La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
En la primavera de 1971, en Cuba aconteció un sofocante momento: un libro escrito por un poeta, y quien —a juicio de Fidel Castro— contradecía a la Revolución, ocasionó que su autor pasara 38 días en prisión, sometido a torturas e injurias. Heberto Padilla (1932–2000), al salir de la cárcel, se plantó ante una audiencia atónita que atestiguó el derrumbe personal.
Heberto Padilla se acusó a sí mismo de ser un ingrato y un traidor a la causa, para posteriormente ofrendar su fidelidad a la Revolución mientras sudaba profusamente. Representó frente a la concurrencia lo insignificante de un ser humano común ante la aterradora amenaza de un comandante con pistola al cinto
Este degradante episodio quedó registrado en el documental de Pavel Giroud, El Caso Padilla (2022). La vejación primero, y después la humillación. Heberto Padilla logró abandonar la isla para radicarse en los Estados Unidos. Aquella obligada deshonra lo persiguió hasta el fin de sus días. La opresión y la vergüenza lo acompañaron, y su caso quedó como un reflejo de la infinita sed de venganza de los mediocres.
Estos actos vejatorios tienen antecedentes siniestros. En la Alemania nazi, el Tribunal del Pueblo nombraba a los abogados defensores y, en una muestra de lo perverso del régimen, deformaban a su antojo los juicios. Los casos son numerosos. Uno que ejemplifica esta aberración se dio en el proceso que se le siguió al general Erich Hoeppner:
“Lo más triste de todo eso se pudo ver luego en la forma de actuar de los defensores escogidos especialmente en el Tribunal del Pueblo, que con frecuencia pronunciaban discursos contra los clientes que defendían. Por ejemplo, el abogado defensor del general Hoeppner, acusado de participar en la conspiración para asesinar a Hitler el 20 de julio de 1944, expresó su horror frente a las acciones de su cliente y concluyó pidiendo que se le aplicara la pena de muerte”. (Los Juristas del Horror: La “justicia” de Hitler, el pasado que Alemania no puede dejar atrás, Ingo Müller).
En nuestro país estamos viviendo una ofensiva represora como forma de acallar las inconformidades u opiniones. Los actos degradantes llegan revestidos de castigo público y demostración de fuerza.
A partir del 1 de septiembre, el régimen gozará de poderes totalitarios. Todo estará volcado a los deseos de los poderosos y a su infinita vocación de revancha junto a su retorcida visión de la justicia. Estos tribunales ilegítimos consentirán obsequiosos la humillación pública y el escarnio como carta de presentación. La muestra la ha dado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Los regímenes que toleran y alientan las humillaciones públicas están a un paso de ordenar tratos más hirientes. Este monstruo político que edificó Morena comienza a devorar ciudadanos independientes y sin vinculación partidista. No hay que olvidar que este despropósito inicia con el golpe legislativo consentido por las autoridades electorales, los mismos magistrados que actualmente conceden sentencias insultantes y que otorgaron una representación legislativa inmerecida, que no ganaron en las urnas.
Hoy atestiguamos humillaciones públicas semejantes a la de Heberto Padilla, actos que indignan y escandalizan a los ciudadanos, sin que esto modifique o cambie las pretensiones tiránicas de un régimen sin resultados y de una mediocridad escandalosa.
A partir de septiembre arribarán jueces, magistrados y ministros que se someterán a los deseos y pretensiones absolutistas. Lo que viviremos será la consolidación de un régimen sin contrapesos, desbocado y agobiante. Seremos testigos de cómo la crueldad y la cobardía se embozan con huipil o toga.