Mi gusto es… (o la otra mirada). Por: Lic. Miguel Ángel Avilés
Hasta estos momentos en que inicio la columna, no se sabe con precisión si la señora identificada por lo pronto como ‘Phillies Karen’ recibió una sanción o puede recibirla, después del incidente durante el partido de la MLB entre Philadelphia y Miami en el estadio Loan Depot Park.
No obstante, y sin averiguar si eso era cierto, llovieron noticias que aseguraban que la señora había sido despedida de su trabajo, que laboraba en tal parte y que jamás la dejarían ingresar a ningún estadio de béisbol o de cualquier deporte, incluyendo la liga MX, aunque estuviera jugando la cruz azul y esto último le sirviera de escarmiento.
A pesar de los días transcurridos, es hora que no me llega comunicado o boletín alguno de Pat Courtney, ni de nadie de la Dirección de Prensa de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB) o MLB Press Office, pero, gracias a otras fuentes con las que cuento, les puedo jurar que eso que dijeron sobre la rijosa dama, no es cierto.
Me refiero a lo del despido de su trabajo y el que no la dejarían entrar a estadio alguno.
Para ponerlos en contexto (porque no hay texto sin contexto, decía un vil huachicolero cuando yo era niño) el incidente ocurrió en la cuarta entrada, luego de que Harrison Bader bateara un cuadrangular que cayó en las gradas para donde está el jardín izquierdo.
Un señor, con una playera de los Phillies, de volada corrió hacia donde aterrizó la pelota, la agarró y se la entregó a su hijo, no sin antes disputarse a doña blanca, como se disputan en el suelo los dulces de una piñata o el bolo en un bautizó, con una mujer güera de pelo corto.
El señor se queda con ella (con la pelota, no con la señora) y va y se la entrega a su hijo, un niño muy bonito que ese día cumplía años y que, por cierto, se llama Lincoln.
Hasta ahí todo bien, hagan de cuenta que unas gaviotas se disputaban una sardina o dos candidatos una pluri, nomás que de pronto llega la señora hasta donde estaba el Lincoln con su padre, ambos bien contentos y así como llegó aquel diciembre de 2000, el ex senador priista Eduardo Andrade irrumpiendo en un foro de televisa, para meterse hasta el noticiero de televisa, así igual esta doña y reclamaba airosa como exigiendo su tequila, exigiendo su mezcal.
Me dicen algunos que esto es común.
Lo ignoro (esto tambien ignoro)
Pero luego de acalorados diálogos que pudieron cronometrar unos segundos, el señor prefirió darle la pelota y conformar a su hijo con unas palabras que en el futuro tal vez le sean más útiles que aferrarse a un objeto.
Eso supongo yo, porque si en español no escucho cuando me hablan bajito, en inglés menos y quizá el páter family le dijo:
_ “Discúlpame mi niño, pero si no se la doy, nos come.
_but dad, it’s my gift!!
_ Nada de but (o sea, nada de, pero) … además se parece al piojo Herrera cuando era joven y aparte puede ir por Kid Noroña… dásela”.
Bueno, eso fue lo que leí en sus labios.
Lo cierto es que lo que vimos, inusual o no, desató en un dos por tres, un brote de indignación en las benditas redes sociales, atizándole a la pobre mujer que fue identificada por los sabuesos del ciberespacio, los Sherlock Holmes del entorno virtual, o los mitoteros diría miama, como Cheryl Richardson-Wagner, y luego luego se extendió el rumor de que había sido despedida de su trabajo pero como les digo, aseguran que es mentira.
En mi caso, aunque fui malo jugándolo, soy más futbolero que beisbolero, pero quienes conocen sobre el rey de los deportes, dicen que todos los niños sueñan con algún día agarrar la pelota durante un partido o poder atraparla.
En síntesis, lo que la gente repudió – en inglés o en español – fue que alguien se pasó de lanza y les pareció injusto.
“¡with the children, no!” pudieron gritar pero, con independencia de eso, resulte verdad o sea mentira sobre lo que dicen que le pasó a Ladygandalla, lo interesante aquí es que un mal acto tuvo sus consecuencias, al menos de repudio generalizado y aquí es donde radica la disyuntiva de hacer como que la virgen te habla cuando alguien rompe las normas de convivencias, jurídicas o sociales o le dices NO a la impunidad.
Tambien las tuvo para mi compa Lincoln pero en el buen sentido ya que mas tarde le fue como si hubiera ido al programa de Chabelo o como si lo hubiera complacido en todo luego de mandarle su cartita al santa Clos del bienestar .
Quizá me extralimito en el ejemplo, pero así la veo yo. Probablemente quería hablar de estas cosas a raíz de estos hechos en el graderío beisbolero y agarré monte.
Quién sabe, pero la idea central, pensada luego de ver lo ya contado, es reflexionar sobre lo que significa el que un acto negativo tenga sus consecuencias y, en cambio, el cuestionable mensaje que se manda cuando ante lo evidente, se le protege, se le aplaude o se le defiende desde el púlpito de la alcahuetería con la mano en la cintura y sin ningún pudor.
“Tolerancia cero” le llamó la política estadounidense en los años 70-80 para describir la puesta en práctica de leyes contra delitos menores, como forma de prevenir delitos más graves.
El propio Rudolph Giuliani señaló que no fue el autor original del término “tolerancia cero”, sino que se asoció con la estrategia de “ventanas rotas” a fin de combatir los delitos menores que deterioraban la calidad de vida en la ciudad.
Después, entre 2002-2003, quien gobernaba el capital mexicano lo contrató con cargo a la cuenta de Carlos Slim 4,3 millones de dólares y realizado su trabajo entregó 146 recomendaciones, de las cuales a quienes dicen que dieron fruto y otros que muchas de ellas quedaron a medias o inconclusas. Al frente de la jefatura de la Secretaría de Seguridad Pública estaba Marcelo Ebrad y para que se ejecutaran esas sugerencias al frente y bajo su responsabilidad, estaba un joven que desde entonces ya daba muestras de ser muy plurinacional o polifacético. Se llamaba Mario Delgado.
Así como lo quería la denominada tolerancia cero y tal como suponemos llevó a cabo su trabajo don Rudy en Estados Unidos y creyó que también resultaría en México, así fue tratada la señora por tratar de abusar de su poder a mordidas, rasguños y patadas, mas, sin embargo, hubo un público bueno y sabio en el graderío y acá frente a la pantalla que le dijo no a ese estilo pendenciero y abusivo de querer resolver las cosas y luego asumirte como víctima para que no se te haga nada.
Sigo sin saber si para esta hora ya recibió una sanción formal o será sometida a juicio o vaya usted a saber qué. Pero de que sus actos tuvieron sus consecuencias al menos de parte de un considerable número de gente, la tuvieron así haya sido nomas para dejar claro que frente a lo injusto o desproporcionado en nuestro andar, todavía hay quienes lo pueden reprobar y no salir en su defensa nada más porque es su amigo, su correligionario, su cómplice o su familiar.
Eso está bien pues las consecuencias de nuestros actos son los efectos o resultados que se derivan de nuestras acciones y decisiones, y pueden ser tanto positivas como negativas, dañar nuestra vida, o las relaciones con otros y la convivencia social.
Esa es la disyuntiva: asumir la responsabilidad de estos actos, aprender de ellos y considerar las implicaciones antes de actuar o comportarte como un cretino o cretina, deslindándose de todo, gritando que agarren al ladrón, echando a correr o decir una y mil veces en cada pleito y cada provocación tabernera frente a alguien, que yo no fui, fue Teté.
Pero cada acto humano libre tiene consecuencias, y ser responsable implica aceptar y hacerse cargo de los efectos de nuestras decisiones.
O sea: ahora la bebes o la derramas.
Porque es cierto que los errores pueden generar inseguridad o daño a la autoestima, mientras, pero asumirlos fortalece nuestra capacidad para resolver problemas y tomar mejores decisiones mas delante hacia nosotros mismos y con respecto a lo demás.
Nomas que hay quienes se aferran y sáquenlos de ahí. Algunos desafanes llegan a pegar, otros pueden ser una oda al cinismo.
“No es lo que tú crees , mi amor, ella me sedujo”.
“No soy yo el que llena esos maletines de billetes ni el que se embolsa esas liguitas”.
Ah, recordé aquello que se contaba en esta ciudad a mediados de los ochenta sobre un tipo que, según detuvieron conduciendo un tráiler repleto de marihuana y negando su narcoactividad, juraba que era para consumo personal.
Por cierto: dicen que el precio de la grandeza, es la responsabilidad o viceversa.
Otro por cierto, el político, abogado y empresario estadunidense Mitt Romney dijo o dicen que dijo que “el liderazgo trata de tomar responsabilidad, no de ponerse excusas”.
Yo le doy la razón y de paso me autocritico que en ocasiones nos rajamos a la hora de poner el pecho frente a lo que hicimos.
De paso yo desearía que, después de todo esto, El Lincoln siga atrapando pelotas como aprendiendo de la vida.
