncios rimbombantes sobre millonarias utilidades a los trabajadores – que con su esfuerzo se las ganaron-, sino también en horas recuperadas para vivir.
Así, entre el concreto y la Constitución, en Sonora se está discutiendo cómo se ve —y cómo se vive— el futuro.
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