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Home LAS BOLS RÁPIDAS
A Máynez le pusieron el rajado

Sheinbaum frente a las Fuerzas Armadas: el costo de abrir la caja de Pandora

David Parra by David Parra
11 septiembre, 2025
in LAS BOLS RÁPIDAS
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Por David Parra
El reciente choque entre el gobierno de Claudia Sheinbaum y sectores de la Marina Armada de México marca un punto de quiebre en el delicado equilibrio entre el poder civil y militar. Por primera vez en años, la narrativa oficial apunta directamente a una institución históricamente blindada de la crítica pública. Lo que parecía territorio intocable ahora se ve sometido a escrutinio, y el resultado es el destape de tensiones acumuladas por una política hipermilitarizada.

Esto nos lleva a un cuestionamiento necesario… ¿Responden las Fuerzas Armadas plenamente a la actual presidenta, o persisten las lealtades hacia el expresidente López Obrador, a quien la propia Sheinbaum sigue refiriéndose con tono subordinado y protector a toda prueba?

Esta indefinición nada en un contexto en el que el Ejército y la Marina no solo asumieron funciones de seguridad pública, sino que se convirtieron en pilares económicos y políticos a manera de inversión política de mediano plazo para un momento como este, tal vez un tanto precipitado, pero ya muy presente.

Bajo su control se concentran puertos, aduanas, carreteras, megaproyectos, aeropuertos y hasta empresas paraestatales, lo que les confiere un peso que trasciende lo estrictamente castrense que ha colonizado el poder civil a un grado que aún no se dimensiona, pero que está a la vista.

La situación recuerda episodios históricos en América Latina donde el poder militar, una vez fortalecido, se convirtió en actor político autónomo. En Brasil, por ejemplo, el gobierno de Jair Bolsonaro otorgó a las Fuerzas Armadas posiciones clave en la administración pública, y aunque no hubo un golpe abierto, el peso político de los militares condicionó sus decisiones.

En Argentina, las dictaduras militares de los setenta dejaron un aparato castrense con capacidad de intervención política incluso décadas después de la transición democrática.
En México, el antecedente de la Guardia Nacional bajo mando militar profundizó una relación en la que el poder civil cedió terreno voluntaria e innecesariamente en estrictos términos de seguridad, para efectos de un ejercicio de poder y administración de recursos libre de escrutinio civil, habida cuenta de un fuero mal entendido, escudado en lo que ya resulta un pretexto ante la evidencia, de una exagerada y muy conveniente seguridad nacional.

Lo que hoy ocurre con la Marina es revelador, en tanto lo que resultaría equivalente respecto de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) genera interrogantes, al soslayar que en las aduanas, carreteras y aeropuertos ocurre lo mismo que en los muelles según infinidad de reportes periodísticos escrupulosamente documentados.

Esto último bien pudiera explicarse en términos de que el riesgo para Sheinbaum es muy alto: Si de lo que hablamos es de una intención por reorganizar el control militar, que coincide con un escenario donde las Fuerzas Armadas ya no son simplemente una institución subordinada, sino un actor central del sistema político. Esto es característico de modelos pretorianos, en los que las fuerzas castrenses ejercen influencia directa sobre el gobierno civil, ya sea mediante presión política o captura de áreas estratégicas.

El panorama también expone una paradoja. México apostó a la militarización como estrategia contra el crimen organizado desde el sexenio de Felipe Calderón, pero esa apuesta consolidó estructuras militares con poder económico, operativo y político sin precedentes. Hoy, al intentar reformar este modelo, el propio Estado enfrenta a los mismos actores que fortaleció. Abrir esta “caja de Pandora” implica desafiar redes donde convergen intereses militares, empresariales y criminales, y donde el uso de la violencia política no puede descartarse.

La experiencia de países como Colombia, donde los militares han sido pieza clave en el combate al narcotráfico, muestra que las fuerzas armadas tienden a acumular poder político proporcional a su participación en seguridad interna.

En contextos de debilidad institucional, esa acumulación puede derivar en situaciones tensas que comprometen la gobernabilidad. México parece entrar en una etapa similar: Si lo que busca Sheinbaum es centralizar autoridad, a costo de enfrentar estructuras armadas que ya no solo obedecen órdenes, sino que tienen capacidad para negociar su participación en el Estado, la apuesta es de alto riesgo.

En este escenario, la seguridad presidencial adquiere una dimensión crítica. No se trata solo de proteger a una persona, sino de preservar la estabilidad del régimen. La desconfianza hacia mandos militares, sumada a las resistencias internas en sectores estratégicos, anticipa un periodo de fricción institucional que pondrá a prueba la viabilidad de un gobierno civil en un país donde los militares dejaron de ser un instrumento del Estado para convertirse en uno de sus poderes fácticos más fuertes.

Esto necesariamente plantea varias disyuntivas para la presidenta, entre las cuales podemos considerar:

Priorizar la ya resquebrajada narrativa política o reingeniar la estrategia de seguridad.

Depurar o negociar con las Fuerzas Armadas para recuperar el terreno civil indebidamente cedido.

Atacar con todo el poder del estado al crimen organizado directamente o desmontar primero sus redes de apoyo institucional aceptando ayuda internacional.

Desintegrar la Guardia Nacional para recuperar el mando civil en la figura de seguridad pública o mantenerla bajo un control militar cada vez más autónomo.

Promover la transparencia en los contratos militares o preservarlos en la opacidad de un artificial e innecesario hoyo negro presupuestal que invita a lo que estamos presenciando.
Sheinbaum no la tiene nada fácil, pero esto pareciera configurar un punto de inflexión donde evidentemente, sola no va a poder, por lo que los círculos de confianza interna se están estrechando de manera inevitable, pero a la par, pareciera que los círculos externos pudieran ampliarse como alternativa única de equilibrio, pero con riesgos también muy altos.

En este torbellino de poder confrontado, la seguridad de la presidenta se convierte en una prioridad de estado que esperemos, no deje huecos para ninguna de las fuerzas afectadas por cualesquiera que sea la naturaleza de la decisión política que haya abierto esta caja de Pandora de alcances de pronóstico reservado.

Contacto vía X en @dparra001 y vía Facebook en @En3y2p

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