Mis Bolas Ríspidas. Por: David Parra
A Carlos Manzo, conocido en el mundo como el Bukele mexicano no lo mató un sicario: lo mató el Estado incapaz de neutralizar al sicario. Lo mató el poder que finge sorpresa cuando la violencia toca a los incómodos que no se limitan a aceptar el estatus quo dictado desde el poder fáctico. Lo mató la burocracia que escolta con un lado del cuerpo y desprotege con el otro. Lo mató sentirse seguro entre quienes pudieron haberlo acompañado al matadero.
Manzo denunció y combatió como ningún gobernante en este país lo que todos ellos saben y nadie se atreve a enfrentar y por lo cual mucho menos actuar: La complicidad que en Michoacán. al igual que en todo México, desdibuja la frontera entre gobierno y crimen, esa en la que que un mismo funcionario y político puede cobrar de ambos lados.
Manzo Señaló la podredumbre del sistema aguacatero, los contratos manchados de dinero ilícito, la extorsión disfrazada de política pública, la corrupción del gobernador Ramírez Bedolla y en los más altos niveles del poder en México. Su voz resultaba insoportable porque no había podido ser controlada, y por eso lo callaron fingiendo su protección.
El asesinato fue público porque el mensaje debía ser público: el poder real en México, según declaraciones recientes de Donald Trump, no está en Palacio Nacional ni en los palacios estatales, sino en quienes pueden matar frente a todos sin pagar las consecuencias. Ese es el rostro de México en 2025: un país donde el crimen no desafía al Estado, sino más bien lo administra.
Washington, Bruselas y Ottawa reaccionaron con comunicados de condolencia; la presidenta prometió justicia; los gobernadores ofrecieron cooperación. Todos sabemos que en un país donde escasea el honor y la indignación es una quimera esto se apagará como la vida de Carlos cuando las cámaras enfoquen el siguiente escándalo. Alos de afuera les preocupan sus inversiones; los de adentro, nos regalan su escandaloso silencio.
A Carlos Manzo lo martirizó la suma de complicidades: la del funcionario que mira a otro lado, la del militar que protege al criminal, la del ciudadano que vive resignado y agachado. Lo mató un país que ve la corrupción como parte del paisaje.
Y mientras el gobierno maquilla el horror con discursos huecos de atender las causas, con promesas de justicia, con mañaneras insulsas y cargadas con la impune soberbia del despotismo instaurado y aplaudido por sus comparsas, los delincuentes entienden el verdadero mensaje: que pueden volver a hacerlo con el siguiente que levante la mano.
Hoy Carlos Manzo, promesa malograda del Bukele mexicano cae por las balas de una delincuencia hija de un descarado estado fallido que renunció a sus facultades constitucionales abrazando a la delincuencia que le allanó el camino al poder, la que desaparece evidencias para bajar las estadísticas, la que hace posibles proyectos electorales imposibles de concebir, la que pone jueces y magistrados, la que coloca diputados y senadores, la que Carlos Manzo intentó erradicar de su tierra dejando un legado de honor y compromiso con los oprimidos por el poder político y delincuencial, de los que ya no se sabe que los divide.
Hoy su viuda, frente a su ataúd, anuncia que, con su muerte, esta lucha apenas inicia porque no dejará que su martirio haya sido en vano, mientras la indignación local que salió a las calles y arremetió contra el símbolo del poder corrompido, exigiendo la renuncia del gobernador señalado por Manzo como cómplice de los criminales, esperando que esta insurgencia local, se expanda a todas las zonas del país flageladas por este mismo mal.
Hoy como nunca se impone el México que no queremos, el de la violencia asesina, el de la negligencia, la inoperancia, el negacionismo, la depredación, los privilegios, el secuestro del estado frente al México de las mañaneras, incapaz de responder con dignidad los señalamientos del vecino país que, por odioso que pueda resultar admitirlo, se burla de nosotros por todo eso que somos, aunque duela.
Bytheway
Hoy en Sonora una tragedia releva a otra con una velocidad vertiginosa. La semana pasada fue la muerte de una niña en una escuela y hoy otra tragedia masiva donde, producto de lo que hoy se presume, la explosión de un transformador propiedad de una tienda de la cadena Waldo´s en la que murieron 23 personas.
Hoy, después de la explosión, se habla de omisiones de protección civil dado que el aparato explosivo estaba dentro del piso de ventas de la tienda. Ahí vamos otra vez con un nuevo ABC, y para colmo, en la ciudad de Hermosillo.




