
Cafeceando. Por Octaviano Rojas G.
La desconfianza hacia las instituciones está cambiando. Al menos en Sonora, donde se está escribiendo una historia distinta. Las voces de mujeres y hombres de Navojoa, Etchojoa, Huatabampo y Álamos lo confirman: las políticas públicas del gobierno estatal están llegando a quienes más lo necesitan. A quienes nunca les había tocado nada. Y lo están haciendo sin intermediarios, sin clientelismo, sin promesas vacías.
La reciente entrega de apoyos del programa Fortalecimiento Económico para las Familias Vulnerables ha provocado algo pocas veces visto: gratitud genuina desde las comunidades más olvidadas. “Nunca había recibido un apoyo… es muy bueno para la gente necesitada”, dice Gabriela Ramírez. Es un testimonio que rompe con años –y gobiernos– donde la palabra “apoyo” era sinónimo de papeleo, simulación o condicionamiento político.
Hoy, con el liderazgo del gobernador Alfonso Durazo Montaño, el enfoque es claro: gobernar con el pueblo y para el pueblo. Sin cámaras de más, sin discursos ensayados. Lamberto Ortega, un beneficiario de comunidades indígenas, lo resume con contundencia: “Está dando muy buena ayuda, está viendo por las comunidades indígenas”. Estas palabras no son menores. Significan presencia, significan empatía, significan Estado. Casi 20 millones de pesos para familias en pobreza extrema o pobreza por ingresos, no es poca cosa.
La otra cara de esta política social también se refleja en San Luis Río Colorado, donde más de 9,500 paquetes de uniformes escolares han sido distribuidos en apenas dos días. Esta iniciativa, acompañada por la entrega de computadoras a docentes, consolida la visión de una educación pública fortalecida, moderna y equitativa. Más de 300 mil uniformes en todo el estado son una cifra, sí, pero también una señal de algo más profundo: cuando un niño asiste a clases vestido con dignidad, también se viste de futuro.
Pero lo verdaderamente simbólico será lo que ocurrirá del 16 al 19 de julio en Navojoa: la distribución de uniformes gratuitos en el Auditorio Municipal. Esta última etapa representa mucho más que ropa nueva. Representa una oportunidad para cerrar brechas, para que madres y padres respiren un poco más tranquilos ante el regreso a clases.
Claro está: estos programas no resolverán todos los problemas estructurales de Sonora. Pero marcan un rumbo. Y ese rumbo está ligado a la justicia social. Mientras algunos insisten en debates de escritorio, en Sonora el gobierno se está arremangando la camisa.
Si algo ha quedado claro con estos testimonios, es que cuando el Estado se acerca a las familias con respeto y coherencia, la política vuelve a tener sentido. Porque no hay mayor legitimidad que la que nace del reconocimiento popular. Y hoy, en Navojoa, esa legitimidad se está sembrando con apoyo en mano y uniforme en mochila.
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