Mi gusto es… (o la otra mirada) Por: Miguel Ángel Avilés
De acuerdo a la primera definición que encontré, la migración es el desplazamiento de una población de un lugar a otro y lleva consigo un cambio de la residencia habitual en el caso de las personas o del hábitat en el de las especies de animales migratorios.
Atendiendo a lo anterior, quiere decir entonces que yo fui, he sido, soy y tal vez hasta el final de mis días sea un migrante.
De la especie humana soy un migrante, claro está, por más que la aclaración parezca innecesaria pero vale decirlo, pues uno ya no sabe, si entre mi reducida población de lectores, pueda saltar por ahí uno de mis tantos adversarios, un conservador o un traidor a la patria.
Para que no quede duda alguna pues, hay dos tipos de migraciones: migraciones humanas y migraciones animales y aunque parezca lo contrario, formó parte de la primera y conforme vayan leyendo esta basura de columna, sabrán porqué.
Antes hago un paréntesis para decirles que las migraciones de seres humanos se estudian tanto por la demografía como por la geografía de la población y las de especies de animales se estudian en el campo de la zoología, de la biogeografía y en el de la ecología.
Dando por hecho que, pese a esta fisonomía, en particular mis orejas y un descuadrado cuerpo, su servilleta pertenece a los Homo Sapiens, mi historia de migrante, mi biografía migratoria , mi testimonio que puede contarles… he andado de aquí para allá, a huevo tendría que interesarle a los demógrafos o de perdida a un pollero y no a los zoólogos, los biogeógrafos y los ecólogos.
De niño, un 11 de junio de 1973 nos fuimos con todo y chivas, de la calle Javier Mina entre Allende y Rosales en donde vivíamos ocho, a lo que sería , primero un destino, luego una residencia y ahora un recuerdo que punza y duele hasta el cogote , a la vez que ríe y agradece por todo lo que nos dio por conducto de miama: la calle Normal Urbana 2320, entre López Mateos y Venustiano Carranza, colonia Los Olivos.
Supondré yo que fue la ocasión que me inicié como migrante y desde entonces no he parado.
Dice Paz ( Octavio, no Espinoza y me refiero al cantante, no al filósofo neerlandés que se dejaba la greña como Marco Antonio Solís) que cuando nos echamos a caminar para otra parte, es decir, para algún lugar que no es nuestro( al menos al inicio ), jamás cortamos el cordón umbilical, simplemente lo estiramos como un elástico y con este nos traemos todo eso que nos significa hasta morir como el origen, la tierrita, los olores primarios, una camisa rauda, los sabores, las costumbres, una foto en la cartera, y un aullido de un coyote que estamos escuchando siempre y que nos hace voltear hacia allá de donde un día salimos.
Claro que el maestro Octavio Irineo Paz Lozano, quien era marxista como yo – ambos nacimos en marzo- no lo dijo así tan detallado, pero sí se refirió, en sentido figurado o metafórico a esa tripa que conecta al feto con la placenta en el útero de la madre, para escribir lo que acabo de explicar tan esplendorosamente.
El cordón paceño quien quité y era ese naranjo que en la fecha de 1973 que ya cité, miama ordenó que lo sacáramos de raíz del patio que dejaríamos para siempre con tal de llevárselo a la nueva casa y replantarlo en el nuevo domicilio en donde permaneció y dio frutos, alegre cada mes de diciembre, hasta que supo que su protectora estaba en fase terminal a causa de un maldito cáncer y murió con ella. Desde ese momento volvían a ser migrantes, esta vez con rumbo al más allá.
Quien quite dije porque también pudo ser esas anécdotas de ida y vuelta que se contaron, durante el primer viaje fuera de la península, en barco y camión, a Guadalajara, pasando por Sinaloa, cuando ensayaba, sin saberlo, para un viaje más largo que iniciaría cinco años después y todavía no termino
De que soy migrante, no hay duda, lo que no puedo entender es porque salí y cuando vuelvo.
Estoy seguro que emigré por decisión propia que no es lo mismo que salir por gusto. Es más: la decisión propia es un decir, porque, viéndola bien, fue por una necesidad.
En mi caso, de acuerdo al Ello, el Yo y el superyó, a una gitana que leyó mi mano, traía muchos alambres cruzados sin darme cuenta en forma consciente y opté por, al inicio sin agarrar camino, la UNAM o la U. D. G. pero no se pudo y debido a una razón que ahora les quedaré debiendo, el tarot o la ouija apuntó para la universidad de sonora y aquí estoy desde hace un buen en esta entidad federativa.
A partir de entonces empecé a sentir esa emoción que supongo mamá vivía al escuchar Paso del Norte , esa Canción popular que expresa la sensación de lejanía que sienten los migrantes al separarse de sus familias y que a ella dos tres veces la hizo llorar porque le recordaba el lejano episodio cuando a sus quince años tuvo que dejar el rancho e irse a radicar al puerto , a tres o cuatro horas de distancia pero que no evitaban que tragara gordo aunque no se si era por el dolor de haberse ido o por todo lo que pudo haber dejado .
Con el tiempo, y a modo de agradecimiento y para atenuarle algunas necesidades, juntaba un dinerito, llenaba un cartón de ropa o de despensa, compraba unas bolsas de pan y a guisa de remesas, la enviaba al ranco por conducto de quien iba de visita, o vía Transportes Águilas o en forma directa cuando íbamos algunos días o de vacaciones.
Los destinatarios entendían el papel que jugaban. Habían pasado años luz desde que mamá había tenido que salir y ni por exigencia , menos por iniciativa propia andarían pidiéndoles disculpas o un perdón a mamá en nombre de tres generaciones atrás, porque no les correspondía y porque resultaría un absurdo. Tampoco jugarían roles de otros ni harían jamás , caravana con dinero ajeno. Más bien agradecian el no olvido y el apoyo destinado, antes que jactarse como un mérito propio, lo conseguido por quien partió y no por quien la orilló a partir.
Estas fueron mis primeras experiencias como migrante: cuando lo vi en mi familia y cuando lo fui por ocasión primera. De ahí pal real y más en un estado fronterizo y por el fenómeno mismo que es intrínseco de mi país, la migración suele estar muy presente .
Habría que aclarar que migrar no es ir de vacaciones ni practicar el senderismo. En estos casos, todo dejas en el punto de partida y solo se van tú y una mochila con ropa y lo necesario de acuerdo a donde vayas. En lo otro, paradójicamente dejas todo y a la par te estas llevando todo. Parecieras que tuvieras el don de la ubicuidad cuando menos en emoción y pensamiento. Volteas hacia el frente pues nunca cesa tu andar pero a ratitos tuerces el cuello para divisar la polvareda o lo nebuloso que bien puede llamarse nostalgia, soledad, fijación , anclaje , recuerdo , evocación , remembranza , pedazos de vida que se van quedando para dar paso a otros que a lo largo de los años van naciendo .
Más tarde que terminé esta escribidera, saldré porque tengo una cita de relajado esparcimiento. Pero en mi mente está la idea de volver a casa horas más tarde y no irme a otra dejando esta, ya sea en la propia ciudad o en el estado colindante, o al país vecino o a Dinamarca sin importar que aquí ya estemos mejor que ellos, para residir allá por cinco años como suponía que venía a esta capital o casi los cuarenta como los que llevo.
Esta es la diferencia. La gran diferencia.
Más preciso: Esta noche volveré, dije o ese es mi propósito. En cambio, de la llegada a esta tierra, hasta el día que prometí ser fiel en los próspero y en los adverso hasta que la muerte nos separe, viví en catorce casas y no precisamente por gusto o por que tuviera una proclividad por la mudanza inmobiliaria o anduviera huyendo de alguien .
En cada una dejé, aunque a escala, todo lo que ya hemos dicho y me llevé conmigo todo lo que donde Tavo Paz, comenta. A ninguna de ellas regresé, acaso nomás pasaba por ahí por ocasión o casualidad o porque algunos fantasmas, contra mi voluntad, me traían en peso o de la manita para torturarme o para aceitar la memoria.
Así como mi madre lo hacía, también he querido devolver a mi terruño y a los de mi terruño un tanto de lo recibido por ellos y por todo ello pero creo que sigo quedando a deber.
Delucidar ahorita quien sufre mas pena ,si el que se va o el que se queda, es un reto imposible de cumplir y si me precipito con la respuesta, estoy seguro que no dejaría contento a nadie.
Mejor saldré a caminar, prometiendoles volver y estar aquí la próxima semana. No sé si será hacia el sur o hacia el norte, pero he de topar con la frontera. Esa que fue edificada por quien no quiere a los míos o la que está en el lado contrario, resguardada, tan parecidamente, por los tres colores nuestros.