Mi gusto es… (o la otra mirada). Por: Lic. Miguel Ángel Avilés
LLAMADA O PRESENTACIÓN DEL PERSONAJE: La música
Desde la antigüedad, la música ha sido un poderoso medio de comunicación, una fuente inagotable para transmitir emociones, narrar historias y, sobre todo, unir a las personas.
Pese a ello, esta virtud de la música para influir en las masas también la ha convertido en un blanco que ni mandado hacer, para aquellos que buscan controlar a la sociedad.
Las razones detrás de esta prohibición de la música han sido un titipuchal, pero suelen ser en torno a cuestiones de poder, control social y moralidad.
Por ejemplo, durante el régimen talibán o talibanés, allá en Afganistán, la música se prohibió porque se consideraba un despiste que perjudicaba a la devoción religiosa y era “un símbolo de la decadencia occidental”.
¡Oh dios mío!
Esta censura abarcó todo tipo de música, desde canciones populares hasta la música tradicional afgana, dejando al pueblo bueno y sabio de aquellos lares carentes de una parte fundamental de su cultura e identidad.
Los músicos, como les puede ocurrir a los grupos norteños más adelante aquí, si la cruzada vestida de política criminal sigue, se vieron obligados a esconder sus instrumentos o a salir, juidos, del país para seguir trabajando.
Esta represión fue tan dura que, incluso, el escuchar música en privado podía llevar a un castigo extremo, ignorando cuál fue este, pero vayamos poniendo nuestras barbas a remojar por si un día de estos nos descubren poniendo en la rocola el corrido de “El Pablote” de José Rosales cantado por el Charro Avitia considerado el primer corrido de este género, “Por morfina y cocaína” de Manuel Cuellar Valdez o “Carga blanca“ interpretada por Los Alegres de Terán.
“Cruzaron el Río Grande / Ya casi al anochecer / Con bastante carga blanca / Que tenían que vender”.
En la Unión Soviética, la música también fue objeto de censura y control estricto. Bajo el régimen del sangre liviana y guapachoso de Stalin, se prohibió la música que no comulgaba con los ideales comunistas, y se promovió un estilo musical que enaltecía al Estado y a sus líderes, tal como si nosotros tuviéramos que olvidarnos de escuchar en un domingo el corrido de Eleodoro Elenes, en la voz de Chalino Sánchez, en donde se ha dicho que se alude a un tipo con este nombre y apodado “El Culichi” quien, ha trascendido en algunos medios, pudo ser el abuelo de Peso Pluma, el joven cantante, y, por precaución, tendríamos que oír un corrido dedicado a Miguel de la Madrid o dormirnos arrullados con la hora nacional dedicada a José López Portillo, por citar donde nombres de esos años, donde tal el desaparecido cantante y corrido mismo pegaban fuerte.
“Lo apodaban: ‘el Culichi’. Era famoso y mentado. Su afecto eran las mujeres. Las joyas y los caballos. También fue un hombre valiente, de esos que no son dejados. Por una mujer bonita. No le importaba morir”.
Que tiempos aquellos que, afortunadamente, ya no volverán.
Pese a todo, la música ha demostrado ser una forma de expresión que aguanta todo y crece frente a la adversidad, convirtiéndose, con gran resiliencia, en un acto de provocación frente a todo poder que, incapaz de resolver los fenómenos sociales que se le presentan, alude obstáculos inexistentes y le da por oprimir.
VOY A CANTARLES, SEÑORES…
El corrido mexicano, lo sabemos, nació a partir de los romances españoles, que se adaptaron al contexto mexicano y se convirtieron en un nuevo género musical.
Los romances eran composiciones poéticas que surgieron a partir de la división de los cantares de gesta.
Su estructura narrativa se compone de un marco, una situación inicial, una complicación y una resolución.
Según algunos autores, el corrido nace a principios del siglo XIX durante la época de la independencia y ganó más presencia durante la Revolución Mexicana, porque contaba las aventuras de los revolucionarios y sus líderes. Sin duda fueron una de las expresiones culturales a través de las cuales se construyó su historia. Informaba, de una visión externa, sobre los hechos y personajes de la revolución, así como de expresar la visión de la gente sobre la lucha armada.
Los corridos no han perdido popularidad hoy en día, siguen narrando historias de esto y de aquello, sentimentales o dolorosos, divertidos o tristes, sobre los habitantes de las comunidades y sus problemas inmediatos, como la inmigración, la tierra, la muerte, la violencia y desde al menos 1931 a la fecha el narco y sus personajes, como el que ya les referí, el de “El Pablote” compuesto por los músicos José Rosales y Norberto González, el cual relata la vida criminal del traficante Pablo González, esposo de Ignacia Jasso, la viuda de González, más conocida como Ignacia Jasso o por su apodo La Nacha.
Es considerada como la abuelita del narcotráfico pues al morir su cónyuge y supongo que para respetar la alternancia en cuanto a paridad de género, ella tomó su lugar y fue la primera narcotraficante mexicana en adquirir relevancia a nivel mundial, estableciendo uno de los primeros grandes cárteles de la droga en el norte de México en la década de 1930 y pasaría a controlar gran parte del comercio de heroína, morfina, marihuana, opio y cáñamo en Ciudad Juárez hasta la década de 1970. ”La abuela del narcotráfico”. Nacida en 1901 en Mapimí, Durango, fallece el 10 de enero de 1982 en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Señores, voy a cantarles / con una expresión muy fina / las hazañas del Pablote, / que era el Rey de la morfina.
Hasta ahorita no he podido encontrar alguna disposición legal de esos años mediante el cual se prohibiera su interpretación en espacios públicos o los autores fueran a prisión por haberlo grabado en un LP de los viejitos que apenas se escucha. Tampoco encuentro nada sobre Los Tigres del Norte luego de cantar una y otra vez Camelia La Texana, La Banda del Carro Rojo y sobre todo, El Zorro de Ojinaga, no igual de famoso, pero sí representativo del género.
El cuidaba la frontera / Por órdenes del tío Sam / Y casaba terroristas / De esos que saben matar. / Era el zorro de Ojinaga / Pablo Acosta Villarreal… / Pero viene otra consigna / Dijeron al publicar / Dicen que bajaba aviones / Con polvo pa’ comerciar / Como el hombre ya está muerto / Ya no lo desmentirán.
Como ven, el asunto de los corridos y en particular los que narran esta actividad ilegal y a sus miembros, es muy viejo, pero como suele pasar, son estos los que están en el banquillo de los censurados, al señalárseles como nocivos o dañinos que, dicen, suelen glorificar a figuras del crimen organizado, promover la violencia y hacer apología del delito, lo que trae consigo, o existen un nexo causal entre estas cantadas y el comportamiento delincuencial o de mero consumo, principalmente en los jóvenes.
Supondré que para llegar a esa conclusión, hubo un proceso de evaluación psicológica con su planificación, desarrollo, verificación, informe y se busca información sobre el paciente y su entorno, se analiza la hipótesis, se establece el diagnóstico, se definen los puntos a tratar durante la evaluación y desarrollo, se estableció el marco teórico, se verificaron las hipótesis planteadas y se redactó un informe de resultados, que incluyen los procedimientos, se valoró el comportamiento, y se dieron orientaciones para la intervención posterior. En esa evaluación psicológica seguro hay pruebas con referencia a normas, entrevistas, observaciones y procedimientos de evaluación informales.
Mínimo, pienso yo.
En tanto encuentro ese informe, considero insistir, retomando lo que tanto dijo mi entrañable amigo Mario Arturo Ramos, que no hay “narcocorridos” porque no se trafica con corridos, como tampoco hay narco literatura, no vayan a pedir, también, que los escritores dejen de escribir al respecto o se detenga a un par de lectores en el aeropuerto por traer un libro de Elmer Mendoza, bajo el brazo. En todo caso, lo que hay es música o corrido y literatura que habla sobre temas de narcotráfico y como siempre decía mi amigo, a la música debe evaluarse con criterios estéticos, no otros.
AHÍ LES VA LA DESPEDIDA
Soy un convencido que la música y el corrido en especial, no incide, en la conducta de un ser humano, sea para delinquir o demás. No, al menos, de forma exclusiva, olvidándonos de todos los factores formales e informales del control del crimen y lo que esto implica en la tarea de un gobierno.
Son otras las causas alrededor de esto.
Pienso que, a diferencia de los corridos de antes, hoy los autores -obvio, no todos- se encuentra ya dentro de los hechos o cerca de los personajes que usan como materia prima para lograr sus composiciones. Es decir, el autor del corrido era un observador externo del hecho, miraba desde fuera lo ocurrido y narraba, ahora algunos de ellos están en ese círculo y escriben por encargo o complacencia, sintiéndose parte de la familia del narco.
En cuanto a los que no son compositores, pero sí aficionados a este género no delinquirán si y sólo si porque se la pasen escuchándolos sino porque ya hay en ellos otros indicadores sociales o económicos, familiares o barriales y la música, acaso simplemente detona o refuerza ese comportamiento ya existente. Valga la comparación: algunas personas padecen una depresión y no es la muerte, la terminación de un matrimonio, una necesidad económica la que provoca la crisis, solo la despierta, sin que por ellos culpemos a nuestra ex, o a quien nos despidió del trabajo o la economía del país.
Vuela, vuela, Palomita / Y deja de prohibir / Los corridos no son de ahorita / Y van a sobrevivir / Hay otras cosas y cositas / Que no quieren combatir.
La música entonces o un género en especial, como ya pasó con el Rock y sus variantes o la lambada no es responsable ni la causa generadora de algo como esto que se le indilga. En mi caso, escucho a José Alfredo Jiménez desde niño y a dos tres por el estilo y no pertenezco a doble AA, me encanta el Rap y no fumo ni tabaco, seguí mucho a Juan Luis Guerra y no me hice protestante, sigo escuchando las viejas canciones de los Tigres del Norte y no he traído las llantas del carro repletas de hierba mala. Es más, ni manejo.
Suponer eso, creer en eso y pedir que nadie los toque, porque eso reducirá la violencia derivado de este ambiente relacionado con la droga y nos juran que dará resultado, ah bueno, entonces hay que prohibir otros corridos como el Rosita Alvirez para que cesen los feminicidios o el de Balbinita Apodaca para prevenir los acosos y abusos de menores así como el autoritarismo militar y pidamos a todas las radios que programen El circo, de los Tigres para que los servidores públicos se miren en el espejo y no agarren el erario como botín.
Mil novecientos, cuarenta y ocho, / Sábado noviembre veinte, / A Balbinita, se la llevó, / Domingo Mora el teniente.
Así la veo y todavía hay material para seguir dialogando.
Eso sí y ahí no les discuto: en cuanto a voces y calidad musical hay algunos muy buenos, pero hay otros a quienes sí se les debería abrir una carpeta de investigación, pero no por la Fiscalía General de la República, sino por la Escuela Nacional de Música o el Conservatorio Nacional.