La Pequeña Dosis de Historia. Por: Dr. Joaquín Robles Linares
En política la fortuna es más que una casualidad. En abril de 1920 el cerco sobre el general Álvaro Obregón se va estrechando, Carranza intenta detenerlo procurando evitar su inminente arribo a la Presidencia de la República.
Según relata Ignacio Almada Bay en: Álvaro Obregón. Caudillo del pasado, espejo del presente: “La noche del 12 de abril el general es dejado subrepticiamente en la Plaza Río de Janeiro para despistar a la Policía carrancista que lo seguía, oculto entre el follaje Obregón espera a que Margarito Ramírez, un trabajador del ferrocarril, pase por él en un automóvil y lo lleve a su casa”.
Ramírez acude a la cita, al tenerlo resguardado en su domicilio el sonorense es vestido de garrotero, a la media noche lo traslada a la Estación de Buenavista y lo introduce en el vagón 9931 con destino a Iguala, lo oculta entre pilas de carbón y cajas, el revolucionario burla a sus perseguidores y será inevitable su arribo a la Presidencia en diciembre de 1920.
A partir de este hecho, aquel empleado del ferrocarril tendrá una trayectoria política meteórica, producto de la suerte y la lealtad. En 1924 llega a la Cámara como diputado, la primera de cinco veces, en 1927 el caudillo lo premia con la gubernatura interina de Jalisco, su estado natal. Este personaje ilustra las condiciones que empiezan a imperar en aquel régimen, lealtad y subordinación, es elegido senador en 1932 y sin dejar su escaño se convierte en gerente general de Ferrocarriles Nacionales, después funge como director del penal de las Islas Marías, siendo recompensado con la segunda gubernatura en Quintana Roo de 1944 a 1959. Es en esta posición donde Margarito se revela como un producto neto de aquellas circunstancias, lo que menos importaba era la situación económica o el progreso de aquel Estado, lo vital era controlarlo políticamente.
El ferrocarrilero impone un régimen absolutista y depredador, se beneficia escandalosamente con la madera de aquella selva. Durante estos años Ramírez acumula una gran riqueza producto de su deshonestidad y la fidelidad perruna al Presidente en turno, haciendo valer su biografía adicionándole un elemento, su condición de civil en un régimen producto de militares revolucionarios.
Fiel a las contradicciones que definen a estos personajes, se conduce como un Gobernador arbitrario y abusivo llegando a ausentarse del Estado a lo largo de un año y controlando su responsabilidad a través de siniestros testaferros, quienes asesinaban por líos de faldas o venganzas personales, al mismo tiempo el ferrocarrilero se hacía ver como un funcionario progresista y cercano a las causas de la izquierda: “En 1959 Margarito formó parte de algunas comisiones que pidieron al Presidente que no se ejerciera ‘acción penal en contra de Valentín Campa y Gilberto Rojo’, y que se liberara a los ‘presos ferrocarrileros’”. (Sergio Aguayo Quezada. La Charola. Una historia de los servicios de inteligencia en México).
Ramírez deja la gubernatura de Quintana Roo en 1959, pero no su vínculo con el régimen, dirige Operadora Textil de la cual se jubila en 1971.
El actual régimen nos regresó a los tiempos donde la lealtad es el atributo indispensable para arribar a una posición política o administrativa, no importando ni la preparación profesional ni el desempeño sino la subordinación.
Se argumenta que México retrocedió a los años setenta, la regresión es a 1940, cuando estos lamentables personajes dominaban la política nacional. La defensa a ultranza de Rocha Moya, gobernadores y funcionarios impresentables son la prueba irrefutable de la descomposición y el autoritarismo, como una perversa caricatura de Margarito Ramírez y su conducta.
Joaquín Robles Linares es ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.