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Home MI GUSTO ES
TODO MI ESFUERZO(o de la ruina a lo ruin)

DÍA DE L@S ABOGAD@S: de los amigos, del pecado y la profesión

Miguel Ángel Avilés by Miguel Ángel Avilés
14 julio, 2025
in MI GUSTO ES
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Mi gusto es… (o la otra mirada). Por: Lic. Miguel Ángel Avilés

En una entrega reciente de esta columna, recibí dos comentarios que me hicieron sentir muy bien.

Porque ambos son mis amigos y sus opiniones, para mí siempre resultan importantes. Porque ambos, cada uno en su respectiva profesión, saben lo que dicen y su retroalimentación me ayuda a identificar áreas de mejora y eso permite reforzar los aspectos positivos de mi ejercicio periodístico. Porque me dieron tema para lo que escribo ahora y sobre todo porque constaté que, al menos dos personas, leen estas divagaciones semanales.

Uno es sociólogo, antropólogo, autor de una ristra de libros y me atrevo a decir que también es etnólogo, aunque esto último lo escribo con reservas, no porque dude que él sí lo sea sino porque, alguna vez alguien me dijo que yo podía ser eso y, por culpa de mi ignorancia, debo de reconocerlo, le respondí con una grosería como aquel que se sintió ofendido cuando su compadre le dijo que era un pragmático y le dejé de hablar por largo tiempo.

El otro es abogado sonorense, de la vieja guardia, con una extensa trayectoria en el servicio público y  como litigante, además de ser un ávido lector de libros célebres de autores universales y de las populares revistas mexicanas de historietas de antaño que tanto ayudaron, quizá sin querer, en el fomento de la lectura en un buen de generaciones.

Aunque el tema era uno solo – Justo por pecadores, se titulaba – el primero, mediante un audio, reflexionó, a modo de una nota antropológica, sobre “el famoso pecado de Sodoma y entre los investigadores que han hecho el trabajo hermeneútico de la biblia en Israel hay una posición interesante de unos analista quienes comentan que el verbo que se usa para referirse al pecado es “yada” y en hebreo significa conocer, entonces la gente quería conocer a los ángeles, a las visitas que llegan a la casa (..) y yada también se utiliza para referirse a un conocimiento íntimo, a un conocimiento más cercano (y me da ejemplos), por eso es que la interpretación más profunda de ese parte de Sodoma es el de la inhospitalidad y de la falta de cortesía de los huéspedes y mucho tiene que ver con la costumbre no solo de hospedar, dar posada al peregrino, incluso dar posada a tu enemigo, al perseguido y entonces cuando llegaba alguien al pueblo la gente quería conocer porque eran diferentes, así lo interpretan los actuales hermeneutas, lo otro no tiene sentido …”

El segundo discernió sobre la actividad de la abogacía y dijo: “nuestra profesión es muy especial, de tal manera que una falla pequeña se magnífica y la crítica se aplica a todos los abogados. El abogado debe tener cualidades que no se exigen a otros profesionistas, resaltando entre ellas la honestidad. No es tan criticado el ingeniero que edifica un puente con materiales defectuosos, ni el médico que practica operaciones sin tener la pericia necesaria o el contador que nos asesora torpemente y a veces estos profesionistas originan daños mucho mayores a los que genera un abogado lépero…” 

Sobre el pecado, retomo unos apuntes para tesis de Yasmin Esquivel en quien confió plenamente, ya que no tuve tiempo de corroborarlo, esto dice la Biblia en su relación con el castigo: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y llevan el daño. Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados.”

Lo convencional indicaría que “se conoce como pecado a la transgresión voluntaria de la ley divina o de alguno de sus preceptos. El pecado es todo aquello que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido, por ejemplo; la violación de alguna ley o norma”, aunque me temo que mi amigo sociólogo/antropólogo/etnólogo tiene otros datos.

En cuanto a lo abogacía y pecado, les cito esto que, con el cinismo de Noroña hablando de austeridad, plagié: “En la teología cristiana, la relación entre pecado y abogacía se manifiesta en la figura de Jesucristo como “abogado” o “defensor” ante Dios, especialmente en el contexto del perdón de los pecados. El pecado, en su esencia, es la transgresión de la ley de Dios, mientras que la abogacía, en este sentido, se refiere a la intercesión y defensa de los creyentes ante la justicia divina.”

Si mal no entiendo esto sería tanto como etiquetar cual pecador a quien pasa por encima de la norma y el deber ser le importa un cacahuate, una conclusión que bien pudieran haberla suscrito, mancomunadamente, cual, si Alfonso Romo y su amigo más cercano firmaron un cheque de Vector, pero en este caso sería Immanuel Kant y un tío mío.

No obstante, y apartadito un poco de lo jurídico, puede que sea algo parecido a lo que le respondí a mi amigo, el primero de ellos, cuando, tratando de no quedar (en español o en hebreo, da la misma) como novato, como un imbécil en cuanto a lo que me hablaba, interpreté: 

“Pecado entonces es explorar, conocer, adentrarse a lo “desconocido” no necesariamente reprochable y si alguien lo reprocha, puede que sea aquel que no ha pecado y se muere de envidia“.

Como ven, la ignorancia es atrevida y es capaz de opinar así, con nula vergüenza, para no mostrarme como lo que soy, un abogado que decidió pecar un día, antes o después que unos policías municipales nos quitaron un balón cuando jugábamos en la calle y pareciéndonos injusto, fuimos hasta la comandancia para exigir  el cumplimiento de un derecho (que no sabíamos ni cual era pero debería haber uno), ese que aprendí en la prepa, gracias a una prudente, sensata, elegante y joven maestra de nombre Lucía a quien nunca volví a ver en persona, jamás pero, a decir de Pegasus, el software espía desarrollado por la empresa israelí, la mujer en su edad adulta, enloqueció y sufriendo una ensoñación excesiva, asegura pertenecer con notoriedad a la cámara de los Lores por más que en sus desfiguros se parezca a Carmen Salinas, en su papel de La Corcholata. 

Por eso y más, como la ingenua idea de que a través de esta profesión combatiríamos todo acto de injusticia, un tarde crepuscular y marina, GRITÉ ¡YADA! e hice realidad lo planeado de venirme a Sonora -ya no a la ciudad de México, ni a Guadalajara- a estudiar para ser abogado y cinco años más adelante, regresarme por donde llegué y enfrentarme a esa novicia realidad que significa el enfrentarte a la etapa de inserción laboral.

Reconozco, señor

Que soy culpable

Se que fui

Un pecador imperdonable

Pero no fue tanto así, porque si bien concluí la carrera, lejos de partir, me quedé y aquí sigo ejerciendo la abogacía, esa que la colombiana Natalia Tobón afirma que “es la profesión con la peor fama del mundo (y que) ni los médicos, ni los ingenieros, ni los arquitectos, ni los plomeros tienen una peor. 

“Y ese estigma incomoda” dice la abogada de la Universidad de los Andes, Magister en Propiedad Intelectual de Franklin Pierce Law Center, asesora y profesora universitaria. (y) resulta increíble pero los abogados nos hemos ido acostumbrando a eso y hasta nos reímos de los chistes donde nos comparan con tiburones y ratas“.

Por supuesto que incomoda ya que el estigma hizo posible la creencia de que todo profesional del derecho es como lo describen popularmente, pero por más que la mala fama de los abogados es bien merecida a veces, esta no es exclusiva de nuestra labor ya que dichas prácticas no son ejercidas por toda su población ni miembros de otras profesiones ni otros oficios están exentas de conseguir dinero mal habido a consecuencia de su indecencia. 

Ser abogado, en cambio, hoy es un riesgo y ha sido siempre una alta responsabilidad ya que, en general, se llega a la vida de los usuarios o clientes en sus peores momentos, cuando son víctimas de un delito, o están siendo imputadas, o alguien se murió y hay que hacer el juicio sucesorio o cuando hay una ruptura familiar y no hay más caminos que el divorcio, o cuando se está a punto de perder su patrimonio o se ha quedado sin trabajo.

En ese momento se olvidan de los chistes a nuestras costillas y corren en busca de uno o una, a quien, como los directores técnicos de fútbol, lo contratas como el mejor y a los meses o al año – sin razón o sin ella – lo quieres sustituir por otro porque no se tuvieron los resultados esperados o se cree que no los hubo o porque “no ha hecho nada” o porque “se vendió“ o porque “no me contesta” o por lo que guste o mande y terminan marchándose, que importa que un expediente desmienta las acusaciones y evidencie que el encargo jurídico está bien hecho. 

Para entonces, ya no habrá poder humano que los convenza y buscarán no al que le prometa un triunfo al cien, por cierto – algo que jamás debe asegurarse, si quieren que seamos francos- sino a quien les diga lo que quieren oír, así sean quimeras o falsas promesas.

Por el contrario, y como bien dice un colega, mi amigo Juan Carlos jamás he visto afuera de los juzgados a una persona con una manta o una cartulina en la que agradece a su abogado por la gran chamba que hizo ni con un ramo de flores, ni una despensa, ni con un pastel recién horneado, ni con un par de gallinas agarrada de las patas para dartelas.

Tampoco llega todos con el dinero en su bolsa, convencido de que tendrá que pagar una consulta tal como lo hace cuando va con un doctor. 

Peor aún: pusiste todo de ti, viste ese asunto como objetivo prioritario, el estrés fue el pan de todos los días, el juicio duró algunos años, pero al fin el triunfo llegó consiguiendo todo lo reclamado, le das la gran noticia, pero ¡oh sorpresa!: acudes al tribunal y ves cómo, ingratamente, ese que tanto exigió por teléfono, mensajes a deshoras, visitas, reclamos, calumnias, te ha revocado y ya nombró a otro en tu lugar.

Sí, le ha pasado a más de un Lic: fue despedido por insoportable (lo vamos a llamar Hilton) consigues una sentencia a su favor, se logra su reinstalación un día 4 del mes por decir, y el día 11 revoca a ese abogado que logró reinstalarlo en su trabajo, cobra el montó de su indemnización y no paga lo convenido en honorarios.

Sin embargo, estas conductas igual de reprobables que las que pueden atribuirse a un colega, no están tipificadas como delito (la ley Hilton la nombraríamos), tampoco las de una profesión distinta a esta – como decir la de los ingenieros, los médicos, geólogos, matemáticos, economistas, psicólogos, veterinarios o la que sea, menos una: la de ABOGADOS, PATRONOS Y LITIGANTES y esto no se vale. 

Esto sí que es pecaminoso (casi como no felicitar a un abogado este 12 de Julio)

Bueno, eso creo yo.

Pero mejor les preguntaré a mis dos amigos.

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