La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
Por siglos el sarampión fue un padecimiento recurrente y fatal, como efecto de su letalidad, también incidió sobre la demografía y fue una de las causas del despoblamiento del Noroeste mexicano.
Según el historiador José Marcos Medina Bustos, el sarampión en Sonora afectaba más que la viruela y un poco menos que el cólera, con ciclos de mortífera aparición. Esta enfermedad tenía una mortalidad y morbilidad muy alta, causada por una elevada contagiosidad para la cual la población se defendía ensayando curas que naufragaban ante lo virulento del mal, los enfermos se consumían entre fiebres, erupciones y otras manifestaciones.
Durante el siglo XX el sarampión fue un enemigo tenaz, los gobiernos posteriores a la Revolución construyeron una respuesta a las penurias sanitarias edificando instituciones y lanzando campañas de prevención e intensificando programas de vacunación.
Una característica fue la continuidad, a pesar de los desencuentros entre los protagonistas del poder, las políticas permanecieron mientras nuevos hospitales e instituciones se edificaban.
Una singularidad era el espíritu vanguardista que los animaba, nunca desdeñaron del conocimiento extranjero y tampoco hacían diferencias ideológicas ante los nuevos avances científicos. Así llega a nuestro País la vacuna contra la poliomielitis y al tiempo se sumará el biológico contra el sarampión.
El doctor John Franklin Enders participó en el desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis, fue uno de los galardonados con el Nobel de Medicina, posteriormente integró un equipo para buscar la vacuna contra el sarampión sumando a Tomas C. Pebbels, quien logró aislar el virus.
Para 1963 el biológico estaba disponible, en México se empezó a inocular y para los años setenta estaba incorporado en los programas de vacunación, la batalla será larga.
En 1986 apareció un brote y las autoridades acentuaron los esfuerzos con jornadas intensivas de inmunización, para entonces la Cartilla Nacional de Vacunación era un instrumento diseñado para alcanzar los niveles más altos de vacunación y lo consiguió, en 1996 México levantó la bandera del éxito epidemiológico, ese año no se presentó ningún caso, aquel padecimiento que diezmaba a la niñez había sido erradicado.
México mantuvo a raya estas enfermedades y las políticas en Salud se fortalecieron, con los años el Seguro Popular se sumó y su beneficio es demostrable, se transitó de un régimen de partido a la democracia y las políticas se mantuvieron mientras numerosas administraciones pasaban, en 2018 todo cambió.
Hoy padecemos una crisis auto provocada por la hecatombe sanitaria de un régimen que acumula siete años en el poder, la demolición del sistema de Salud junto a la desaparición de los programas de vacunación ha derivado en una criminal regresión.
Cientos de casos de sarampión se manifiestan en México, detrás de estos vienen muchos más que no han sido advertidos, junto a estas fatalidades se revelan otras enfermedades antes controladas como la tosferina.
La administración intenta resucitar desesperadamente las Campañas Nacionales de Vacunación cuando las condiciones son adversas, no hay recursos y su ideología es un lastre, rechazan la modernidad ensayando un tortuoso retorno al pasado, la antigüedad en ellos ejerce una ensoñación: Estufas de leña, trenes, curanderos, hueseros, lo otro es “ciencia neoliberal”.
Si hubiere una urgencia por recomponer los yerros en Salud, se suspendería el despilfarro por la elección judicial, redirigiendo los recursos a Salud y no a las obras faraónicas del Tren Maya y la Refinería, sin embargo, a estos gobiernos no les interesa el desarrollo sino hacerse con el poder.
Ahogaron la democracia y denigraron toda política pública, su interés es apropiarse del Estado para convertirlo en una autocracia mafiosa, la salud es lo que menos importa.