Mis Bolas Ríspidas. Por David Parra
La forzada conferencia de prensa del viernes pasado de un acorralado Adán Augusto López Hernández en la que contuvo a duras penas su característica prepotencia, no fue una defensa, fue una selfie tomada con pulso tembloroso.
La política a la mexicana quedó fielmente plasmada con un personaje siniestro y violento al frente, que ya no se ve contra las cuerdas, sino con la cara hacia las lámparas luego de una paliza de tres semanas que le ha dejado fuera de combate desde la brava trinchera del siempre certero y efectivo fuego amigo.
En esa selfie, aunque aún no aparecen todos nítidamente, caben perfectamente sonrientes el llamado “Andy”, extenuado hijo predilecto de López Obrador, Ricardo Monreal, María Luisa Alcalde y Manuel Velazco, como protagonistas del elenco que artera y groseramente ningunearon a su amada presidenta en vivo y en cadena internacional.
El Andy hasta amprado junto con los demás trivagos sigue amparado, pese a haber negado haberlos promovido, además de haber sido espiado y ventaneado por ese mismo fuego amigo que generosamente ha facilitado datos y expedientes de sus redituables negocios así como su relación con actividades criminales.
Luisa María Alcalde vive permanentemente haciendo el ridículo donde quiera que se para tragando sapos y articulando el guion más lamentable para un dirigente de partido con el que habla incoherencias de tal calibre, que ni los más acérrimos cuatroteros le compran semejantes disparates ante tanta información de la realidad que esta señora arteramente niega, que llega por todos los medios que dan para que quede claro quien esta mintiendo. Por cierto, también ventaneada por su riqueza y prosperidad personal y familiar providenciales.
Monreal también ha sido exhibido con su inexplicable fortuna y no sería extraño que un día no muy lejano le resulte algo parecido a lo del Adán, que está por ser expulsado
ficialmente del romántico paraíso del senado donde también ha hecho su agosto y una que otra travesura.
Velazco no pinta, pero la debe y difícilmente va a salir bien librado.
Cuando un político, en pleno escándalo, recurre a querer explicar fortunas como la que primero negara para luego reconocer, aunque use el trillado recurso de la “herencia” o con los siempre elásticos “honorarios profesionales, lo que pone sobre la mesa no es transparencia, sino la apuesta por la vigencia de un pacto de impunidad que parece haber prescrito en su particular y escandaloso caso.
Es la demostración más clara de que los escándalos de corrupción no son producto de instituciones sólidas, sino de pugnas internas que deciden qué se filtra y cuándo.
Más grave aún es su justificación en el caso de Hernán Bermúdez, su exsecretario de Seguridad en Tabasco, señalado de vínculos con La Barredora. López Hernández optó por minimizar el asunto: “dio resultados”, dijo, como si el fin justificara los medios. Esa frase revela el ADN de un modelo de gobierno que privilegia los números inmediatos —arrestos, decomisos, operativos— por encima de la ética y la responsabilidad política. Que no hubiera “alertas de inteligencia” no lo exime de responsabilidad; lo exhibe como un político que cerró los ojos, voluntariamente o no, ante los riesgos de su propio círculo.
Sheinbaum ya ha dicho que “no se cubrirá a nadie”. La frase suena correcta, pero poco convincente. Si el caso se archiva en unos meses, quedará claro que el sistema sigue intacto; si se investiga a fondo, entonces se abriría una grieta letal en el círculo de poder más cercano a gran destructor, López Obrador.
La conferencia del viernes nos deja una conclusión contundente: lo que hoy ocurre en México, ya lo hemos vivido en todos los sentidos: Tlatelolco, los asesinatos de testigos y marinos huachicoleros, tal como los asesinatos que acompañaron el de Colosio, la impunidad para López Obrador como la de Gustavo Díaz Ordaz, los privilegiados del poder frente a los “agachados”, tal como en la sátira setentera de Rius, el saqueo como con Salinas y López Portillo, y puedo seguirle.
Mientras tanto nuestro país, secuestrado por la ignorancia y apatía generalizadas, el conformismo y la inmediatez paradisiaca, tal como lo diseñara el PRI en sus mejores tiempos, lo continuara el PAN en medio de sus propias contradicciones y lo terminara por desmadrar el cártel de Macuspana.
Y como dijera el perro, ¡Nos han saqueado, nos volvieron a saquear y listos para la que sigue!!! Viva México cabrones!!!
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