Mi gusto es… (o la otra mirada). Por: Miguel Ángel Avilés
El dilema que tengo al respecto no es de que exista una, dos, tres caras sobre alguien, sino que no sé cuál es la real.
Tranquilos, no me refiero a la impostura de un rostro, de su fingimiento o del que no es genuino. No, de eso no.
Por lo pronto.
Hablo de la fisonomía de una mujer o de un hombre que pueda nombrarse a modo de ejemplo, desde el génesis, hasta el día que estén leyendo esto y del cual o la cual, han aparecido tantos rostros de una sola persona que, al menos yo, no pudiera decirles cuál es su media filiación real.
Entiendo el valor de la fotografía a lo largo de su historia ya que eso ha permitido el estudio de todos los aspectos relacionados con las imágenes fotográficas en su desarrollo a través del tiempo , pero ni antes de su invento ni después, los que pintaron, grabaron, esculpieron, retrataron la cara de alguien, nunca tuvieron la delicadeza de ponerse de acuerdo o ir con un fedatario o llevar a cabo una votación a mano alzada o verificar o anotarlo en el tronco de un árbol, de dejar constancia en un jeroglífico o jurar ante la biblia, para uniformar una decisión y afirmar, sin titubeos que esa cara era la verdadera, no otra y que estaba estrictamente prohibido cambiarla más adelante para mejorarlo si era feo o dejarlo irreconocible a pesar de que era una hermosura por si algún día lo andaban buscando.
Frente a esta imparable anarquía, todo fue muy sencillo para los que llegaron después y cada quien esculpió a su antojo el rostro en turno, al cabo que nadie buscaría a ese personaje de carne y hueso para cerciorarse que efectivamente, así como lo trazaron, así era.
Esa es mi teoría.
Y les guste o no, ahora se aguantan.
Porque en un descuido, quien quite y sea cierta.
Yo no tengo la culpa.
Lo que sucedió es que no hubo control de calidad y entonces todos se volvieron practicantes del retrato hablado, del boceto, de la imagen personal del que veían y la enviaban al ciberespacio del chismorreo y sin objeción alguna, recibimos como auténtico, todo lo que les llegaba, aunque todas las reproducciones fueran diferentes entre sí.
Entiendo que así es el pueblo bueno y sabio, que fielmente se cree todo, pero lealtad aparte, mínimo hubieran visto detalle a detalle cada facción, milímetro a milímetro y checar, de esta manera, si no le estaban dando gato por liebre.
Como a la primera infracción nunca se hizo nada ni se tipificó como delito el hacer de una sola persona dos, tres, quince caras, desde el origen de este mundo se solapó a la impunidad, y el que así dispuso, nos trajo un catálogo en donde Adán y Eva, aparecían multiplicados no en panes ni en peces sino en tantos diversos rostros como imaginación individual había.
A estas alturas, pues, nadie me pudiera decir, con pruebas en mano, quién es Eva y quién es Adán o como son tal cuales, de rostro entero y cómo son cada uno de sus ojos o si la manzana y la serpiente originales ya andan en el jardín del edén, ni le podríamos hacer ya un examen de ADN.
En la versión de las religiones abrahámicas, a Adán y Eva se les consideran como el primer hombre y mujer, creados por Dios, y su historia es esencial para el reconocimiento en la humanidad como una sola familia, descendiente de una pareja original, no más que hasta ahorita, no hay evidencia científica que respalde la existencia literal de esta pareja.
No obstante, eso les ha valido una pura y dos con sal a los que le han representado en una imagen, mostrándonos a uno y a otra como si hubieran posado para ellos e irrefutablemente son el par de habitantes que pisaron antes que nadie esta gran aldea llamada mundo.
Unos pintan a Eva con el pelo güero y rizado, en tanto que Adán lo muestran con una barba colorada y con caireles bien bonitos que hasta envidia da. Otros, de pronto lo muestran bien rasurado a él, y con unas trencitas como las de mi tía Josefa, a Eva.
Con Caín y Abel pasa igual y hay tantas representaciones como usted lo crea. Eso sí, de la quijada de burro no he visto ninguna imagen, salvo las que pueda recordar de mi infancia en el rancho o las que unos puedan encontrar en los libros
Con dios / con cristo sucede algo parecido, pero las versiones sobre su cara, les juro por él, que son infinitas. Parto del supuesto que todas las que hay, son imágenes cuando tenía treinta y tres años o poco menos, ya que, a la fecha, no conozco alguna de su adolescencia y de ser originalmente persona morena, con barba y cabello un tanto desaliñado, ha pasado a ser un apuesto hombre con el cabello largo y bien cuidado, barba impecable y ojos de color que bien pudiera pasar como un actor de televisa.
Nada de esto empequeñece su figura y es, para mí, sagradamente respetado.
Así nos pudiéramos ir en cada personaje a lo largo de la historia y ese conteo me daría la razón.
Para no dejar, veamos tan solo el registro mexicano y recordemos algunos y algunas de lo más representativo.
El general Morelos es un caso: la más conocida es la que trae el pañuelo en la cabeza tal como si no se lo quitara para dormir. Por qué debería importarme, pero supongo que de vez en cuanto lo dejaba en paz la migraña y literalmente decidía soltarse la greña.
Supongo pues no creo que trajera el pañuelo en todo evento público como si fuera profesor universitario o de vez en cuando lo lavaba o salía a la calle con el pelo mojado.
Hay otras, las menos, pero hay, en donde no lo carga puesto y se ve cachetón y más joven como si fuera el hermano menor de tan distinguido sacerdote. En una más aparece con el copete trasquilado y en una más, esculpida en un rostro, más bien parece que es Enrique Álvarez Félix.
¿Cuál de todas esas era la cara de Morelos? Créanme que no sé y si me apuran, mas de un historiador tampoco.
Con Hidalgo pasa igual. Hay una cara de un gallardo insurgente dispuesto a dar su vida, en otra se mira como un tierno abuelito al que hay que llevárselo ya a dormir y en otras más se parece a un abogado y apreciado amigo.
Le atinaron: no se cuál es la que pasó largos años colgada en la forma que ya sabemos.
Josefa Ortiz de Domínguez, Allende, Aldama, Los Serdán y el resto de esta generación ni se diga.
De don Benito Juárez para que les cuento. Nacido orgullosamente zapoteca pudo ser de ese perfil que ya hemos visto, pero día día, libro tras libro, estampa tras estampa ha cambiado de rasgos, lo cual me parece grosero, como si les apenara su cara de a deveras y nos lo empezaron a mostrar como si lo acabara de dar de alta su cirujano plástico .
Creo que no era necesario y en estas épocas menos, al contrario, nos sentiríamos más orgullosos de su origen como hasta ahora lo hacemos con tantos doble cara que nos han mostrado desde la primaria y después, incluyendo a pancho Villa del que bien decía Leduc que parecía panadero Gachupin, pero en otras hagan de cuenta que veíamos un convaleciente enfermero de paperas y no se diga de Emiliano Zapata el cual tampoco se salva del síndrome de los y las doble caras, mostrándolas en una con una mirada lasciva y seductora y en otras gallardo y revolucionario a carta cabal.
Eso apenas es una radiografía general, en lo nacional y en lo internacional y esta costumbre de las doble caras se perpetúa, aunque ahora lo podemos ver en los carteles de Se Busca de tal o cual narcotraficante en donde en una foto tiene la apariencia ser el más temido de los rufianes y en otro puede semejar un líder de algún sindicato universitario.
De esto ya hemos escrito y por eso bien me acuerdo, nomas de ejemplo, de la familia de los Arellano Félix a quien según pedían que los denunciáramos pero nos compartían una fotografía viejísima de toda la familia, en donde más bien parecía la portada de un LP de Los Muecas.
Así ni como ayudar y eso no es cosa menor porque lo anterior significa que pudiéramos tener una idea equivocada de los que han dirigido al mundo desde su nacimiento hasta nuestros globalizados días a los que hay que agregar el factor foto shop, de tal suerte que cuántas veces habrán pasado frente a nosotros ese o aquel personaje y ni en cuenta, jamás nos percatamos.
Así no.
Pero quédense tranquilos, como les dije al principio, no me refiero a la impostura de un rostro, de su fingimiento o del que es genuino o vive de la hipocresía.
No y ni para qué meternos ahora en esos bretes. Sería muy decepcionante para la familia, para un grupo de buena fe, y hasta para un movimiento de nobles causas que eso de doble cara, de hombre o de mujer, tuviera que ver con el discurso tan falso y tan incongruente en donde se habla con medias verdades o en donde entre el decir y el hacer hay un abismo.
Mucho menos estoy aludiendo a él o a ella, que actúan como víctimas, pero nomas se escudriña tantito en la verdad y resulta que son los victimarios o las victimarias.
No, para qué.
Es más, para acabar pronto y ya, tampoco me refiero a esas caras de algunos, como la mía, en la que al verla, de plano no se sabe si es la foto o es la huella.