La juventud ya no compra el progreso de utilería: exige resultados, técnica y futuro real.
Por Ing. Héctor Castro Gallegos
En Sonora se anuncian proyectos como si el desarrollo fuera un espectáculo de luces.
Grandes palabras, renders espectaculares, discursos optimistas. Pero cuando se rasca la superficie, no hay obra, no hay impacto, no hay transformación.
La juventud sonorense —formada en datos, tecnología y comparación global— ya entendió el truco: el progreso que se presume no existe. Es narrativa, no política pública.
Esta generación no escucha discursos: audita resultados.
Y lo que encuentra es una brecha brutal entre lo que el gobierno promete y lo que realmente se construye.
Corredores logísticos sin logística, parques industriales sin industria, planes de innovación sin talento convocado, megaproyectos que viven en PowerPoint y mueren en la realidad. El Sonora oficial es una promesa eterna; el Sonora real es una oportunidad desperdiciada. Los jóvenes ya no aceptan que se les trate como público pasivo.
Revisan presupuestos, comparan indicadores, siguen contratos, miden tiempos de ejecución y contrastan a Sonora con regiones que sí avanzan. Por eso la simulación los indigna. Porque no es ignorancia: es subestimación.
La política sigue operando como si la ciudadanía no supiera leer números ni detectar mentiras técnicas.
Pero hoy, una mentira tarda segundos en ser expuesta. Lo más grave no es el fracaso de los proyectos, sino la pobreza de visión. Mientras el mundo avanza hacia energías limpias, cadenas tecnológicas, automatización, agricultura de precisión y ciudades inteligentes, Sonora sigue atrapada en esquemas de hace décadas.
Proyectos diseñados para el aplauso inmediato y no para competir en el futuro. El rezago no es económico: es mental.
La juventud es clara y brutal: Sonora no está atrasada por falta de talento, sino por una clase política que confunde gobernar con improvisar y anunciar con construir.
Obras que avanzan al ritmo electoral y se abandonan al primer cambio de administración no son desarrollo: son fraude político.
El mensaje ya no es una crítica, es una advertencia. Si la política insiste en vivir de anuncios vacíos, será desplazada.
No por ideología, sino por competencia.
Una nueva generación técnica, informada y sin miedo está lista para tomar el relevo.
No aplauden, no se resignan y no piden permiso.
Exigen resultados medibles. Porque hoy, en Sonora, el futuro ya no se promete: se construye.
Y quien no sepa hacerlo, será reemplazado.




