Mi gusto es…(o la otra mirada). Por: Miguel Ángel Avilés
Para la familia Castro Silva.
Cómo decir voz y cuerpo, abecedario y palabra, como decir acontecimiento y mirada, como decir nube y lluvia, así mismo podemos construir y reconstruir un mismo suceso, instituyendo historia, pero también literatura.
Sobre ese momento o aquel día de paz o de guerra, sobre esas bombas que cayeron en una ciudad habitada o sobre el motivo de una revuelta que termina por independizar una patria, se consigue reflexionar desde una apreciación ficcional como representación alterna al discurso historiográfico y a la vez desde el estudio escrupuloso y crítico se examina documentos, registros, fotografías, filmaciones, libros y otros soportes que arrojen luz sobre eventos pasados.
Hablo de literatura y de historia como dos fuentes para conocer al ser humano o más bien dicho para conocernos como seres humanos y una incuestionable realidad que nos dibuja. Ambas pues, contribuyen a la comprensión de un momento histórico y una sociedad, por más que cada una lo haga a su modo, celosamente, aunque nunca irreconciliables. De cualquier forma, en una y otra opción hay un trabajo arduo, pero no menos apasionante que reporta lo ocurrido y desdeñar una es empequeñecer a la otra. Para muestra de esta conjugación, ahí tenemos como ejemplo las Crónicas de Indias, por más que algunos estudiosos lo sigan cuestionando esta hibridez
Caborca Heroica y la invasión norteamericana el 6 de abril de 1857 de Apolinar Castro Esquivel tiene justamente eso, uno y lo otro, por más que prevalezca el dato y la efeméride o el método analítico incline la balanza , ya que también el autor nos detalla, primero esas irrupciones peninsulares al llamado nuevo mundo, pasando por el conocido México independiente así como el tratado de Guadalupe Hidalgo, que guardando las respectivas proporciones, de Paz, Amistad, Límites y arreglos lo tuvo casi tan indulgente, tan generosamente como hoy suelen tener una restructuración de deuda de un banco con un moroso usuario de Servicios Financieros, hasta llevarnos a ese resumen, en la página 34 y 35, sobre la primera semana de abril de 1859 en lo que inicia con ese día primero cuando al norte de la ciudad, en lo que, según el autor, en la actualidad serian la calle Primera y Boulevard, es herido el Capital Lorenzo Rodríguez, luego el resto de esa batalla, hasta culminar ese 8 de abril cuando el Capitán Manuel Elías aprehende y tal como se hizo con los otros invasores en filas de cinco en cinco y de diez en diez, así igual terminaron fusilados catorce filibusteros más que venían de refuerzos y quienes, para decirlo a la mexicana, parafraseando el antiguo dicho que aparece en el Poema de Fernán González, en La Celestina, llegaron por lana y salieron trasquilados.
De idéntico modo casi frente a un improvisado pero nutrido pelotón a un hombre desaliñado y con una barba que no envidiaría nadie, de profesión, abogado, senador y diputado local de su pais, conservador, simpatizante de la esclavitud, e invasor en turno, se le invadían una carga de balas que le darían muerte para lamento de su viuda, la señora Filomena Aínza, y de los que había apostado por su triunfo: ese cadáver que yacía en ese charco hemático, sobre ese pedacito de tierra, a metros de la iglesia era del Henry Alexander Crabb, dirigente de este frustrado intento de anexar Sonora a Estados Unidos y a decir de otras investigaciones, y he aquí las distintas visiones de las que les hablé al inicio, fue reservado para un fusilamiento en solitario y que llevado a la oficina del alcalde, se le permitió escribir una carta a su ya referida cónyuge, para después ser llevado afuera, con las manos levantadas sobre su cabeza y atadas a un poste en frente a ese edificio que había ocupado, quien, inerte, quedó colgado del poste, balanceándose por sus extremidades atadas. Lo que enseguida sucedió, es decir que con un cuchillo se le cortó su cabeza, mientras corría su sangre por la calle y que esta fue expuesta al pueblo ante los abucheos de la gente y más tarde fue colocada en un envase y preservada con una bebida alcohólica típica de México, ignorando si era formol, ron o bacanora, no pienso especular ya que no me consta y sobre todo, porque la idea es que, intrigados los presentes, se hagan de este libro y lean sobre lo demás.
Paso mejor a recordar a Edmundo Valdez cuando decía que antes de conocer la obra de un escritor, primero hay que conocer su vida y entenderlo. En el caso de Don Apolinar, sin ser yo su biógrafo, creo que sobre esto último ha seguido muy a pie juntillas esa máxima atribuida al poeta José Martí: “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
Obstinado que es, porque lo conozco, creo que nada nos debe al respecto : como agrónomo para que les cuento , ha plantado lo más, como padre de familia no solo tuvo a tres mujeres y tres hombres sino que los nombró queriendo honrar a nuestro tronco lingüístico uto-azteca y son destacados profesionistas y de bien y sobre el reto del libro aquí tenemos un ejemplo con esta nueva edición que no es la única ni será, estoy seguro .
Antes de terminar, les confieso que omití mencionar, alevosamente, que Edmundo Valadez era originario de Guaymas. ya que tendría que haberles dichos que, al golpe del remo y agitadas las olas, este puerto también es heroico y que el 13 de julio de cada año, Sonora y México conmemoran la heroica defensa del puerto de Guaymas, sucedida en 1854 ante la invasión de más de 400 piratas franceses pero temo que frente a tan interesante información, don Apolinar Castro se levante para irse a escribir un nuevo libro sobre esto y no deje aquí, sin escuchar de este público a guisa de reconocimiento sincero, un merecido aplauso.
Es cuánto.
- Texto leído este pasado 17 de Octubre en el auditorio del Congreso del Estado, en la presentación del libro Caborca Heroica y la invasión norteamericana el 6 de abril de 1857 de Apolinar Castro Esquivel, organizada por la diputada del Distrito III, María Alicia Gaytán Sánchez.