La Pequeña Dosis de Historia Por: Dr. Joaquín Robles Linares
En Venezuela, petróleo y nacionalismo serán rutas paralelas y motivo de disputa. Esta bonanza en hidrocarburos contenida en el subsuelo venezolano no se tradujo en satisfactores sociales, las desigualdades continuaron, aun así, el país -con las reservas más cuantiosas del mundo- alcanzaría uno de los ingresos per cápita más altos del continente.
Venezuela se transformó en una anomalía política, como señala José Natanson en: Venezuela: Ensayo sobre la descomposición. Ed. Debate, 2024. Se declara socialista después del derrumbe del Muro de Berlín, el único país que abraza esta ideología después de su desaparición y sin ninguna potencia que la sostenga. Las aberraciones políticas comienzan con anacronismos, en Latinoamérica los embustes se transforman en mitos y los mitos en pesadillas.
Las últimas décadas del siglo 20 la democracia en Venezuela había prosperado, con sus defectos o errores disfrutaba de libertad política y económica, sin embargo, la fábula tejida por opositores y sostenida por arribistas fue creciendo. Los críticos fueron armando un ascensor al poder mantenido por millones de incautos.
Hugo Chávez se hace de la presidencia en 1999, consolida un entramado político, militar y empresarial formidable, no obstante, no advierten una debilidad: Fidel Castro, personaje del relato político más acabado de nuestra historia contemporánea, edulcorado y romantizado por generaciones y convertido en la más oscura zozobra para millones de seres humanos. Chávez cambia la Constitución e introduce la reelección consecutiva, sustituye a la Corte Suprema y acaba derribando la República que heredó. Locuaz e histriónico, cautiva el alma cursi de los latinoamericanos, entona emotivos discursos empapándose ante la lluvia y proclamando su sacrificio. Gana elecciones de forma ventajosa e indiscutible, mientras, al interior de su administración, Cuba toma el mando y destino del país.
Los venezolanos reciben una derrama de dinero asombrosa, miles de millones de dólares se despilfarran en programas y proyectos fallidos o excentricidades, como un cable submarino de comunicación entre Caracas y La Habana. En uno de estos arrebatos, Chávez declara que la hora en su país obedece a otras condiciones, más mitos, el tiempo es una imposición imperialista. Decreta que Venezuela tendrá un huso horario dispar; para él, amanecía distinto y se debía retrasar el horario no una hora, sino media, un disparate.
Durante ocho años, Venezuela tuvo un huso horario de media hora de retraso ante el mundo, y la Revolución bolivariana confiscó el tiempo. El chavismo desemboca en una alucinación, sus antiguos aliados emigran, millones de venezolanos lo abandonan todo, huyen, el país es una desgracia. Explicar racionalmente nuestros desvaríos no es simple.
Si algo ha fallado en nuestros países es la pedagogía política, y en México lo estamos padeciendo. Un sexenio sin crecimiento, 196 mil asesinatos, una cifra descomunal de desaparecidos, el sistema de salud destrozado, la educación convertida en un engendro ideológico, la infraestructura colapsada, las entidades estatales en manos del crimen y el avasallamiento opresivo de una importante minoría en las cámaras. El régimen ganó las elecciones dilapidando miles de millones, después el mandatario intenta arrasar con el Poder Judicial, organismos independientes, instituciones. Se construye bajo su manto un despotismo chavista, en otro deslumbramiento se compara con San Francisco; su sucesora lo secunda y, al igual que Maduro, se convierte en instrumento del supremo.
Las aberraciones se materializan cuando se normalizan hasta los trastornos más grotescos. Se confía ingenuamente en que la realidad llegará para que la República regrese a su cauce. En Latinoamérica esta es caprichosa, en Cuba llevan esperándola 65 años y en Venezuela 25. La única verdad es que el sexenio termina y la herencia, al igual que en Venezuela, es una autocracia caótica.