Un ciudadano Pensó. Por: Gustavo Tena
Pues junto con el ocaso de 2025 se vislumbra el ocaso del imperio gringo, del imperio europeo, del imperio inglés —que, por cierto, no está dentro de la Unión Europea… excepto cuando le conviene—, del imperio católico y de otros que han gobernado a la humanidad desde las sombras.
Y con ellos se desmoronan, como castillos de arena golpeados por la ola del “nadie los quiere”, las estructuras que los sostenían: el neoliberalismo, las extremas derechas, las derechas disfrazadas de izquierdas, y también esas izquierdas que prometieron el cielo y solo entregaron burocracia y complicidad.
Es toda una fiesta —divertidísima, por cierto— de caída de pedestales. Sobre todo, ahora que la lista de Epstein sigue destapando rostros. Hace poco salió el nombre de una personalidad de la “nueva era”: Deepak Chopra. Sí, ese mismo que habla de conciencia y paz universal… Aparentemente uno de los tantos invitados famosos a las fiestas en “La Isla Bonita” de Jeffrey, donde, DICEN, “jugaban” con menores de edad.
Nunca tuve ídolos, como muchos los tienen. Pero confieso que me divierte —con una alegría agridulce— ver cómo la hoguera de las vanidades consume, uno a uno, a los grandes personajes del siglo XX y a los falsos mesías del XXI. Al parecer, los santos terminarán revelándose como demonios; los estadistas venerados, como tiranos degenerados; y los héroes, como cobardes ensalzados por la pluma conveniente de los vencedores.
Dicen que el aumento de la resonancia Schumann —la frecuencia natural del planeta— está facilitando que los planes de la luz prosperen, mientras que los planes de la oscuridad se desintegran. Lo conocía en teoría… pero ahora lo vemos en carne viva. Cada ambición de las antiguas potencias —Europa, el Vaticano, Estados Unidos— tropieza, se detiene o se anula a medio camino. Tomemos el ejemplo del euro digital: debía haberse lanzado en octubre de 2025, pero el Congreso Europeo anunció su suspensión… hasta 2029. Al euro digital en realidad se lo cargó “La tía de las muchachas”.
La infame Agenda 20-30 aún mueve la colita, pero viene rengueando… mejor dicho, arrastrándose como un moribundo perdido en el verano del Sahara. Ya casi nadie presta atención a las rimbombantes conferencias del Club Bilderberg ni a las reuniones anuales del Foro Económico Mundial —ese teatro del “Foro de Davos” donde los que se creen amos del mundo ensayan su sueño de un Nuevo Orden Mundial. ¿Será que ahora actúan en secreto? Tal vez. Pero su distopía —ese mundo controlado por inteligencias artificiales, bancos centrales y gobiernos sin alma— se está derrumbando antes siquiera de arrancar.
Lo que aún no me queda claro es si Donald J. Trump enloqueció y cayó en la senilidad… o si los BRICS lo contrataron para acelerar la destrucción de Estados Unidos. Porque, si es lo segundo, no solo merece el Premio Nobel, pero no de la Paz: debería recibir un nuevo galardón, digamos, el “Nobel de la Autodestrucción Imperial”, por demoler en tiempo récord al imperio más poderoso de la historia humana. Definitivamente, a Trump le gustan las grandes acciones. En cambio, no entiendo cómo le dieron un premio Nobel a la sustituta de Juan Guaidó. María Corina Machado, ella, más bien, debería escribir un manual titulado: “Lo que no hay que hacer si quieres derrocar a un gobierno”.
Por otro lado, en México, además del fin del largo imperio del PRI, vemos el colapso del fugaz reinado del PAN —a quienes ni sus propias madres les creen ya nada. Pero la verdadera atención debe ponerse en MORENA, donde las grietas internas empiezan a revelar la verdadera naturaleza de algunos de sus integrantes más cercanos al poder. Se acusan, se traicionan, se desgarran. Y brotan escándalos de corrupción que parten al partido en dos… No en tres o en cuatro. Dicen los que saben que, de las entrañas mismas de MORENA, surgirá la nueva oposición. El PRI y el PAN ya son cadáveres que no saben que murieron: fantasmas perdidos en el purgatorio de la historia.
Y así, entre risas amargas y silencios profundos, seguimos caminando por este umbral histórico. No se trata ya de elegir bando, sino de *no perder el alma* mientras los ídolos de barro se deshacen con la primera lluvia de verdades. Porque cuando todos los imperios caen, lo único que queda en pie es aquello que nunca necesitó trono: la conciencia despierta, la compasión sin máscara… y la esperanza que no depende de nadie más que de uno mismo. 1CP
