A casi trece años del fallecimiento de Jenni Rivera, su hermano Lupillo abrió su corazón para compartir uno de los capítulos más dolorosos de su vida: la depresión que enfrentó tras la pérdida de “La Diva de la Banda”. En una conversación íntima con Pati Chapoy, el cantante narró cómo recibió la noticia, cómo afectó a su familia y cómo el duelo lo llevó a aislarse, dejar su profesión y caer en el alcohol durante meses.
El “Toro del Corrido” recordó que se encontraba en Carolina del Norte cuando recibió una notificación que cambiaría su vida. “Me llamaron a las tres o cuatro de la mañana. Me dijeron que no encontraban el avión de mi hermana. A mí me confirmaron como a las siete de la noche, hora de Carolina del Norte, que en Los Ángeles debió haber sido tipo cuatro de la tarde”, relató. Fue él quien tuvo que comunicarle la noticia a su padre, provocando una reacción desgarradora. “En el otro lado del teléfono se escucharon gritos y lloridos… mis hermanos me reclamaban: ‘¿Qué le dijiste a mi papá? Se siente muy mal’”.
El impacto emocional fue devastador. “Es muy difícil eso. Empecé a tomar mucho después de su muerte. En mi casa, solo. Diario tomaba por seis, siete meses. No trabajé, no cantaba, no iba a giras. Me conseguían trabajo y los dejaba tirados”, confesó. Lupillo reconoció que cayó en una depresión profunda, una “situación increíble” que lo paralizó por completo. “Era un golpe muy duro. Muy duro”, repitió con dolor.
Durante ese periodo, sus músicos y su ingeniero intentaron ayudarlo sin confrontarlo directamente. “No me decían que parara de tomar, pero me decían: ‘Vamos al estudio, graba’. Y grababa. Era lo único que me salvaba de alguna forma. La música me sacaba de esa onda”, explicó. Fue en ese lugar donde encontró un respiro, aunque el dolor seguía latente.
El momento que marcó un antes y un después llegó de manera inesperada, a través de su hijo Rey. “Estábamos bañándonos y con la espuma del jabón me dijo: ‘Yo ayer vi a mi hermana Rocío’. Me contó que caminaba por unas nubes suaves, que tenía alas grandes, que todo estaba bien… y luego me dijo que también vio a su tía Jenni con las mismas alas. Que se acercó y le dijo en inglés: ‘You be a good little boy’. Y le dio un beso”, narró conmovido. Ese mensaje, que su hijo no podía haber inventado, lo sacudió profundamente.
“Desde ese punto en adelante, corté. Empecé a trabajar, a grabar, a hacer cosas. A recuperarme. Del dolor nunca me he recuperado”, admitió. Aunque ha retomado su carrera y su vida, Lupillo dejó claro que la ausencia de Jenni sigue siendo una herida abierta. Al hablar de los dramas que vivió su hermana, especialmente los relacionados con violencia, fue contundente: “No le puse una ching* porque no me dejaron”, dijo, refiriéndose a José Trinidad “Trino” Marín, quien atacó a Jenni y a sus hijas.
Con estas declaraciones, Lupillo Rivera no solo honra la memoria de su consanguínea, sino que también visibiliza el impacto emocional que puede tener una pérdida tan profunda. Su testimonio es un recordatorio de que el duelo no tiene tiempos definidos, pero que el amor, la música y los vínculos familiares pueden ser claves para seguir adelante.
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