Mi gusto es… O la otra mirada
Semetieron a un domicilio particular y eso es reprobable. Iban por él, es cierto, al ser acusado de tres o cuatro fechorías, pero invadieron una casa ajena en donde ya le había dado asilo y demás.
La marimorena se desató y provocó un escándalo mayúsculo. Los que participaron en él, se mostraron iracundos, fanáticamente incontrolables, sin mostrar ningún respeto por las reglas de esa casa.
Ninguno.
Tampoco por los acuerdos que, tiempo atrás, se habían logrado entre todos los del barrio y más allá, lejos, en un sitio neutral, y que contiene las normas básicas en materia de celebración y aplicación de ese tipo de pactos.
Tampoco.
Estos buscan fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y científicas entre los involucrados que pusieron su firmita al calce y querían vivir mejor y en paz.
La irrupción pues, se consideró como imperdonable y todos los que componían el universo del barrio, las colonias, la ciudad y buena parte del mundo, ya que no es posible no solo que esto se tolere sino que se vuelva una costumbre y luego, todo se convierta en un caos, en una anarquía, en donde, como la ley de la selva, el más fuerte se ensañe con el débil o cualquiera que se le bote el chango, amén de cual sea la causa, pueda muy quitado de la pena, ingresar a tropel, porque adentro está quien decidió pedir refugio para evitar que los persecutores lo aperinguen y lo saquen de las greñas para que les rinda cuentas por un voluminoso expediente de acusaciones ,se le aplique una pena a raíz de sus actos y aprenda la lección.
No es motivo suficiente para que entres, invadas, penetres, sin modal alguno, casi exigiendo tu tequila y exigiendo tu mezcal, con una grandilocuencia testicular, incapaz de admitir que hay formas y rutas benevolentes, a través de las cuales pueden intentar cuantas veces quieran, pero sin atropellos.
No, no lo es.
Que culpa tiene esa gente, familia, ante todo, que fue arrastrada y llevada en peso como venado baleado, solo por oponerse. Que culpan tienen los presentes en el recinto de que el sujeto activo de un de pronto se les haya volado y ahora vengan uniformados para tratar de hacer lo que no hicieron afuera.
Eso sí, y lo debo de admitir para entender mejor las cosas:
¿por qué el prófugo corrió hacia esa casa y no a ninguna otra ?
¿En esa casa impera, por sobre todas las cosas, la decisión de brindar ayuda humanitaria ,sin condición, al que lo necesite?
¿ En esa casa hacen muy buenas tortillas de harina y, en la mañana, te levantan con una taza de café y un desayuno, como pa’ cumplirle un deseo a un condenado a muerte?
¿Hace lo mismo en todas las casas que tiene por el mundo o se decidió por estas a sabiendas que ya le habían dado alojamiento por un día, en tanto se apaciguaban las aguas y punto arreglado?
¿Es ahí y en ninguna otra casa, en donde le dan posada a un acusado de tres o cuatro delitos? ¿son ajenos a este conflicto los que hablan indignados, por lo ocurrido en esa casa o hay alguno por ahí que abre la boca de más y en lugar de limar asperezas entre los embrocados, los divide?
Yo no sé.
Lo que sí sé, es que al hombre que sus adversarios sacaron para llevárselo, lo acusan de echarse a la bolsa un recurso que no era suyo. También aseguran que cometió otros actos que la ley sanciona con pena de prisión y con esa intención deseaban su recaptura.
Sin embargo, con esto que hicieron se me hace que su caso pasó a segundo plano y ahora las confrontaciones sumaron a personajes que, en algunos casos, se trata de hombres o mujeres de respeto, con probada rectitud y comprometido con las normas de convivencias y el respeto además a los lugares del otro a los cuales no puedes invadirlo o ingresar, por sus pistolas, nada más porque en la huida su presa miró un foquito encendido, escuchó voces, las identificó y dijo “de aquí soy y de aquí no se me sacan ni con humo”
Así pasó y adentro se encontró pura generosidad, panes de dios encantados de dar la mano al desvalido, porque así lo marcan las reglas del barrio o de la ciudad o porque les nace del corazón dar un techo y cobijas al que acaba de llegar con la lengua de fuera, huyendo de quienes no están dispuestos a ser cómplices de la impunidad o quienes lo acusan infundadamente de lo que nunca hizo y por tanto quiere defender su inocencia desde esa barricada ajena que de tan buen trato ya se siente que está en la sala de su casa, en sandalias y un whiskito en la mano.
Pero si bien llegó a ese lugar para no ser mojado por la lluvia, confiado ya, nunca se dio cuenta que el techo se goteaba y desde las ventanas entró un viento helado que en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en un tsunami humano dispuesto a quebrantar esa zona prohibida y rota la puerta, primero vienen los diálogos acalorados, luego las fuertes discusiones, para pasar a los empujones de conato futbolero y enseguida los descantones de verdad, pues no precisamente venían a charlar sino era para llevarse a quien horas antes pedía asilo y ahora pedía auxilio .
Cualquiera que lo vea así, estará sorprendido por la decisión tomada por los camuflageados intrusos, pero ya pasado unos días de aquella noche, si bien se ha condenado, con justa razón esa irrupción, otros creen que si el señor se mete a otra casa y no a la que lo hizo, la piensan dos veces o llevan cabo estos hechos de otra forma, quizá con los protocolos que indican los manuales del barrio o tal vez sujetándose a modelajes o prácticas más civilizadas y de esta forma se hubieran evitado un problema mayor, en donde habiendo un río tan revuelto hay ganancia de pescadores y algunos victimarios estridentes y de saliva, ahora se empoderan más, hacen como la virgen les habla, olvidando que la diatriba y el encono permanente, en contra de vecinos o gente de otros lados con quienes no comulgas y juegues a ser la única víctima o la criatura en cuya aureola y nada más en su aureola, gira todo el universo y cada uno de nosotros .