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Home MI GUSTO ES
TODO MI ESFUERZO(o de la ruina a lo ruin)

Caer en tentación (…o pegarle a Roberto)

Miguel Ángel Avilés by Miguel Ángel Avilés
15 noviembre, 2025
in MI GUSTO ES
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Mi gusto es…(o la otra mirada). Por: Miguel Ángel Avilés

Alguna vez me pasó a mi.

Fue en un quiosco de periódicos allá en el puerto, de esos que suelen estar en la banqueta, cuando al no traer nada en la bolsa, y ver colgado en un pequeño tendedero el periódico el Esto en cuya portada anunciaban las nuevas contrataciones del América, no tuve de otra más que tomarlo y, espichadito, me lo llevé sin pegar.

Había caído en la tentación.

Luego de pensarlo tantito, ocho segundos para ser exactos, ese niño que yo era, agarró un ejemplar, hizo como que lo hojeaba y luego se fue perdiendo entre la gente , como el trompetista de una banda al tocar El Niño Perdido y listo.

Años más tarde pudo suceder lo mismo con un libro de Efraín Huerta, pero otro fue el modus operandis y aparte era en un establecimiento comercial abierto al público lo cual agravaba la pena y quien quite en ese entonces ni con fianza hubiera salido.

Igual pasó en épocas ochenteras como universitarios en ciertas tiendas de conveniencia y en algunas cadenas mexicanas de supermercados, pero fue por razones famélicas que podían excluir la responsabilidad de más de cincuenta romíes quienes eran los actores materiales, en tanto que el actor intelectual, sin que jamás él lo supiera, era indirectamente Omar Cabezas Lacayo y su famoso libro La montaña es algo más que una inmensa estepa verde” pues en él justificaba estas prácticas y las llamaba expropiaciones.
Después de eso, lo juro por mi madre, bohemios , nunca me he apoderado de cosa ajena mueble sin el consentimiento de quien puede disponer de ésta conforme a la ley.
Nunca.

Tampoco, cuando he sido servidor público, aun sin tener a mi cargo la administración de dinero o bienes , no le he da una aplicación diferente o un uso distinto a la que estaban destinados ni he desviado ni me he apropiado indebidamente de ellos.

La expresión “caer en tentación” nace en un marco religioso cristiano, concretamente en el Padrenuestro, donde se clama a Dios que no se permita caer en la tentación o doblar las manitas ante deseos que llevan a acciones prohibidas. La frase también alude a la vulnerabilidad humana y la necesidad de un paro o ayuda divina para evitar el pecado, reconociendo así la fragilidad humana frente el mal.

Es decir, caer en la tentación significa sucumbir o dejarse vencer por el deseo de hacer algo que se considera malo, prohibido o perjudicial a largo plazo. Implica además no ser capaz de resistir esas cosquillitas en los dedos que van en contra de los principios, la moral o las buenas intenciones.

Para acabar pronto es que sucumbimos ante algo que no nos pertenece y “matanga”, dijo la changa.

La duda es si ese paso, fácil en lo material, complejo en lo moral o ético es reflexivo, quiero decir que, si la pensamos un poco antes de actuar o, de plano, nomás que me pongan donde hay, que del resto me encargo yo.

Como les digo, salvo uno que otro cheque en mi poder y unos honorarios de un despacho en donde trabajé, muy atractivos por los muchos ceros de ceros que tenían las cantidades en uno y otro, no he tenido hasta ahorita frente a mí las grandes arcas privadas o públicas ante las cuales pudiera caer en tentación, apropiármelos y tirarme a perder hacia un país que no tenga firmado un tratado de extradición con México hasta que me apañen o negocien conmigo pidiéndome un porcentaje y listo, obviaríamos ese discurso de la anticorrupción y aquí no ha pasado nada.
No las he tenido, pero no hay en mí ningún titubeo o duda que me haga pensar o de por hecho que, a la primera oportunidad que se me presente, haré lo mismo que hice con ese ejemplar del Esto, o el libro del poeta o las expropiaciones estudiantiles.
Claro que no.

Las razones pueden ser infinitas: desde los valores enseñados por Mamá, hasta la formación personal que hasta ahora nos tiene aquí sin ningún muerto abajo de la cama o el ejemplo que quiero ser para mi hija o por lo que sea, pero del erario nada tengo conmigo que no sea lo que me he ganado trabajando.

Aparte casi estoy seguro que sí, hipotéticamente, quisiera malversar fondos, me descubren de inmediato y entonces, adiós.
Por eso me gustaría conocer, apoyado en los expertos, lo que sucede en la psique de ese funcionario o funcionaria que está dispuesto a todo en la primera oportunidad que le den y es capaz de desplegar una por una de las conductas relacionada con los supuestos normativos tratándose de los delitos cometidos por servidores públicos que contempla el código.

Al mismo tiempo, haremos lo necesario para entender porque otros no lo hacen.
En ambos casos hay un comportamiento ciudadano ambivalente ya que, por una parte, acusamos hasta de lo que no a quien es agarrado con las manos en la masa o ya la masa la tiene en un banco en el extranjero o adquirió una mansión sin explicar el origen del dinero que pagó por ella o lo etiquetamos con una fama pública de corrupto vitalicio y, por otra, hay quienes se llegan a burlar, tratándolo de inútil o de ingenuo a quien trabajó como funcionario toda su vida y vive en la honrada medianía.

El pueblo tal vez sea bueno y sabio, pero en ocasiones también es hipócrita. Se dice que la corrupción es inherente al ser humano, pero yo no estoy muy de acuerdo. Estoy convencido además de que los daños al erario no se acabasen gracias al aumento de las penas si no a la certeza del castigo.

Explorando un poco, leo que las causas personales de estas mañas son atribuidas a la ambición desmedida (yo creo que medidita también), a la falta de valores éticos, la creencia de que no serán descubiertos y percepciones de ese tipo, a la tolerancia institucional, en fin, modos culturales que normalizan la corrupción.

Eso sí, la apariencia no es garantía de nada. Más bien es el comportamiento íntegro real a partir del cual, ni con un detector de metales especial, encontrarán un peso o un patrimonio mal habido.

Jactarse tampoco es la prueba de fuego y diría que puede ser una de las más débiles ya que muchos se autonombran honestos y honestas y resulta que detrás de ello existe una estela interminable de pillerías.

Cayeron en la tentación, pero no lo admitirán y eso puede que haga quedar más a quien creyó en él o ella. “No robar, no mentir, no traicionar” es una máxima para enmarcarse o cambiarla por el “sufragio efectivo, no reelección “pero de pronto en lo público o en lo privado, como el olvido, tampoco ha llegado.

Algunos filósofos, como Rousseau, arguyen que “el hombre (y la mujer para asuntos de paridad) es naturalmente bueno y es la sociedad la que lo corrompe”, mientras que otros, como don Tommy Hobbes, afirma que “el egoísmo y el miedo son tendencias innatas que la sociedad busca controlar”.
Vaya usted a saber.

Otras razones para ser de esta o de la otra forma de seguro están en la familia, en la escuela y en el entorno social que no sé si esto último es un pleonasmo.

No creo, sin embargo, que la diferencia radique en que a unos se les puso límites cuando niños o no o se les sancionó cuando hicieron algo convencionalmente mal.

Un niño se robó las canicas de su amiguito y no le quedaron ganas de hacerlo otra vez porque su mamá supo y, como en antaño, le cruzó tres cintarazos en la espalda en pleno invierno.

Otro niño desplegó la misma conducta y no solo eso, sino también, se apropió de un montón de dulces de la cooperativa de la escuela y cuando en una reunión de padres de familia, se le informó a papá y mamá, estos, fúricos, sólo respondieron: “pero el PRI robaba más“.

Quizá algunos leyeron todos los libros de civismo habidos y por haber a diferencia de otros que no leyeron nada o que si lo hicieron fue por obligación o como castigo al no querer ir con su papá a robarse un material de construcción de la oficina que estaba encargado y de la que después tuvo que entregar al ser acusado como responsable de un faltante.

Probablemente los salvó el ir a la iglesia o su vocación sacerdotal y …perdón, borraré esto porque me acordé del Padre Maciel y ya ven que sucedió.

En otros casos pudo ser que tuvieran las más nobles intenciones de cambiar al mundo y se sumaron a la revoluca que hacía su generación pero descuidaron la educación personal de su hijo y su crecimiento emocional y al paso de los años ese retoño convertido en un adulto carece de las más elementales expresiones de respecto hacia los demás, es el antihombre que no quisieron ser sus insurgente papás y ningún escrúpulo lo detiene cuando de engañar o obtener un lucro se trata o es camaleonico tratándose de ideologías en tanto eso le asegure seguir viviendo de la dote gubernamental y de transferencias a su cuenta, nada honrosa.

Es que “la ocasión hace al ladrón” argumentan otros, a fin de justificar lo que alguien hizo sin querer queriendo pero como estaba ahí, voltean para todos lados, constatan que no los ve nadie y vénganos tu reino.

Así de elemental es la defensa a favor de esos delincuentes y más adelante reaparecen luciendo una honorabilidad que a leguas es sobrepuesta como unas ilegítimas placas en un carro robado.

Entonces el dilema es caer o no caer en esa tentación.

Pero si caes, hasta la defensa más favorable, sonará a pretexto.

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